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La campaña del voto útil pasa factura a Vox mientras Sumar resiste la embestida del bipartidismo

PSOE y PP optaron por una campaña de concentración del voto útil que ha reforzado el bipartidismo, aunque la vuelta de este sistema continúa siendo una quimera.

Los candidatos a la presidencia del Gobierno, (i-d) Santiago Abascal, Yolanda Diaz y Pedro Sánchez, antes del inicio del debate electoral que se celebra este miércoles en Madrid.
Abascal, Díaz y Sánchez, durante el debate de RTVE que tuvo lugar en la campaña. Juanjo Martín / EFE

La llamada al voto útil no es una estrategia nueva en política. Los partidos que se disputan un determinado espacio (sobre todo los más grandes) basan una parte importante de su estrategia en tratar de concentrar el voto para no perder ni un solo escaño en ninguna provincia.

Sin embargo, en 2015 el modelo de bipartidismo imperfecto que había en España se quebró dando lugar a la coexistencia de varias formaciones dentro de un mismo espacio ideológico, capaces de competir electoralmente y de obtener el número necesario de escaños para ser relevantes en la política institucional y en la gobernabilidad del país.

Este escenario impera desde hace casi una década, y la vuelta del bipartidismo se parece hoy en día más a un anhelo nostálgico que a una realidad factible. Sin embargo, en las pasadas elecciones del 23J este anhelo volvió a cristalizar en estrategia.

En una batalla electoral disputadísima, y tras salir vencedor el Partido Popular en las municipales y autonómicas del 28M, algunos atisbaron la posibilidad de que se produjera un refuerzo importante de los principales partidos (los de Feijóo y el PSOE) en detrimento de las otras formaciones de sus espacios, Vox y Sumar.

El PP abrió esta puerta desde el momento en que puso en marcha su plan para borrar a Ciudadanos de las instituciones y fagocitar a su electorado. Con un actor menos en el tablero de la derecha y con el liderazgo de un Feijóo cuyo perfil (al menos inicialmente) aspiraba a interpelar al denominado votante de centro, los conservadores se vieron aupados en unas encuestas que los mantenía por encima de los 150 diputados.

Feijóo se lanzó a por una mayoría incontestable

Esto motivó que en la recta final de la campaña Feijóo se lanzara (sobre todo tras el debate cara a cara con Sánchez) a buscar una mayoría reforzada e incontestable que eventualmente podría beber, incluso, del electorado socialista.

En el espacio progresista el desarrollo de los acontecimientos fue distinto. En la izquierda alternativa algunas voces apuntaron a que el adelanto electoral de Pedro Sánchez no tenía tanto que ver con evitar que el impacto del 28M terminara de vaciar de optimismo al electorado progresista a través de un drenaje rápido del pesimismo, como con matar lo que había a su izquierda, el espacio liderado por Yolanda Díaz (que tuvo que constituirse sin apenas tiempo y entre tensiones internas).

La llamada al voto útil también fue un recurso utilizado por los socialistas, aunque su estrategia sufrió cambios a medida que iba avanzando la campaña. Sánchez siempre defendió la coalición de gobierno y verbalizó sin tapujos que su intención era la de reeditar esta alianza con Sumar y con Yolanda Díaz.

En la última semana, tanto desde el PSOE como desde Sumar se difundieron mapas e instrucciones sobre la mejor forma de repartir el voto entre las dos opciones en función de la circunscripción.

En las pequeñas había mejores opciones para la izquierda si el voto se concentraba en Sánchez, mientras que Díaz podía superar a Vox como tercera fuerza si lograba un buen número de sufragios en circunscripciones medianas (de seis o más escaños).

Los efectos finales de esta campaña del voto útil son distintos para la derecha y para la izquierda. Lo que es indudable es que se ha producido el refuerzo de un bipartidismo que en 2019 obtuvo el 49,2% de los votos, mientras que en el 23J logró el 64,7%; una subida de 15,5 puntos gracias, principalmente, a la concentración del voto en el PP tras la desaparición de Ciudadanos.

El bipartidismo se refuerza, pero no resucita

Sin embargo, este fortalecimiento de los dos principales partidos del país (mucho más claro en un PP que venía de tener 89 escaños y de competir con otras dos fuerzas en su espacio ideológico) está lejos de suponer la vaticinada vuelta del bipartidismo que algunas voces y encuestas vaticinaban.

Vox fue el partido más damnificado de los comicios, perdió 19 escaños y más de 620.000 votos, pasando del 15,21% de los votos que obtuvo en 2019 a un 12,39%.

Sumar, en mitad de una tendencia de concentración del voto en el bipartidismo, y ante las voces que auguraban su derrumbe (provocado por una estrategia premeditada por el PSOE), perdió cuatro escaños respecto a Unidas Podemos en 2019 y algo más de 105.000 votos, pasando del 12,97% de los votos al 12,3%.

Si se suman los votos que consiguieron Más País y Compromís (formaciones integradas en la coalición de Sumar) en 2019, la diferencia ascendería a más de 600.000 votos. Sin embargo, la concentración de todos estos partidos en una sola coalición permitió que solo se restaran cuatro escaños y que se compitiera mucho mejor en las circunscripciones electorales.

Hace solo mes y medio, además, las coaliciones de Podemos e Izquierda Unida que se presentaron a las autonómicas de mayo lograron sacar en total tan solo un millón de votos y perdieron más de 30 escaños entre los distintos territorios. El bipartidismo sale fortalecido a lomos de una ultraderecha que pierde enteros y de una izquierda alternativa que, de momento, resiste la embestida de las elecciones del voto útil.

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