Este artículo se publicó hace 9 años.
Movimiento 'okupa': 30 años de lucha urbana contra la economía de mercado
En diciembre de 1984 se produjo en Barcelona la primera 'okupación' urbana en la historia de la democracia en el Estado. Treinta años después, "el movimiento ha evolucionado
construyendo un entorno de proyectos colectivos estables difícilmente definibles mediante estereotipos".
Alejandro Torrús
MADRID.- Es el mes de diciembre de 1984. El movimiento vecinal que ha florecido durante el transcurso de la dictadura de Franco a la democracia de Felipe González está en plena decadencia. La tasa de paro juvenil asciende al 40% -en la actualidad se encuentra en 51,36%%- y apenas hay espacios para que la juventud se organice, se entretenga y dé satisfacción a sus inquietudes. Es más fácil encontrar un gramo de heroína, de esos que te elevan al cielo y te alejan de la realidad de un país que aún tiene la potestad para mandarte a la 'mili', que un maldito espacio donde compartir y experimentar formas de vida colectivas.
Joni D. tiene 16 años en 1984 . Toca en un grupo de punk pero ni él ni sus colegas encuentran local de ensayo. De hecho, es prácticamente imposible encontrar un espacio estable para ofrecer conciertos de música punk. Lo ha intentado en espacios públicos dedicados a la juventud pero "el control" de los poderes públicos "es casi absoluto, tiránico".
"Viajamos a países que no acaban de salir de una dictadura fascista y decidimos que había que okupar. No eramos conscientes de que empezábamos algo tan importante y duradero como el movimiento okupa, pero sí que teníamos la sensación de que iniciábamos algo nuevo", relata Joni D. en conversación telefónica con Público.
El viernes 7 de diciembre de 1984, de madrugada, Joni D., junto a una veintena de jóvenes de entre 16 y 24 años, decidieron dar el salto. Eligieron un antiguo ambulatorio que llevaba la friolera de 18 años deshabitado y abandonado en la calle Torrent de l’Olla número 18 de Barcelona. "Allí sólo había ratas", recuerda Joni. Cargados de escobas, brochas y colchones los jóvenes rompieron la cadena de la puerta. Sin saberlo, el grupo acababa de protagonizar la que ha pasado a la historia como la primera okupación en una gran ciudad en la historia de la democracia del Estado español.
La aventura, sin embargo, apenas duraría unas horas. La Policía llegó dos horas después. Cargó contra los jóvenes que pintaban la deteriorada fachada y tras estampar un furgón contra la puerta desalojaron el edificio deteniendo a los okupas.
"El PSOE de González, lejos de traer el cambio deseado, intentó paralizar todo el movimiento social y vecinal metiendo dinero en las asociaciones de vecinos, juveniles, frentes cívicos y terminó desarmando el movimiento. Ese era el momento social que vivíamos. Protagonizamos una pequeña heroicidad espontánea e inconsciente. Pretendimos que la gente volviera a autoorganizar su ocio", prosigue Joni D.
1985 fue el año del boom del movimiento 'okupa' en diferentes puntos del Estado.
La "pequeña heroicidad" de estos chavales de Barcelona rápidamente encontró eco en la prensa y en el resto del Estado. 1985 fue el año del boom del movimiento okupa en diferentes puntos del Estado. Al intento de Barcelona le sucedieron okupaciones en Pamplona, Bilbao, Valencia y Madrid.
Porrazos, golpes, gritos y confusión
En Pamplona, el 30 de marzo de 1985, después de un concierto mañanero en la Plaza del Castillo tiene lugar la okupación del local municipal situado en la calle Zapateria, 40. Sin embargo, tras varias cargas y en cuestión de horas, los okupas fueron expulsados por la Policía Municipal. Diferentes colectivos de Pamplona lo intentaron hasta dos veces en los próximos meses. Todas acabaron con desalojos violentos.
Itziar fue una de las decenas de jóvenes que participó en la okupación del edificio el 23 de septiembre de 1985. "Después de limpiar todo nos enteramos de que nos desalojarían si no nos íbamos. Decidimos bailar al son de una gaita y con la barriga llena de cerveza y un bocata de chorizo empezamos a saltar", relata esta chica, que asegura que en pocos minutos la Policía Municipal ya había conseguido entrar en el edificio.
"Hubo porrazos, golpes, gritos y confusión. Se me ocurrió preguntarle a un municipal si no le parecía que se comportaba como un nacional y recibí un porrazo en la cabeza (...) Entre tanto casi todos habían sido ya desalojados", sentencia.
Criticas a la sociedad de clases
El movimiento okupa ya había explotado en Catalunya, Navarra y Euskadi. En noviembre de 1985 llegó la primera okupación en Madrid. Fue en el número 83 de la calle Amparo, en Lavapiés, y estuvo protagonizado por el Kolectivo de Okupantes de la Kasa de Amparo (KOKA). Si en Barcelona la primera aventura okupa se había prolongado apenas dos horas, en Madrid duró un poco más: 11 días y también finalizó a golpe de porra contra aquellos que se habían atrevido a poner en entredicho el concepto de la propiedad y de la posesión.
Los nuevos espacios se caracterizaban por un rechazo total a la autoritarismo y al partido político y por una voluntad basada en el "hazlo tú mismo"
Estas primeras okupaciones eran realizadas por pequeños grupos con un mensaje radicalmente diferente al dominante. Los nuevos espacios se caracterizaban por un rechazo total a la autoritarismo y al partido político y por una voluntad basada en el "hazlo tú mismo" (Do it yourself!).
"En estos años vivimos una reformulación de las luchas políticas en un entorno urbano y metropolitano. Se ampliaron las críticas a la sociedad de clases y también a la gestión socialdemócrata de la misma para intervenir en temas como la especulación urbana, el sexismo o el fascismo desde la acción directa, el asamblearismo y la auto-organización horizontal sin dirigentes", explica a Público el doctor Miguel Ángel Martínez López, autor de diversas obras y trabajos de investigación sobre el movimiento okupa.
Un camaleón
De esta manera, el colectivo okupa, ligado al movimiento 'punk' en sus orígenes comienza a mutar, como un camaleón, para adaptarse a todo tipo de luchas sociales. Así, si en el 2000/01, el movimiento apareció ligado a las protestas contra la globalización, en 2003 se apiño en torno a las manifestaciones contra la guerra de Irak, y en la actualidad está más vinculado que nunca a la denuncia contra la especulación inmobiliaria.
"Fue importantísimo plantear en las portadas de los periódicos la problemática de la vivienda juvenil y de los espacios socio-culturales para jóvenes. No podemos olvidar que muchas de las reivindicaciones que hoy en día realiza la PAH las viene realizando el movimiento okupa desde aquel 7 de diciembre de 1984”, prosigue Joni D.
Un ejemplo de esta evolución del movimiento okupa y de los centros sociales autogestionados es en la actualidad el Patio Maravillas. El espacio, que okupa desde hace cinco años un inmueble en el centro de Madrid, integra en su seno asambleas del 15-M, talleres de cocina, de baile, de yoga, colectivos de defensa de la Sanidad Pública, y otras organizaciones en defensa de los derechos de los trabajadores como la Oficina Precaria o de los intereses de los jóvenes como Juventud Sin Futuro.
Unión con el movimiento obrero
No obstante, para conocer la primera gran mutación del movimiento hay que retroceder hasta 1988 con la okupación de la histórica imprenta de Minuesa. Es en este momento cuando se produce la comunión entre el movimiento obrero y el okupa.
Los trabajadores de la imprenta Hijos de E. Minuesta, ubicada en el número 24 de la Ronda de Toledo (Madrid), se encerraron en el edificio, que iba a ser vendido por las deudas que soportaba la compañía. El encierro fue secundado por grupos de okupas que, apoyados por los obreros, constituyeron un Centro Social Autogestionado en el inmueble.
El periodista y escritor Jacobo Rivero participó en la actividad de Minuesa a través de la asociación de estudiantes en la que militaba.
El periodista y escritor Jacobo Rivero participó en la actividad de Minuesa a través de la asociación de estudiantes en la que militaba. No fue la única asociación que allí se instaló. También participaron en la actividad de la okupa Madres contra la Droga, movimientos antimilitaristas, antiracistas, feministas, ecologistas...
"Minuesa se convirtió en un centro social, cultural y político muy importante. Fue un aglutinador de energías", señala Jacobo Rivero, que recuerda que en el Centro se organizaban todo tipo de actividades, desde organizar un comedor social todos los domingos a celebrar conciertos como el que allí ofreció Diego el Cigala.
Esta nueva okupación duró cinco años. Hasta el 12 de mayo de 1994 cuando la Policía desalojó' violentamente el edificio. 22 activistas fueron detenidos, hubo dos heridos y los alrededores del Centro se convirtieron en una batalla campal entre policía y okupas. "Los 80 fueron una época donde la Transición aún no había llegado a las comisarías. La violencia policial estaba más a la orden del día", rememora Rivero.
La okupación de Minuesa mostró el camino para la alianza del movimiento okupa con otros sectores de lucha social. Tras la experiencia de la antigua imprenta, se okuparon centros sociales en zonas más alejadas del centro permitiendo una vinculación mucho más fuerte entre el movimiento y el territorio. "La influencia de Minuesa es muy importante. Se empatizó con los trabajadores y se crearon vínculos entre nuevos centros ocupados y asambleas de trabajadores, por entonces con mucho más fuerza que ahora", prosigue Rivero.
Criminalización del movimiento
Con la extensión del movimiento también aumentó su represión y criminalización por parte de los poderes públicos. En 1995, el llamado 'Código Penal de la democracia' conviertió en delito la okupación de inmuebles. "La ocupación hasta el Código Penal de 1995 no estaba prohibida ni era considerada delito. Estaba regulada, era un procedimiento civil, no había castigo, pero en 1995 se tipificó como delito", explica el abogado Eduardo Cáliz, especializado en temáticas relacionadas con la okupación en esta entrevista.
En 1999, y durante otro violento desalojo en Valencia se produciría el fallecimiento de José Luis Enguidanos Pons, de 32 años
El doctor Miguel Ángel Martínez recuerda que con la entrada del nuevo Código Penal, algunos CSOA desafiron abiertamente el nuevo marco legal y político incrementando su presencia pública y aumentando también "la resistencia pasiva y activa a los desalojos con más enfrentamientos en la calle con las fuerzas policiales".
"El mayor aumento de ataques a mobiliario urbano o a empresas durante algunas de estas manifestaciones, junto con la estrategia de algunas autoridades políticas por vincular al movimiento con grupos armadas como ETA, contribuyeron a que los mass media crearan una imagen más negativa de los okupas y a que aumentara su criminalización y persecución", analiza Martínez.
Así, en 1996, durante el primer año de Aznar como presidente del Gobierno, se produce la 'batalla del cine Princesa' en Barcelona, en la que tras una espectacular actuación policial iniciada en plena madrugada con cerca de 200 agentes policiales y un enorme despliegue de medios, entre los que figuraba hasta un helicóptero, los poderes públicos desalojaron la céntrica sala barcelonesa tras siete meses de okupación. La operación policial se saldó con 17 heridos y 55 detenidos.
Tres años después, en 1999, y durante otro violento desalojo en Valencia se produciría el fallecimiento de José Luis Enguidanos Pons, de 32 años, que cayó desde el techo del escenario del Teatro La Princesa de Valencia al patio de butacas. El edificio okupado por los activistas llevaba diez años vacío.
También se produjeron en estos años sucesivas okupaciones, desalojos y reokupaciones del 'gaztetxe' de Pamplona, que, finalmente, fue borrado del mapa en 2004 cuando el Ayuntamiento decidió acabar con el espacio derruyendo el edificio.
La demolición como solución
La misma suerte que corrió el 'gaztetxe' de Pamplona ha acompañado a otros muchos Centros Sociales Okupados Autogestionados en los últimos años. Así, hace apenas un año, en mayo de 2014, fue derribado en Barcelona el centro okupa de Can Vies tras 17 años de okupación.
Apenas unos días más tarde, en Oviedo, le tocó el turno al Centro Social Okupado y Autogestionado (CSOA) La Madreña, que llevaba activo tres años. Unas semanas después, el Ayuntamiento de Madrid derribó el centro okupa La Traba, en Madrid.
A pesar de estos últimos desalojos, desde la Oficina de Vivienda de Madrid aseguran que el movimiento okupa goza en la actualidad de una "buena salud". "Probablemente esté en su mejor momento", asegura en esta entrevista.
La Oficina distingue entre el trabajo que están realizando el movimiento de vivienda expropiando "edificios enteros a bancos" y apoyando "okupaciones individuales en pisos abandonados que pertenecen a especuladores, inmobiliarias y demás estafadores" y, por otro lado, la "buena salud" de la red de centros sociales "muy diferentes políticamente, pero que hacen trabajo de barrio y que representan un desafío constante para los que pretenden decirnos que esta ciudad no es nuestra".
Han llegado para quedarse
Treinta años después de la llegada del movimiento okupa al Estado español parece evidente que ha llegado para quedarse. Sin embargo, son muy pocos los casos en los que los CSOA han conseguido llegar a acuerdos de permanencia con las administraciones públicas. La respuesta de los gobernantes sigue siendo, de forma mayoritaria, la expulsión y los desalojos.
"Hay motivos suficientes para pensar que, por encima de desalojos y situaciones concretas, han llegado para quedarse definitivamente"
Sin ir más lejos, este mismo miércoles, 200 agentes de la Policía Nacional desalojaron de madrugada a los activistas del Patio Maravillas que apenas ocho horas habían okupado un edificio de 3000 metros cuadrados en pleno Paseo del Prado (Madrid). Los activistas del Patio Maravillas ya han advertido de que "no habrá desalojo" que los "pare".
El periodista Jacobo Rivero y la sociólogo Olga Abasolo escriben en La okupación como transformación del estado presente de las cosas que en la actualidad los centros sociales autogestionados "han dejado atrás la política ficción, han construido un entorno de proyectos colectivos estables y se han convertido en lugares difícilmente definibles mediante estereotipos y tópicos". "Hay motivos suficientes para pensar que, por encima de desalojos y situaciones concretas, han llegado para quedarse definitivamente", sentencian Rivero y Abasolo.
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