Público
Público

Las tres pruebas de Pedro Sánchez

Con las opiniones (y las emociones) divididas en torno a su figura tratará de revalidad su cargo de presidente del Gobierno.

Ilustración de Pedro Sánchez.
Ilustración de Pedro Sánchez. ENEKO

En la modernidad, a diferencia de la época clásica, los héroes se separaron de lo divino y se dedicaron a testar los límites de la realidad. Sus rasgos se diversificaron y sus personalidades se hicieron más complejas despertando simpatía y animadversión en dosis similares.

Con las opiniones (y las emociones) muy divididas en torno a su figura se dispone Pedro Sánchez —cual héroe de videojuego— a tratar de superar su tercera prueba y revalidar su condición de presidente del Gobierno.

Pedro Sánchez llegó a la secretaría general del PSOE en 2014 después del fracaso electoral y la renuncia de Alfredo Pérez Rubalcaba. Su liderazgo se construyó —algo que se subraya con insistencia desde su entorno— desde abajo, en un PSOE en declive que no podía ignorar que Podemos había aparecido en el espacio de la izquierda.

Cuenta su hagiógrafo Tezanos en un libro sobre Sánchez que en el análisis Dafo de su candidatura hace casi diez años ya se valoró como una de sus fortalezas que el prometedor candidato hablaba inglés. Su pericia en el uso de esta lengua, sin embargo, no le ayudó a ganar las elecciones de 2015 y, de hecho, su partido obtuvo —a pesar de lo que diga Tezanos— un mal resultado.

En las elecciones de 2016 el PSOE concurría dividido, debilitado y bajo la amenaza del sorpasso de Podemos. Los resultados llevaron al partido a su mínimo histórico; la bronca interna alcanzó niveles de esperpento y Sánchez dimitió como secretario general.

Mientras Mariano Rajoy formaba gobierno Pedro Sánchez afrontó su primera prueba embarcándose en una gira por España subido en su Peugeot 407. En enero de 2017 Sánchez anunciaba su candidatura a secretario general de su partido y, nuevamente, se hacía con la victoria después de unas primarias frente a Patxi López y Susana Díaz.

Un año más tarde, la Audiencia Nacional condenaba al Partido Popular por beneficiarse de la trama Gürtel y, a través de su resolución, cuestionaba la veracidad de los testimonios prestados por varios políticos de este partido, entre otros, el propio Mariano Rajoy.

La opción de poner en marcha una moción de censura en el Congreso de los Diputados tomó forma, terminando de verificarse con 180 votos a favor.

Aunque la intención inicial de Pedro Sánchez fue acabar la legislatura, al no lograr apoyo suficiente para aprobar unos presupuestos decidió convocar elecciones generales en la primavera de 2019. En esta ocasión, el PSOE fue la lista más votada pero no logró asegurar la formación de un gobierno.

En noviembre se celebraron elecciones que volvió a ganar Sánchez. Podemos decidió entonces apoyar la formación de un gobierno de coalición liderado por el político madrileño, quien, a partir de entonces, debería enfrentar lo que podemos considerar su segunda prueba.

Durante estos tres últimos largos años ha tenido que gestionar las consecuencias de una pandemia mundial, un temporal y una guerra de resonancias europeas. Las tensiones dentro del Gobierno que preside han añadido dificultad a una legislatura realmente compleja.

Si a todo lo anterior sumamos que la oposición no aceptó nunca la legitimidad de su gobierno ni, a partir de cierto momento, su mera existencia, entenderemos el alcance de las dificultades que tiene el madrileño para salir airoso de los desafíos que la situación actual le plantea.

Las pasadas elecciones municipales y autonómicas son, de hecho, una llamada ineludible de atención sobre la necesidad de cerrar una etapa y comenzar la que será su tercera prueba.

Pedro Sánchez, a quien le nació el antisanchismo dentro del propio PSOE en la época en la que disputaba la secretaría general, se ha afanado en desmontar el reverso de ese mito.

El sanchismo, entendido por los enemigos de Sánchez como un régimen sustentado en la falta de fidelidad a la palabra dada, la temeridad o la inconsistencia, ha sido elevado por las derechas a la categoría de una traición monumental a España.

Sánchez, que ha buscado activamente desjudicializar y de esa manera desenquistar el conflicto catalán, que ha pactado la coalición con un partido de izquierdas, que ha procurado apoyos para leyes y presupuestos que trataban de dar respuesta a graves dificultades económicas y sociales, se ha convertido en el blanco de profundas animadversiones.

El último tramo de la legislatura, con la ley del solo sí es sí en el centro del debate público y las derechas y sus medios afines desmelenados, sin duda condicionó, junto con la mala imagen pública de Pedro Sánchez, los pésimos resultados obtenidos por el PSOE y las formaciones políticas del espacio de la izquierda.

El propósito del todavía presidente del Gobierno, llegados a este punto, es sobreponerse a esos resultados colocando al electorado ante la situación de tener que decir si el antisanchismo (lo que, en términos prácticos equivale a gobiernos de coalición del PP con la ultraderecha) es la respuesta, en la suposición de que existe un diagnóstico compartido de los problemas por parte de la sociedad española con independencia de Ana Rosa o de Ferreras.

El reto de Sánchez, por tanto, es como el del héroe de un videojuego: busca testar los límites de la realidad y, en caso de conseguirlo, instaurar una realidad nueva.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias