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Actualizado:En una sociedad que trata a toda costa de imponer un modo de vivir único y hegemónico, promover la inclusión de identidades diversas constituye una lucha revolucionaria. Es esto lo que explica Ludovic-Mohamed Zahedimam, imam fundador de la primera mezquita integradora de colectivos LGBTIQA+, cuando habla de este movimiento inclusivo global: rechazar la incompatibilidad de la diversidad sexo-genérica con el islam "es una herramienta muy eficiente para deconstruir el patriarcado, el dogmatismo y el nacionalismo" centralizador, lo que es para él la base de todo sistema de discriminación, independientemente de la cultura o la religión bajo la que se enmascare.
Junto a él, en la ponencia "Un acercamiento a la comunidad musulmana", celebrada en el marco de la Conferencia Internacional de Derechos Humanos del Orgullo Gay de Madrid, Daniel Ahmed Said, educador social y activista por la diversidad sexual y de género en el islam y contra la islamofobia, y Hafedh Trifi, miembro de la Coalición LGTBIQA+ de Túnez, son también artífices de esta lucha por la aceptación de la pluralidad de identidades musulmanas y queer y de la coexistencia entre ambas.
Daniel Ahmed Said desvela la islamofobia que subyace de la creencia de que el islam y las disidencias sexo-genéricas son realidades irreconciliables. "Se piensa en las categorías LGBTIQA+ occidentales y todos los derechos que están ligados a ellas como parámetros universales a través de los cuales medir el grado de civilización, de democracia o de barbarie de cualquier contexto, cualquier territorio, en cualquier momento histórico", explica. De esta manera, se invisibiliza "la existencia ininterrumpida de identidades queer a lo largo de la civilización árabe-islámica" y se oculta la estrecha relación de la penalización de las identidades sexuales diversas en los países musulmanes con la imposición de la moral napoleón-victoriana occidental durante la época de la colonización.
Homonormatividad y supremacía blanca
La obsesión de Occidente por categorizar cualquier realidad dentro de la dicotomía normalidad-alteridad ha llevado a la creación de dos estereotipos enfrentados para definir cualquier experiencia de homosexualidad dentro y fuera del mundo musulmán.
Por un lado, describe Ahmed, tenemos el sujeto homosexual ciudadano. "Blanco, guapo, con dinero, secular y consumista", es percibido como "no amenazador" y asimilado como parte de la identidad nacional, pero paga un precio por ello: su "desmovilización, despolitización y privatización", aclara el activista. Sus derechos ya han sido reconocidos, ya no tiene de qué quejarse, ha de guardar silencio y ajustarse a los cánones sociales sin cuestionarlos.
Toda minoría racial o cultural que no puede o no quiere encajar dentro de esta normatividad es criminalizada. En el caso del islam, apunta Ahmed, la criminalización pasa por considerar a cualquier creyente "LGBT-fóbico, sexualmente reprimido (porque el islam no le deja ser homosexual), fundamentalista, irracional" y, sobre todo, un terrorista en potencia.
Islamofobia queerizada
Este relato supremacista se apropia de los discursos de liberación feministas y LGBTIQA+ para justificar la supuesta misión civilizadora de Occidente, manifestada en actitudes islamófobas dentro de sus fronteras y en intervencionismo neoimperialista fuera de ellas. Daniel Ahmed utiliza el término "islamofobia queerizada" para referise a este fenómeno.
"Existe, dentro de este entramado, la posibilidad de que las identidades musulmanas queer sean", puntualiza Ahmed: que "se rediman de alguna manera a través del secularismo, de los valores democráticos que se atribuyen única y exclusivamente a la modernidad occidental".
Resistencia a una islamofobia queerizada que los discrimina fingiendo salvarlos
Así, la homosexualidad se convierte, para las personas musulmanas, "en una identidad de resistencia", afirma Ahmed. Resistencia a un colonialismo cultural que dicta cómo tienen que vivir su fe y su sexualidad. Resistencia a una construcción social impuesta y unidimensional, que les niega la posibilidad de ser seres humanos complejos con identidades múltiples. Resistencia a una islamofobia queerizada que los discrimina fingiendo salvarlos.
Descolonizar las mentes
"En Túnez, la homosexualidad es reprimida en el marco socio-económico, cultural, legal y religioso", explica el activista tunecino Hafedh Trifi. "Las personas LGBTQI que son musulmanas tienen vergüenza de decirlo, porque van a ser rechazadas por las personas hetero o por otros LGBT creyentes, amenazados de muerte en los sermones de ciertos imanes y también rechazadas por la comunidad LGBT, de tradición laica y que opina que la religión debe limitarse al ámbito privado", relata Trifi. El tunecino cuenta cómo el intenso conflicto interno entre su creencia religiosa y su orientación sexual lleva en su país a muchos musulmanes LGBTIQA+ a la depresión y, en muchas ocasiones, a cometer tentativas de suicidio.
El tunecino Hafedh Trifi explica la raíz colonial de la penalización de la homosexualidad en su país
La legitimación de la homofobia en Túnez sólo es religiosa en apariencia, denuncia el activista. Tampoco es inherente a la tradición legal del país norteafricano, explica. Su penalización sólo se inscribe en la ley tunecina a partir de 1860, con la instauración del protectorado francés. De hecho, la Constitución pre-colonial de 1800 reconocía la libertad de religión y orientación sexual. La traducción del Código Penal francés (que penalizaba únicamente la sodomía) al árabe fue el primer documento legal tunecino que incluía el temido artículo 230, criminalizando la homosexualidad masculina y femenina, que el colectivo al que pertenece Hafedh Trifi lucha incansablemente por suprimir.
"Cuando analizamos la historia del marco jurídico no encontramos leyes o prácticas que criminalicen a las personas LBGTQI en general y, sobre todo, a las personas LGBTQI que practican los ritos islámicos", apunta Trifi, "la penalización ha venido después, con la colonización francesa en el caso de Túnez, Argelia y Marruecos. Para los otros países ha sido más la influencia de Gran Bretaña".
El abogado de derechos humanos Jesús López Gil, de la Asociación de Abogados Contra los Delitos de Odio, moderador de la charla, añade que "en Marruecos, hasta 1962, [la homosexualidad] no fue un delito, por influencia de Arabia Saudí, y, en Indonesia (país más grande de tradición musulmana, no se consideró delito hasta muy recientemente. En Al-Ándalus, la España musulmana, había un barrio muy conocido -el barrio de Zaydun, en Córdoba- donde se practicaba libremente la homosexualidad".
"Nuestra historia ha sido colonizada", explica el imam Ludovic-Mohamed Zahedimam. "Incluso en tiempos del profeta teníamos esas figuras, de hombre afeminado y mujer masculina, así que estas identidades trans o queer fueron parte de nuestra historia desde el principio, incluso antes del islam tal y como lo conocemos ahora", señala.
El activista español Daniel Ahmed también insiste en la influencia de la colonización del siglo XIX en la implantación de una rígida moral en torno a la sexualidad en los países de mayoría islámica. Rechaza la división del mundo mediante "un mapamundi azul y rojo", que distingue un Occidente bastión de la defensa de los derechos LGBTIQA+ de un "Sur global" con leyes en contra de la homosexualidad. Propone afrontar este tipo de debates desde la autocrítica, descolonizar nuestras mentes cuestionando nociones preconcebidas: "¿Cómo llegaron esas leyes ahí? ¿A quién afectan realmente? ¿La mayoría de los habitantes de esos países están a favor o en contra? ¿Se trata de democracias o dictaduras? ¿Quién ha puesto esas dictaduras ahí? ¿Quién les vende armas? ¿Quién está detrás de estas políticas?", interpela.
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