Este artículo se publicó hace 8 años.
Picasso, el pintor insultado en el franquismo
El apoyo de Picasso a la República durante la guerra civil española provocó un cambio radical en la imagen de su figura artística en la prensa durante la dictadura franquista, hasta la tibia apertura informativa de los años 50.
-Actualizado a
MÁLAGA. - Tal día como hoy, hace 135 años, nacía Pablo Ruiz Picasso. La idea que tenemos de lo que significó su arte la podemos formar a partir de su obra, las críticas o sus propias palabras recogidas en publicaciones. Pero, sin duda, uno de los canales de comunicación que más incidencia tuvo en la población de la época fue la prensa.
Hoy día no se cuestiona su capacidad artística, pero hubo una etapa en este país donde el nombre de Picasso desapareció. Y, cuando aparecía, era para lanzar duras críticas sobre él.
Basta sólo realizar una búsqueda de hemeroteca entre 1931 y 1950, en dos diarios destacados de la época, como La Vanguardia y ABC (en sus ediciones de Madrid y Sevilla), para comprobar la evolución de la imagen de Picasso desde la II República española, durante la Guerra Civil y los primeros años del franquismo, antes del aperturismo informativo de mediados de los cincuenta.
A finales de 1931, se publica una crónica de una conferencia de Junoy (La Vanguardia, ver documento). El escritor decía del pintor malagueño que “en cuatro rasgos de un Picasso está toda la historia y toda la prehistoria del arte”. A su lado, otro artículo de opinión recogía que era el paradigma del artista auténtico. “Es difícil encontrar en la historia de las Bellas Artes, ni siquiera en el Renacimiento, una personalidad tan vigorosa”, recogía la crónica. En ese texto, Picasso era el “genio de la pintura moderna”, con su aportación de “múltiples variaciones”, sin dejar de “evolucionar y transformarse”. También se hacía un reconocimiento patrio de su figura, con referencias como “es nuestro pintor” o “el hijo pródigo”.
Aunque la prensa reconocía y debatía sobre su arte, el Gobierno republicano no había adquirido por entonces ninguna de sus obras. Es, precisamente, el posicionamiento político posterior de Picasso lo que motiva que la República refuerce su imagen.
Con motivo de una exposición de arte contemporáneo español en la galería Piectheimen de Alemania, La Vanguardia (27/04/1932, ver documento) refleja que Picasso es “el centro del certamen” y que constituye un “revolucionario de la pintura”, por ser el “destructor de la forma” y por “aunar la maestría de nuestros clásicos”. Durante 1932 la fama de Picasso aumentará. Una crónica de ABC Madrid (15/06/1932, ver documento) recogía la exposición que se realizaría de él en Georges Petit. Por primera vez se presentaba su obra completa en París. El redactor sugiere que Picasso es un “hombre mito”.
1935 será convulso para Picasso por motivos personales que sobrepasarán al artista. Dejará de pintar durante meses, desde mayo de 1935 hasta febrero de 1936, en los que se dedicará a escribir poemas surrealistas. A finales de año, la exposición de Picasso en Madrid, que parecía un hecho imposible, comienza a tomar forma.
La República agoniza sus últimos meses justo cuando Picasso expone sus obras en España. El inicio de la contienda civil marcará un antes y un después en él, personal y artísticamente. A comienzos de 1936, Picasso protagoniza en La Vanguardia (22/01/1936, ver documento) la crónica de la exposición organizada por ADLAN, la primera de artista en nuestro país. Se hace un intenso y meditado juicio de su obra, destacando su “renovación” y su “arte nuevo”.
Pocos días antes del alzamiento militar, ABC de Sevilla (21/06/1936, ver documento) publica una pequeña crónica, sobre la publicación de un libro de Picasso por Gerardo Estrada. Ya aquí, el periodista critica al pintor, calificando su obra de “errabunda y huidiza”, de “ilógica” y de parecer “jeroglíficos”. Después, califica a Picasso como “rey de los humoristas”.
Picasso seguirá el enfrentamiento civil desde fuera de España. Desde el principio, el artista se compromete con el bando republicano. Además, su nueva relación con Dora Maar y los surrealistas, como el poeta Paul Éluard, le lleva a estrechar sus lazos con la izquierda. Por ello, se comprometerá a buscar fondos y a salvar el patrimonio artístico del país. Fue entonces cuando recibió el encargo de la II República para el pabellón español en la Exposición Mundial de París.
Dos meses después, el presidente de la República, Manuel Azaña, lo nombra director del Museo del Prado de forma simbólica. Este hecho será recogido días más tarde en el ABC de Madrid (23/09/1936, ver documento), sin embargo no aparece en su edición de Sevilla, que ya estaba en manos franquistas. Pero es el 10 de diciembre de 1937 cuando aparecen en la prensa del país dos visiones contrapuestas del artista. Mientras el diario La Vanguardia califica a Picasso de “gran artista” por representar el arte español en el American Artist’s Congress de Nueva York; el diario ABC de Sevilla reproduce uno de los discursos radiofónicos de Queipo de Llano. Picasso será duramente criticado, en un texto con un alto contenido político de ataque al comunismo. Para él, Picasso “exhibe su maldad, como el marxismo”, porque muestra en sus cuadros “horrores cometidos por soldados nacionales”, en referencia directa a Guernica.
El cuadro “Guernica” emprenderá un recorrido por Londres, Leeds, Liverpool, hasta terminar en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. La obra es la protagonista de un artículo de opinión en La Vanguardia en octubre de 1938 (23/10/1938, ver documento), de contenido muy político, a favor del artista, que califican como “malagueño universal”. El diario catalán también recogerá otras acciones de Picasso, como su apoyo a la República con las colonias infantiles (16/11/1938, ver documento) o con los comedores infantiles (06/12/1938, ver documento).
En enero de 1939 las tropas franquistas entran en Barcelona. La guerra civil se recrudece en sus últimos meses y, con ella, la propaganda informativa. La última referencia positiva en ABC Madrid que se hace a Picasso fue el 3 enero de 1939. En julio, en ABC Sevilla se incluye a Picasso en un artículo sobre el arte y el marxismo, donde se asocia la creación plástica del marxismo con valores negativos como “arte deshumanizado”, “degeneración”, “catástrofe”, “delincuencia”, “decrepitud”, o “esnobismo”. En esta desvalorización del arte se menciona a Picasso, descalificándolo como “geómetra de la imbecilidad acumulada”. Se vincula la idea de este arte con enfermedades mentales, por ser “pinturas de lunáticos” o de “casas de salud”, y consideran que es una persona “afligida y perturbada”. La devaluación de la imagen de Picasso sólo acababa de comenzar.
Finalizada la guerra, ABC Madrid muestra en sus textos el cambio ideológico. En el mismo diario donde meses antes se ensalzaba a Picasso como director del Museo del Prado, ahora se ataca. Se realizan varias críticas a él como antiguo director de la pinacoteca y empieza a silenciarse su nombre a pesar de protagonizar hechos notables, como la inauguración en Nueva York de la exposición Picasso: Forty years of his art.
Durante años, Picasso desaparece de las páginas de estos diarios. Y no significa que hubiese dejado de trabajar. Ya en 1944 aparecerá su nombre en La Vanguardia, por primera vez desde hacía cinco años, pero no por un motivo artístico, sino solo para negar el rumor de su fallecimiento. Un año después, el artista se convierte en una diana perfecta en un texto contra el comunismo (La Vanguardia, ver documento). Se le atribuyen sólo consideraciones negativas, como “mistificador” y “multimillonario” e incluso señalan que “pudo ser gran pintor”.
En 1946, en portada de La Vanguardia (08/08/1946, ver documento) aparece un artículo de opinión bajo el título “Sombras chinescas”, firmado sólo con una inicial. Es un texto breve donde se difunde la presencia de Picasso en el Partido Comunista como novedad, cuando de ella se sabía desde hacía dos años. Sobre él, reflexionaba si “¿acaso su pintura es algo más que confusión y barbarie?”. Identificaba su producción con desvalorizaciones como “adefesios pictóricos”, “degradación artística”, o “arte de escombros”. Destaca una visión mercantilista de su obra, más que artística, donde incluso reconoce que el público que apoya su producción lo hace para “parecer supermodernos y gilicultos”. Y, al final del texto, asocia su obra con la “esquizofrenia”.
En agosto, otra crónica señala que el pintor es un “extravagante compatriota” “inefable”, y centra la crítica sólo en su “fortuna” o “esnobismo” (La Vanguardia, ver documento). De nuevo, se muestra una imagen lamentable, como ser marginal por el rechazo de su obra tras su posicionamiento político: “Está condenado a ir por el mundo con su comunismo a rastras, como el perro con la cacerola que le han atado al rabo.”
En agosto, ABC Sevilla (28/08/1948, ver documento) incluye la única referencia a Picasso con motivo de una crítica en la que se alaba a Dalí, realizada por Edgar Neville. Se recuerda a Picasso como persona vinculada a la “guerra” y al “Frente Popular”. No se asocia a él con el concepto de “pintor” e incide en desvalorizar su obra como “comercial”, “industrial” y que no es el “genio de la época azul”.
Un año más tarde, llega la emblemática litografía de La Paloma. En una crónica desde París, ABC Madrid (04/05/1949, ver documento) incluye una breve mención a esta obra, en un tono de ridículo, porque la paloma es “mustia y cariacontecida” y “un pichón del estofado soviético”. Es la primera mención a Picasso en esta edición en diez años.
También hay espacio para hacerse eco de las diferencias entre Dalí y Picasso. ABC Madrid (26/11/1949, ver documento) no califica a Picasso ni como “pintor” ni como “español”, definiciones que sí se refuerzan en la figura de Dalí. Con la ayuda de palabras del artista catalán, se potencia la imagen de cada pintor con unos valores contrapuestos: Picasso con lo “destructor y diabólico”, y Dalí con lo “divino y angélico”.
La apertura del régimen franquista a mediados de los años 50 provocó una nueva visión sobre Picasso en la prensa española o, al menos, una consideración diferente. La historiadora Tusell García recordaba en una de sus investigaciones que mientras Picasso representaba “un adversario con el que no se quería mantener contacto (…) otras personas que ocupaban puestos oficiales en el segundo y tercer escalón eran perfectamente conscientes de lo que significaba Picasso para el arte contemporáneo”.
En la II República, Picasso se representó como un artista que generaba debate y posiciones contradictorias en algunos críticos, pero siempre desde un punto de vista estético. En la dictadura franquista no se deja espacio a la reflexión sobre su obra. Se dictamina y se juzga con rotundidad.
Picasso fue el primer artista en la época de la prensa de masas. En la repercusión de los primeros medios de comunicación audiovisuales. En la esfera y en el estigma que los medios realizaron de él, en una sociedad del espectáculo que contribuyó a trivializar su imagen. Dos visiones antagónicas sobre un mismo artista. El tiempo, dicen, pone a cada uno en su lugar.
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