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MADRID.- Después de no pocos procesos electorales pasados el resultado de la próxima jornada electoral se espera por primera vez con inusitada expectación y rodeada de una gran incertidumbre. La irrupción en el tablero político de dos formaciones novedosas como Podemos y Ciudadanos – esta apenas conocida en Catalunya como fuerza menor – ha removido todas las proyecciones demoscópicas creando un fuerte terremoto que, en pocas palabras, pone en cuestión el tradicional bipartidismo protagonizado por el PP y el PSOE en la mayoría de las instituciones del Estado español.
¿Resistirán estas dos mastodónticas fuerzas políticas el empuje de las formaciones emergentes?, ¿se producirá el “asalto a los cielos” tantas veces anunciado?, ¿se pondrá fin, en suma, a un sistema político vigente desde hace casi 40 años?. Sin tener la repercusión que tuvieron las elecciones municipales de abril de 1931 que acabaron con la monarquía de la restauración y dieron paso a la proclamación de la II República, el veredicto de las urnas comportará, sin duda, grandes cambios respeto al panorama político actual. Incluso sus repercusiones son desconocidas para cualquier analista, independientemente de su orientación.
En primer lugar, sea cual sea el resultado, el contraste respecto al color azul hegemónico del PP que surgió de los comicios locales y autonómicos de mayo de 2011 puede ser enorme: entonces, hace ahora cuatro años, la formación conservadora concentró el mayor poder territorial que nunca antes obtuvo ningún otro partido; ni siquiera los socialistas, en el lejano 1983, llegaron a gobernar tantos ayuntamientos y comunidades con tantas mayorías absolutas.
Sin embargo, la mayor parte de los sondeos publicados en las últimas semanas y en especial la macroencuesta del CIS conocida este mismo jueves pronostican una notable pérdida de apoyos electorales hacia el partido de la gaviota, que se traducirá en la pérdida del poder en varias comunidades y no pocos ayuntamientos si no reciben el apoyo de otras formaciones políticas.
La pérdida de poder por parte del PP no se transforma en una alternativa del PSOE, según todos los sondeos. Es más, también se pronostica una bajada de sus apoyos respecto a los recibidos en 2011. Lo mismo ocurre con Izquierda Unida, que puede quedarse fuera de algunas instituciones. De UPyD, un partido “emergente” hace cuatro años, nadie vaticina nada bueno: sencillamente desaparece como formación política.
Quienes ganan, lisa y llanamente, son Podemos, junto a las alianzas “ciudadanas” creadas para las elecciones municipales, y Ciudadanos porque irrumpen en escena con una llamativa presencia desde la nada y, sobre todo, porque sus decisiones van a ser determinantes para conformar mayorías de gobierno, al menos sobre el tapete.
Más de 8.000 ayuntamientos y 13 comunidades autónomas estarán pendientes de los resultados de las votaciones del próximo día 24.
Y aquí entra en juego el nudo gordiano de este complejo proceso electoral que se dirime el día 24: qué gobiernos de coalición podrán cerrarse o qué alianzas políticas serán viables en el tiempo para poder garantizar una gobernabilidad estable en, al menos, una docena de comunidades autónomas y la mayoría de los ayuntamientos más importantes de todo el territorio español. }
Irremediablemente va hacer acto de presencia un concepto bastante olvidado en el panorama político actual: el pacto. Pero, ¿quién pacta con quién?, y ¿dónde?; ¿el acuerdo alcanzado en Vigo es válido para Elche?, y así sucesivamente. Por no hablar de las combinaciones que se abren tras un resultado electoral desperdigado en escaños en no pocas comunidades autónomas. Desde luego, en estos momentos ningún portavoz de las principales formaciones políticas en liza se atreve a abrir la boca y realizar el más elemental de los pronósticos salvo el de que se sale a ganar.
No hay fórmula matemática aplicable para resolver la gran variedad de ecuaciones que se van a presentar ante los actores políticos tras el 24-M. Los “aparatos” de los partidos, los viejos y los emergentes, van a sudar tinta china para ordenar todos los procesos de negociaciones que se abran: la combinación que vale para el noroeste puede ser contraproducente en el sureste.
Existe tanta prevención que hasta el mismo momento del inicio de la campaña electoral, periodo en el que legalmente se puede pedir expresamente el voto para una determinada formación política, los anuncios de los programas electorales han sido muy tamizados. Sin duda hay temor a que unos compromisos excesivamente explícitos pudiesen volverse en contra de quien los plantea de cara a las negociaciones que sin duda se abrirán tras la jornada electoral.
El programa más llamativo, el de Podemos, anunciado apenas hace tres días, está repleto de “sentido común”, como lo definió su líder, Pablo Iglesias. Pero el contenido no tiene la garra y los revulsivos de las propuestas planteadas para los comicios al Parlamento Europeo de hace un año y que supusieron su salida a escena. Sin duda alguna, en esta formación política se ha impuesto la moderación para intentar abrir su abanico electoral.
Ciudadanos, la otra fuerza emergente, se ha limitado a hacer propuestas puntuales, siempre en boca de su líder, Albert Rivera, sin grandes pretensiones de trascender o de ser un gran revulsivo. Tal parece que sean ideas que igual sirven para un roto que para un descosido. La apuesta de este partido es dejarse arrastrar por la ola creciente que marcan las encuestas. Incluso el diseño de su campaña es modesto, con actos en recintos de poca capacidad, pero buscando repercusión mediática.
Los partidos clásicos han diseñado campañas más tópicas, pero con variaciones. Alberto Garzón, la “nueva imagen” de IU, es el protagonista en base al lema de que “otra política es posible” para salir de la crisis y eliminar la marginación. Con escasos recursos, su apuesta es apuntalar aquellos feudos que han sido más fieles en los últimos años para evitar una sangría a Podemos o incluso al PSOE.
Los socialistas tampoco se han desgañitado a la hora de hacer unas propuestas rompedoras. Su líder, Pedro Sánchez, que ha apostado por hacer una verdadera maratón durante la campaña, presentó un programa marco que resume propuestas ya conocidas, y se ceñirá a lanzar ideas puntuales en momentos concretos. La estrategia de la campaña socialista pasa por ceder el peso a los candidatos locales, tanto en las diversas comunidades como en los ayuntamientos. El PSOE, no obstante, no renuncia a un clásico: llenar la plaza de toros de Valencia, todo un icono en campañas electorales del pasado. Una cita arriesgada, sin duda.
La apuesta del PP es tremendamente conservadora. Tras un lema sencillo – trabajar, hacer, crecer – todo se fía a su líder y presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien también se va a dar una paliza recorriendo la piel de toro. Los candidatos van a ser actores secundarios y arrimados bajo el paraguas de su máximo dirigente, quien va a repetir hasta la saciedad la letanía de argumentos ya conocidos: cómo estaba España cuando el PP llegó a La Moncloa y cómo está ahora, todo ello bien sazonado de cifras y más cifras. No habrá más que eso, será su particular raca-raca.
La lectura de los resultados de este tipo de comicios siempre es complicada ya que no se trata de datos homogéneos.
En consecuencia, en la noche de la jornada de votaciones los discursos se van a concentrar en destacar datos favorables, sin mayores reflexiones. PP y PSOE se pelearán por trasladar la imagen de victoria de uno sobre el otro, mientras que Podemos y Ciudadanos lucharán por aparecer como “primus inter pares”; por su parte, IU buscará aparecer como el referente de izquierdas de siempre.
Cualquier lectura que se haga esa noche tendrá visos de credibilidad dada la diversidad de resultados que se ofrecerán a los ciudadanos. Unos harán interpretaciones más a corto plazo mientras que otros es probable que aprovechen la ocasión para lanzar ya mensajes de cara a los comicios generales de otoño, los que realmente importan a los actores políticos. Una tendencia más que probable a romper el sistema de bipartidismo, con mayor o menor fuerza, tendrá más impacto en unos comicios generales que en los resultados municipales y autonómicos.
Para las formaciones políticas en liza, especialmente para las emergentes Podemos y Ciudadanos, estos comicios que se dirimen desde hoy hasta el día 24 son una especie de ensayo general de cara a las elecciones generales de finales de año. Estas son, por lo tanto, unas primarias. Las de verdad están por venir dentro de unos meses, pero mientras tanto el escenario político va a estar más revuelto que nunca, incluso es posible que con algún que otro revolcón. Eso está garantizado.
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