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MADRID.- “Conservo la salud por imperativo legal. ¡Es necesario para contarlo!”, exclama Quico, y se detiene después en lo que tiene que contar: que su madre fue torturada, que su padre fue torturado; contar cómo le metieron el miedo –y la rebeldía- en el cuerpo cuando simularon fusilar a su hermano pequeño. Contar el dolor por la desaparición de su maestro republicano; las perrerías que hicieron a las mujeres del Bierzo tras el 36. En definitiva, se lamenta: “Contar la lucha de un pueblo al que la Transición abandonó; una Transición que favoreció al franquismo y a los mismos que de aquella se hicieron ricos y siguen siendo ricos y poderosos hoy”.
No quedan muchos como él. Echa cuentas y le salen dos mujeres, Chelo y Esperanza, y Camilo de Dios en Galicia. Son los últimos del maquis que se organizó tras la Guerra Civil en la Federación de Guerrillas León-Galicia, la primera organización guerrillera antifranquista con la que empezó a colaborar Francisco Martínez López, Quico (Cabañas Raras, León, 1925) con sólo 15 años. Hoy tiene 90 y sigue en la batalla. Ahora para que se le considere heredero de la lucha contra Franco y no “un bandolero”, apellido que le otorgó el régimen y que hoy sigue constando en los archivos.
Dice que le tocó ser un niño de la República, hijo de campesinos de la República y aprendiz del abecedario, pero también del compañerismo y la camaradería, que le enseñaron maestros de la República. “Mi padre, Daniel, era un socialista muy implicado en el Movimiento Revolucionario de Asturias en el 34. Los compañeros paraban en mi casa durante la represión. Eso, a un niño de 9 años le genera muchísimo entusiasmo. Yo, que participaba en las discusiones de los mayores, quería ser lo mismo que toda aquella gente que admiraba”.
Recuerda, cuando las elecciones del 36, cómo se organizaron los chavales de Cabañas Raras para pegar carteles o repartir propaganda. Y “¿cómo iba a olvidar el 18 de julio del 36? De aquel momento son mis recuerdos más vivos. Yo tenia 11 años cuando el golpe de Estado; el 20 de julio, Ponferrada ya estaba en manos de los fascistas y de una represión que fue brutal en aquella zona”.
Junto a las torturas, desapariciones y asesinatos a manos de una Guardia Civil “traidora”, evoca “la sospecha y el silencio” que se instalaron en las casas del Bierzo durante la Guerra Civil. No en la suya, que se convirtió en banderín de enganche de los que escapaban al paseo, “los que conseguían huir –explica- de los cuatro tiros en una cuneta”. Se ufana de que, cuando apenas tenía pelusa en el mentón, “ya montaba guardia para prevenir a los vecinos de las expediciones de falangistas, que formaban verdaderas bandas de terroristas”.
En el libro Guerrillero contra Franco, escribe Francisco sobre dos de esos huidos, los legendarios hermanos Girón, Pepe y Manuel. “Se establecieron a más de 2.000 metros, en la región de La Cabrera. Después de algunos meses, se reunieron con el ejército republicano de Asturias, en el que organizaron comandos especiales para llevar a cabo acciones de sabotaje. Era el germen de una guerrilla que más tarde se iba a organizar y desarrollar en Asturias, León y Galicia”.
Socialistas, anarquistas, comunistas… aquellos escapados no tenían “estado mayor”, como dice Quico, pero sí un severo reglamento que, entre otras cosas, prohibía el proselitismo político dentro de la organización. “Lo prioritario era estar contra el régimen desde la unidad y en la lucha armada. No había perspectiva política. Te incorporabas para escapar de la muerte o de la tortura. Y, una vez que lo hacías, era la muerte o la liberación. Era nuestra convicción y eso te daba mucha fuerza frente al enemigo. Éramos muy pocos, pero nos tenían mucho miedo”.
Enlace del Servicio de Información Republicana
Se constituyeron como guerrilla en los montes leoneses de Ferradillo, llamada la Rusia chica por la autoridad, desde donde crearon una red de enlaces gracias al enorme apoyo popular que encontraron en El Bierzo. Y ahí empezó el trabajo de Francisco. “Paraban en casa de mis padres. Había una parte militar, de defensa, y otra política: las Milicias Pasivas y el Servicio de Información Republicana. Yo tenía 14 ó 15 años cuando me apunté. Les ocultábamos, comprábamos lo que necesitaban, pero teníamos también una misión política: la de ganar adeptos para la lucha, sostenerla desde la legalidad”.
Sabotajes, robos a fascistas, compra de armamento en el mercado negro de Portugal… La Federación de Guerrillas León-Galicia se movía entre el oeste de León, el norte de Zamora, el este de Ourense y el sureste de Lugo. Sufrió sus primeras bajas en el año 42, cuando cinco maquis cayeron en un tiroteo cerca de O Barco de Valdeorras. En el 43 ya era la única guerrilla organizada que quedaba en España. Cada año celebraba congresos clandestinos en los que se elegía el Estado Mayor. En el 44, tras la fallida invasión del Valle de Arán, los comunistas que lucharon en la Resistencia francesa tomaron como ejemplo a la Federación para organizarse en agrupaciones que vivieron su época dorada tras la capitulación de la Alemania nazi y la condena de la ONU a la dictadura de Franco.
Es en ese momento cuando Quico, que había compatibilizado su trabajo en la mina y en un laboratorio de química con el apoyo al maquis, se incorpora a la lucha armada, a la II Agrupación de Guerrillas de la Federación. “Me descubrió la policía y no tuve más remedio que escapar. Y el único recurso era estar en la clandestinidad. El 23 de septiembre de 1947, tras pasar un día oculto por los alrededores de Cabañas Raras, vinieron a recogerme Guillermo Morán, Manolo, Negrín y El Objetivo. Guillermo se encargó de hacerme conocer el reglamento para que pudiese decidir. Podía elegir entre irme con ellos o arriesgarme a caer en manos de la policía, la tortura, la cárcel o la liquidación. Mi opción fue correr el riesgo luchando”.
Camino de una reunión en Lugo, en la estación de O Barco de Valdeorras, se topó con su bautismo de fuego. Su grupo fue sorprendido por una patrulla de la Guardia Civil y el enfrentamiento terminó con un agente muerto y otro herido. No hubo bajas entre la guerrilla, a la que Quico llegó en mal momento. Cuando, tras dos años de relativa calma, la sangre volvió a los montes. “Ya habían regresado los embajadores a España y Franco se había convertido en una pieza preciosa para los americanos. Pagamos el pato los que estábamos en la clandestinidad. Se nos aniquiló”.
Entre 1949 y 1950 fueron cayendo casi todos los guerrilleros que quedaban en el antiguo territorio de la Federación; nunca fueron más de cien. Su líder histórico, Manuel Girón, fue asesinado el 2 de mayo del 51 cerca de Molinaseca (Ponferrada). Antes de que finalizara ese año, los últimos cuatro maquis de la León-Galicia, Francisco entre ellos, escaparon -“¡sin apoyo de nadie, aquello fue una odisea!”- a Francia.
Tras tres meses de cárcel en una prisión de la legión extranjera, el grupo creó la primera comisión de exguerrilleros con el objetivo de “volver a España con dignidad, no con la cabeza gacha con la que tuvimos que volver al final”. Quico regresó en el 77 y colaboró con el PCE en las primeras elecciones democráticas, a pesar del dolor que le causó el recibimiento de sus “estados mayores”: “Tanto el Partido Comunista como el PSOE nos dejaron de lado cuando llegó la Transición. No nos reconocieron como uno de sus patrimonios. Ni hicieron frente al ninguneo franquista que nos llamó bandoleros para que en el exterior no se supiera que existía una resistencia, consecuencia de una guerra no terminada”.
Hoy, a punto de soplar 91 velas, vive tranquilo (y es un decir) en El Campello, Alicante. Lee mucho, escribe más, alimenta el blog Memoria Cautiva y da charlas a chavales en Institutos: “Soy un superviviente de aquello y mi obligación moral es contarlo, estar presente en la transmisión de una historia sin adulterar”.
Con la asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE) acaba de proponer una nueva ley de Memoria Histórica porque la de Zapatero –dice- no sirve. “No basta con quitar los símbolos. Si no se condena el franquismo, si no se anulan los juicios sumarísimos, si no se dota de derechos a los represaliados, los represores siguen siendo los que determinan la aplicación de la ley. Lo que tenemos –concluye- es una Memoria congelada”.
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