madrid
Actualizado:Mariano Rajoy siempre ha hecho gala de ser una persona previsible. Y lo fue a la hora de hacer balance de la acción de su Gobierno en 2017, un año que calificó de "especialmente difícil con momentos de tensión" —pensaba en Catalunya— pero del que también dijo lo que todo el mundo esperaba, porque lleva diciendo lo mismo por lo menos tres años: 2017 fue el año de "la consolidación de la recuperación"; doce meses, en suma, que permiten mantener "un optimismo realista".
Rajoy centró, una vez más, su discurso en la economía, pero de lo que más le preguntaron los periodistas —a los que respondió con su desgana habitual— fue sobre la crisis política catalana. Lo más novedoso que dijo a este respecto fue que ha fijado la fecha del 17 de enero para celebrar la sesión constitutiva del Parlament de Catalunya.
Lo demás, fue lo de siempre: sacó pecho por la aplicación del artículo 155, dijo estar abierto al diálogo y aseguró que el nuevo Govern que se forme en Catalunya debe "someterse al imperio de la ley"; destacó también que en Catalunya se ha vuelto a "la normalidad", una palabra que le gusta especialmente.
Tampoco dijo nada nuevo respecto al batacazo de su partido en las pasadas elecciones del 21-D. Carente de autocrítica, despachó las preguntas con una vaguedad: no concretó si habrá cambios en la cúpula del PP catalán y se aferró "al sentido común" para criticar la pretensión de Carles Puigdemont de ser investido de manera telemática: "Es absurdo". Demostró, en suma, que la derrota del PP catalán no lo mueve ni un milímetro de su estrategia.
Otro foco de interés de la comparecencia era una posible remodelación de Gobierno, sobre todo si el ministro de Economía, Luis de Guindos, sale al BCE. Tal como adelantó este mismo viernes Público, Rajoy descarta cualquier cambio en el Gobierno. "No la voy a hacer porque Gobierno está cumpliendo con su obligación y porque nadie me lo ha pedido". Una respuesta que el presidente despachó a su más puro estilo; el estilo de un político previsible.
En el plano económico, en el que se le vio más cómodo, el presidente del Gobierno destacó que España ha crecido un 3,1% en 2017, "año en el que el PIB ha recuperado el nivel previo a a la crisis"; presumió de la creación de empleo —600.000 parados menos, según él— y recordó que "se han recuperado dos tercios del empleo perdido con la crisis"; se apuntó tantos como la reducción del paro juvenil y de larga duración, el crecimiento de las afiliaciones a la Seguridad Social y hasta afirmó, contundente, que por fin "la recuperación económica se traslada a la gente, a las personas más desfavorecidas".
"Hago una valoración muy positiva. Las reformas que hicimos en su día reactivaron la economía, que ahora crece de una forma más equilibrada que en el pasado. Ahora vendemos fuera más de un tercio de nuestro PIB porque nuestro productos son competitivos y de calidad. Ahora aunamos crecimiento económico, superávit externo y creación de empleo", dijo el presidente del Gobierno como colofón al balance económico. Obvió algunas cosas: no dijo nada de los sueldos bajos, de la precariedad laboral, del aumento de la desigualdad económica, de las pensiones, de la parálisis legislativa, de que los productos españoles son competitivos fuera a costa de la congelación salarial de los trabajadores.
En cuanto a las previsiones económicas para 2018, Rajoy advirtió de que la crisis política en Catalunya ha obligado a revisarlas a la baja —si no se cumplen , la culpa será de la situación en Catalunya, vino a decir—, "pero la situación podría revertirse si se vuelve a la legalidad". "España llega a la cabeza de Europa en condiciones de seguir creciendo y podemos mantener una media de crecimiento del 2,5% del PIB si seguimos siendo una economía abierta al exterior, competitiva y con capacidad de adaptación a un entorno cada vez más digitalizado", alardeó el presidente del Gobierno.
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