Este artículo se publicó hace 7 años.
El Congreso del PP endiosa a Rajoy
El cónclave concede al líder del PP un poder total para decidir el futuro de la formación conservadora sin tener que pronunciarse sobre quien le sucederá
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En el Partido Popular no hay más referente que Mariano Rajoy, dios y señor de todos los afiliados —“somos el mayor partido de España y uno de los más grandes de Europa”, dijo ayer— y de sus responsabilidades. Ese es el corolario del XVIII Congreso Nacional del partido que ha concluido a primera hora de la tarde de este domingo.
Pero por si había alguna duda, la escenografía del fin de fiesta del cónclave conservador se encargó de certificarlo: la organización ofreció un vídeo, de unos cinco minutos de duración, dedicado a mayor loor y gloria de Mariano Rajoy. No hubo ninguna imagen del líder bajo palio, pero no hizo falta para que quedara claro quién es el que manda.
"Vamos a contar una historia", arrancaba el audio del vídeo en el que todas las imágenes estaban centradas en Mariano Rajoy, sin dejar ningún detalle fuera. Desde su jura como presidente del Gobierno en diciembre de 2011 hasta su peculiar forma de practicar el deporte de la marcha a primeras horas de la mañana, incluido un plano específico para mostrar el movimiento de sus piernas.
A Rajoy no hay quien le chiste. Y menos en este final de fiesta del congreso nacional, una especie de convención de representantes de una gran compañía multinacional
"Un camino sin atajos", según el guionista del vídeo. Y a continuación un par de imágenes de Pablo Iglesias —"el cielo se toma por asalto" y "España ha votado un cambio de sistema"— y otro par de detalles para Pedro Sánchez— con sus "no a la gran coalición"y "no es no, señor Rajoy"—. Es decir, no hay color, según el guionista. Porque, según el guionista, "hay un partido y una persona que saben cómo lograr cualquier meta que se propongan, el PP y Mariano Rajoy", concluye el vídeo.
Todo por y para el líder. No hubo nadie más en el vídeo; los referentes históricos, no muchos, quedaron para el día anterior. Y en esa tarea están embarcados todos en estos momentos, desde una pareja de jóvenes entusiastas concejales en el ayuntamiento madrileño de Miraflores de la Sierra, en la oposición, hasta un veterano secretario provincial del partido que otrora militó en otra formación política.
A Rajoy no hay quien le chiste. Y menos en este final de fiesta del congreso nacional, una especie de convención de representantes de una gran compañía multinacional que se reúnen en un gran local para conocerse y celebrar lo bien que van las cuentas de resultados. Y darse ánimos mutuamente, especialmente entre quienes tienen las cifras más pobres.
Tanta fiesta hubo en la noche del sábado en Madrid que la mayoría de los compromisarios fueron llegando con cuentagotas al recinto de la Caja Mágica, algunos con cara de sueño, otros con el troller en las manos para salir corriendo a sus respectivos destinos. Pero relajados.
Andrea Levy, por ejemplo, llegó al lugar de encuentro con zapatillas de deporte que no conjuntaban precisamente con unos pantalones de pata ancha. En un corrillo se le pegó Esperanza Aguirre, con el estilo que le es propio, esto es de señora de derechas dispuesta a jugar al bridge después de merendar en Embassy un sándwich de berros.
No hay química entre ellas de modo que la madrileña trató, para sorpresa de terceros, con displicencia a la joven catalana y ésta acusó el golpe al no controlar el espacio escénico como la lideresa que cada vez trasmite menos brillo; como las estrellas enanas blancas. Este episodio no es esporádico y seguro que tiene otros protagonistas, pero son irrelevantes en estos momentos.
Entre Andrea Levy y Esperanza Aguirre no hay ninguna química: la veterana lideresa trató con displicencia a la joven catalana al coincidir en un corrillo
Una de las imágenes de este fin de fiesta la ponía Alicia Sánchez-Camacho, que repite como presidenta del comité electoral del partido."Me tendrán que seguir haciendo la pelota. Pediré jamones", decía entre las risas de la camarilla que le rodeaba en el amplio espacio "exposición", una especie de ágora a la que acudía esta mañana de domingo todo aquel que quería hacer las últimas declaraciones, especialmente para medios periféricos.
Allí se presentó Pepe Álvarez, nuevo secretario general de UGT, sin que hubiera nadie que le recibiera, salvo un periodista de una agencia para hacerle las preguntas de rigor. Nadie fue a recibir a otros invitados, que se dirigieron al plenario casi por inercia.
Los de Ciudadanos, Miguel González y Begoña Villacís, fueron enfocados generosamente durante las referencias que hizo Rajoy en su intervención cuando contó a la audiencia que el líder de la formación naranja, Albert Rivera, le había llamado con motivo de su reelección. Momentos después desde Ciudadanos se difundía por whatsapp una matización no menor: en realidad fue un mensaje de texto, lo mismo que hizo Rajoy con Rivera una semana antes.
Los compromisarios e invitados —que sorprendentemente no llegaron a completar el aforo del plenario, la pista central Manuel Santana— tuvieron a mano un regalo antes de ocupar sus asientos: un ejemplar del diario La Razón, denominado coloquialmente por los propios asistentes como "el boletín del congreso" junto con el librito Ruta Social del PP que Javier Maroto se ha empeñado en convertir en un best-seller cueste lo que cueste.
Una hora después de finalizado el cónclave tras el discurso de Rajoy el líder continuaba haciéndose fotos con todo quisqui que lograra acercarse a él. Sin lugar a dudas era el recuerdo más preciado con el que cabía regresar a casa: una imagen junto con el protagonista. Todo lo demás no cuenta. Es lo que pasa en el PP, que para eso es "el partido más grande de España y uno de los más grandes de Europa".
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