Este artículo se publicó hace 8 años.
Mariano Cuadrado: el ángel de la sierra de Madrid que salvó a 5.000 refugiados
Maestro republicano y alcalde de Torrelodones, organizó el mayor campo de acogida de la región durante la Guerra Civil. Un homenaje acaba de recordar la figura de este hombre asesinado por el franquismo en septiembre de 1939. Su familia no conoció hasta 2013 el paradero de sus restos.
Patricia Campelo
-Actualizado a
MADRID.- Alberto del Río, investigador local, buceaba entre legajos para profundizar en la historia de sus abuelos. Maite Per, nieta de un fusilado por el franquismo, sentía mucha curiosidad por la figura del suyo, ausente, pero de quien se hablaba en su familia con una mezcla de orgullo e incomprensión. Ella, tras una década de búsqueda, colgó un mensaje en un foro de internet. Dejó en el aire la solicitud de pistas que arrojaran más luz sobre la vida de su familiar desaparecido. Tres años más tarde, Alberto del Río leyó el ruego de la nieta. Se puso en contacto con ella para contarle que, mientras investigaba el pasado de sus propios abuelos, desempolvó documentos que revelaban la labor humanitaria y docente de Mariano Cuadrado Fuentes.
En noviembre de 2013, nieta e investigador cruzaron el resultado de sus pesquisas y devolvieron, así, a la vida el recuerdo de un hombre víctima de la injusticia, primero, y del olvido después. Un año más tarde, la ciudad madrileña de Torrelodones, donde además de ejercer de maestro fue alcalde republicano, rindió un homenaje a los dos docentes del municipio represaliados. Y, el pasado 15 de septiembre, en el aniversario de su asesinato, la comunidad escolar de esta localidad, junto a su Ayuntamiento, volvió a recordar, y a agradecer, la labor de este enseñante que, además, organizó la protección de más de 5.000 refugiados durante la Guerra Civil.
Mariano Cuadrado (Saldaña, 1880- Madrid, 1939) convirtió la ciudad de la que fue regidor en un refugio para quienes huían de la contienda. Torrelodones multiplicó por más de 55 su población en apenas unos meses, superando las 5.000 personas. “Había muchas casas de campo grandes, y hoteles, donde veranaba gente de la capital. Estos edificios acogieron a muchas personas”, explica Del Río, miembro de la Sociedad Caminera del Real de Manzanares, entidad que recupera y promueve la historia del entorno. Por entonces, este municipio del noreste madrileño contaba con apenas 90 habitantes. “También cedió una finca municipal, Las Marías, para unas colonias con 1.200 niños de poblaciones cercanas al frente de batalla y víctimas de los bombardeos”, anota. En realidad, esta iniciativa tenía que ver con uno de sus proyectos más queridos, la Escuela de verano, “para la que hizo innumerables gestiones” y que, al final, puso en marcha en mitad de la guerra.
Cuadrado Fuentes fue el responsable de gestionar el comité de refugiados, destinando las viviendas a la causa. "Confeccionó un listado detallado de todas las casas vacías. Mandó a todos los vecinos pasar por el Ayuntamiento para indicar cuáles podían estar disponibles. Después, fue adjudicando las residencias donde no vivía nadie a las personas refugiadas que iban llegando", aclara Del Río. "Al principio acudía gente de la zona de Ávila. Después, de municipios ubicados en primera línea del frente, como Las Matas, Las Rozas o Majadahonda”, añade. Milicianos y brigadistas, incluidos algunos de los llegados de otros países para luchar en defensa de la legalidad republicana, también acamparon en la localidad y fueron atendidos por el comité. Algunas familias de la localidad también acogieron en sus hogares a los desplazados. Para otros, se habilitaron las fincas, aunque el terreno al aire libre suponía un grave riesgo ante los constantes bombardeos de la aviación alemana e italiana, aliadas de Franco. "Se utilizaron también los túneles de las vías del tren como refugio".
Además, el alcalde republicano presidió el comité de abastecimiento, organizando cooperativas y emitiendo cartillas para el reparto de alimentos. "En los alrededores había unas cinco granjas que fueron incautadas para alimentar a la gente. Incluso desde Madrid se solicitaba ayuda a este comité para el envío de víveres a la capital", concreta el investigador local. El gobierno de la República estaba al tanto de la tarea solidaria, y cuando este asentamiento madrileño comenzó a desbordarse, empezaron los traslados hacia Valencia.
Cuando Maite Per Cuadrado (1961), maestra de profesión, descubrió la historia olvidada de su abuelo no lograba creérselo. Hasta entonces, a ella sólo le llegaban los ecos de un recuerdo lejano de su madre, hoy con mal de Alzheimer, y de su tío Antonio. “Percibía una ambivalencia en sus comentarios, entre ‘qué listo era tu abuelo’ y, a la vez, ‘¿por qué no huyó?’. Quedó siempre un duelo por hacer, algo que nos marcó como a tantas familias”, suspira la nieta.
El origen de la investigación familiar parte del descubrimiento de unos documentos hallados en la última vivienda de Florentina Mendizábal, la mujer de Mariano Cuadrado. “A partir de ahí, pregunté en el Archivo Histórico y fui recopilando legajos de su periodo como maestro y de los sitios donde había ejercido”, relata. “En 2013, navegando por internet me enteré de que mi abuelo había sido fusilado. Hasta entonces no sabíamos nada; sólo que mi abuela iba cada día a verle a la cárcel de El Escorial y que, un día, ya no estaba”, aclara.
Maite también accedió al expediente de su abuelo y conoció, entre lágrimas, los nombres de las personas que declararon en contra del maestro y alcalde, sentenciándole a muerte. “Eran unos caciques de Saldaña”. En su pueblo natal, Cuadrado Fuentes había ejercido en dos ocasiones como maestro, implementando las nuevas corrientes de enseñanza que, años después, se extenderían con la República. Pero en 1921, año en el que abandona el pueblo palentino, su modernidad le supuso enfrentamientos con las autoridades locales.
“Las fuerzas del pueblo intentaron nombrarle alcalde para llevarle a su causa, pero él se opone, ya que lo entiende como un claro intento de comprar su voluntad, así que sale del pueblo y es perseguido por la dictadura de Primo de Rivera”, informa Del Río en su investigación.
Entre 1931 y 1934 fue destinado a Alcorcón (Madrid), donde participó en la creación de la Sociedad de Obreros Agricultores. También se afilió al Partido socialista e integró la Federación Española Trabajadores de la Enseñanza, donde ocupó el cargo de vicepresidente.
Durante su etapa como regidor en Torrelodones, destacó por la diligencia con la que cumplía la legalidad vigente y por su lucha contra la corrupción y las actitudes autoritarias. “Se enfrentó al comandante de la 10ª División por permitir que unos mecánicos ocupasen la iglesia e instalaran allí un taller sin el consentimiento del Ayuntamiento ni el inventario previo de objetos de valor artístico y de los archivos parroquiales”, ha documentado Del Río.
Al poco, descubrió que uno de sus concejales había cobrado 8.500 pesetas que no había ingresado en las arcas municipales. “Mariano Cuadrado le requirió esta cantidad, y la respuesta fue una denuncia contra el alcalde acusándole de entorpecer la revolución y ser demasiado blando con los intereses de la derecha. Fue detenido en su despacho mientras trabajaba y trasladado a la cárcel de San Antón, en la capital”. Tras ser sometido a un juicio de la República por desafecto, fue absuelto gracias al apoyo de sus vecinos.
Esta defensa de la legalidad le hizo creer que estaría a salvo cuando finalizase la Guerra Civil, y permaneció en Torrelodones, donde le detuvieron las tropas franquistas el 29 de marzo de 1939. Junto a otros 20 vecinos, le trasladaron al convento de los Carmelitas, convertido en cárcel, en El Escorial. Fue considerado “peligrosísimo” para el Movimiento Nacional y condenado en un juicio militar bajo las acusaciones, entre otras, de “izquierdista refinado, socialista, poseía varios carnets, pertenecía al Sindicato de Maestros de Madrid”. Tras saber su condena a muerte, esperó la ejecución de la misma en la prisión madrileña de Porlier, desde donde le condujeron a las tapias del cementerio de la Almudena un viernes, 15 de septiembre de 1939.
Su hija Victoria, nacida un 14 de abril, nunca llegó a saber toda la verdad sobre su padre y, hoy, aquejada de la enfermedad que borra la memoria, sus hijas ya no pueden relatarle el resultado de las investigaciones que les llevaron a completar los huecos en el recuerdo de su abuelo.
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