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El bipartidismo rigió España durante cuarenta años, pero va camino de deshacerse en sólo cuatro. Al menos ése es el proceso electoral que predicen los análisis demoscópicos como consecuencia del lento harakiri (más bien, un seppuku) que está cometiendo el PSOE y del estancamiento del PP en una base electoral cada vez más débil y envejecida.
Si Mariano Rajoy se viese forzado a convocar nuevas elecciones generales –por ejemplo, a causa de la negativa socialista de dar vía libre a sus Presupuestos Generales del Estado, como ahora proclama la Gestora del partido–, tampoco lograría afianzarse en el poder, ya que volvería a su suelo electoral de hace un año (siete millones de votos) y perdería tres escaños. Así que de poco le serviría hundir definitivamente al Partido Socialista, que se desplomaría 26 escaños y no sólo sería superado, sino incluso humillado, por Unidos Podemos.
Esta novedosa situación política –que la mayor parte de los medios tratan de enmascarar sobrevalorando las consecuencias electorales de la rivalidad entre pablistas y errejonistas en Podemos– es la que predice el desk-research del gabinete Jaime Miquel y Asociados, una vez analizados y ponderados todos los sondeos efectuados desde la investidura de Rajoy, incluido el del CEO de la Generalitat de Catalunya. Ese detallado análisis de JM&A estudia la evolución del voto en cada una de las circunscripciones y permite augurar resultados tanto al nivel del número concreto de votos como de los escaños que recibirían los partidos provincia a provincia, una vez aplicadas las correcciones previstas por la Ley d'Hondt.
Derrumbamiento socialista en 25 provincias y por detrás de C's en 11
Y de esa minuciosa pormenorización de los datos se deduce que el hundimiento del PSOE –tras la defenestración de Pedro Sánchez, el favorito de los electores socialistas, a manos de Susana Díaz, predilecta de los votantes conservadores– es el fenómeno verdaderamente crucial de la evolución política española, ya que va camino del punto de inflexión electoral en el que el partido que batió todos los récords de mayoría absoluta tras la Transición quedaría a remolque de una formación atípica casi recién nacida.
Ya no se trata, pues, del famoso sorpasso que nunca se produjo, sino de un adelantamiento vertiginoso que dejaría al PSOE a 32 escaños (y 1,6 millones de votos) por detrás de su gran competidor en la izquierda. Un Unidos Podemos que ganaría de golpe 20 escaños (todos ellos, menos uno, arrebatados a los socialistas) porque sus querellas internas ante Vistalegre-2 parecen importar mucho menos a sus votantes que a los grandes medios empeñados en agitar la posverdad de que las nuevas formaciones no son más que una anomalía pasajera.
Ese ascenso aparentemente fulgurante de UP –cuando de hecho obtendría 700.000 votos menos de los que sumaron Podemos e Izquierda Unida por separado en 2015– se debe en realidad al derrumbamiento del PSOE, que no sólo perdería un escaño en cada una de 24 provincias, y dos más en la de la capital, sino que incluso se vería superado en votos hasta por Ciudadanos en once de esas circunscripciones, incluidas algunas muy grandes, como Madrid, Valencia, Alicante, Murcia, Baleares, Zaragoza y Valladolid.
El resultado de esa debacle socialista se puede observar en el siguiente gráfico interactivo (pasando el cursor sobre las barras aparecen las cifras exactas):
UP empata con el PSOE en Andalucía y lo supera en 12 comunidades
En el gráfico anterior queda bien claro que Unidos Podemos se dispone a reemplazar al PSOE como líder de la oposición en casi todos los territorios de España, pues no sólo lo superaría ampliamente en una docena de comunidades –en algunas, incluso duplicándolo en escaños, como en Madrid y el País Valencià, o hasta triplicándolo (provincia de Valencia)– sino que llegaría a empatar con el partido socialista en su gran bastión de Andalucía, donde la formación de Iglesias y Alberto Garzón subiría cuatro escaños. En cambio, la crisis interna del PSOE se transformaría en la pérdida de cinco diputados andaluces en el Congreso, y Teresa Rodríguez superaría a Susana Díaz en escaños por Málaga, Cádiz y Córdoba.
Una auténtica hecatombe en las filas socialistas que se completaría con la pérdida de cuatro escaños en beneficio de Ciudadanos (en Sevilla, A Coruña, Burgos y Toledo) y de otros dos a manos del PP (en Ávila y Soria). En Castilla y León, el PSOE perdería en total cinco diputados, que se repartirían entre los otros tres grandes partidos
En definitiva, esa catástrofe electoral socialista sería más relevante que el despegue de Unidos Podemos, pues marcaría el fin de una época: el PSOE no lograría la victoria en unas generales en ninguna de las comunidades autónomas, algo sin precedentes. Además, marcaría el peor resultado de su historia en números brutos totales: sólo 3,8 millones de votos (frente a los casi 8 millones del desastre del año 2000 que hizo dimitir a Joaquín Almunia) y un ridículo 17,4% de los votos válidos, con una caída de más de cinco puntos sobre el mínimo anterior de las últimas elecciones.
El bipartidismo toca a su fin: los dos grandes no sumarían juntos ni la mitad de los votos válidos, o menos de la tercera parte del censo
En la tabla completa que se ofrece a continuación se ve bien claro el fin de la hegemonía del bipartidismo en España: la suma de sufragios de PP y PSOE no llegaría a la mitad de los votos válidos emitidos y ni siquiera ascendería a la tercera parte del censo electoral, tras caer en conjunto más de seis puntos y más de siete puntos, respectivamente, en estos meses transcurridos desde los últimos comicios. En total, los dos grandes partidos perderían 2,5 millones de votantes, mientras que los dos emergentes ganarían medio millón a pesar del drástico descenso de la participación: votarían menos de dos tercios de los electores registrados; 6,4 puntos menos que en 2016.
En resumen, el PSOE se hunde. Y no sólo es la conclusión de JM&A, sino que también lo predicen casi todos los gabinetes demoscópicos, como Simple Lógica (que le atribuye un 17,5% de los votos), My Word (18,6%), Invymark para La Sexta (19,5%) o Sigma2 (19,4%).
Ahora bien, PP y PSOE sí seguirían acumulando juntos (aunque por poco) una mayoría absoluta de los diputados en el Congreso. Algo que si los socialistas pretendiesen emplear para apuntalar de nuevo a Rajoy (que seguiría sin sumar sólo con C's) únicamente les conduciría al suicidio electoral definitivo.
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