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El asesinato que conmovió a la sociedad y abrió el camino hacia las ilegalizaciones políticas: 25 años sin Miguel Ángel Blanco

El Gobierno de José María Aznar apostó por endurecer la política antiterrorista tras aquel crimen, lo que derivaría en el cierre de medios de comunicación y en la proscripción de la izquierda abertzale.

Miguel Ángel Blanco
Imagen de archivo de una concentración en la que uno de los participantes enseña una foto de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP asesinado por ETA. EFE

Un antes, un después. Un aire irrespirable. Unas calles desbordadas y una sensación que nadie olvida. 25 años después de aquel estremecedor julio de 1997, Euskadi recuerda el asesinato de Miguel Ángel Blanco en un escenario radicalmente distinto al que existía entonces. Las duras imágenes, grabadas a fuego en la memoria colectiva del País Vasco, siguen presentes en la retina de sus protagonistas.

Miguel Ángel Blanco tenía 29 años, trabajaba en una consultoría y se desempeñaba como concejal del PP en Ermua, un municipio de 15.000 habitantes situado en la frontera entre Bizkaia y Gipuzkoa. Un comando de ETA lo secuestró el 10 de julio de 1997 cuando se dirigía hacia su trabajo.

Las intenciones quedaron claras en una llamada realizada esa misma tarde al diario Egin: el Gobierno del PP tenía 48 horas para acercar a cárceles vascas a todos los presos de ETA. Si no lo hacía en ese plazo, Blanco sería asesinado. El Ejecutivo de José María Aznar descartó por completo acceder a tal exigencia y diseñó un fuerte operativo policial junto a la Ertzaintza.

Mientras, miles y miles de personas se movilizaron en una vigilia desesperada para pedir por la vida del joven concejal del PP. Lo mismo hicieron el Papa Juan Pablo II o los veteranos líderes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros de Uruguay, con José Pepe Mujica a la cabeza. "Perderíamos legitimidad si calláramos la boca", decía aquella carta pública de los exguerrilleros.

El sábado 12 de julio, ETA mató de dos disparos a Miguel Ángel Blanco. El luto atravesó entonces España y las protestas crecieron. A lo largo de esos días hubo 1.500 movilizaciones en todo el país. La suma de las más numerosas arrojó una cifra de seis millones de participantes. 

El terremoto social en Euskadi fue igualmente inmenso. Jule Goikoetxea, profesora de la Universidad del País Vasco (UPV) y filósofa política, cree que aquel asesinato "rompió con todo principio ético-político que se podía haber manejado hasta ese momento". "Para mucha gente no fue simplemente el asesinato, sino a quién habían asesinado", señala.

Goikoetxea destaca que aquella "indignación masiva" tuvo también su "impacto interno" en ámbitos de la izquierda abertzale. "El asesinato de Miguel Ángel Blanco constituyó en ese sector un punto de inflexión total y absoluto –sostiene–: es la primera vez que la izquierda abertzale sociológica, sin ser necesariamente del partido, salió a la calle, protestó, explicitó su indignación".

"Aquello fue la expresión más descarnada de una fase agónica y literalmente suicida de ETA. Una fase terrible y de huida hacia adelante de un terrorismo absolutamente desatado", señala por su parte el sociólogo y profesor de la UPV Imanol Zubero.  

Del mismo modo, cree que aquel escenario "sirvió para reforzar un discurso antiterrorista más ligado al llamado constitucionalismo y fortaleció la estrategia del PP de Mayor Oreja y Aznar, que fue muy poderosa". 

"Cerco ideológico"

En efecto, el Gobierno del PP apostó entonces por una vía que conduciría un año más tarde al cierre del diario Egin y allanaría el camino hacia la aprobación de la Ley de Partidos y la consiguiente ilegalización de la izquierda abertzale en marzo de 2003. "Hubo un trabajo del Gobierno español para conseguir que diferentes organismos y Estados ayudaran con ese cerco ideológico", afirma Goikoetxea.

Esa hoja de ruta empezó a trazarse pocos días después del asesinato de Miguel Ángel Blanco. "La respuesta del pueblo ha sido fabulosa y nuestra voluntad es muy firme para enfrentarnos a esta gente", afirmó Aznar en una conversación telefónica mantenida el 21 de julio de 1997 con su homólogo de EEUU, Bill Clinton. "Es muy difícil, pero para eso está el gobierno, como usted sabe muy bien", subrayó el responsable del Ejecutivo español.

Según consta en un documento desclasificado del Departamento de Estado, el mandatario estadounidense aprovechó esa llamada para hacerle saber a Aznar que la Casa Blanca había seguido "con interés los acontecimientos en España tras el asesinato" de Blanco y la "indignación de la población". "Fue un momento muy duro y muy difícil", le respondió Aznar.

Dos condenas y una muerte extraña

El caso de Miguel Ángel Blanco tuvo su recorrido por los tribunales. En junio de 2006, la Audiencia Nacional condenó a Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, y a Irantzu Gallastegi, Amaia, como autores del asesinato.

Este viernes, en vísperas del 25 aniversario del crimen del concejal, el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón citó como investigados a José Javier Arizcuren Ruiz, Miguel Albisu Iriarte y María Soledad Iparraguire por su presunta vinculación con este caso.

Otro de los acusados en la primera etapa judicial, José Luis Geresta, apareció muerto en 1999. El peritaje policial determinó que se había suicidado, mientras que sus familiares y allegados denunciaron que había sido asesinado en el marco de la denominada "guerra sucia" contra ETA.

José Antonio Sáenz de Santa María, exdirector de la Guardia Civil, también sembró dudas sobre las causas de la muerte de Geresta. En una entrevista ofrecida a La Razón en 2001, atribuyó este caso a la "guerra irregular" contra ETA.

José Barrionuevo, el exministro del Interior en el Gobierno de Felipe González que fue condenado por su vinculación con el GAL, había apuntado un par de años antes en esa misma línea. "El etarra Luis Geresta aparece muerto, en las afueras de Rentería, con un tiro en la sien derecha. La pistola que lo ha disparado, y que no es suya, está en el lado izquierdo. Su mano está en el bolsillo del pantalón. Ya muerto le han arrancado dos muelas y le han serrado otra. Suicidio legal", escribió en una columna de opinión publicada en El País en noviembre de 1999. "Legalidad e ilegalidad: hoy y ayer", fue el título elegido.

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