Este artículo se publicó hace 8 años.
8 de marzo: ¡permitido quejarse!
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Un año más, el 8 de marzo celebramos el día de la mujer trabajadora. Los partidos, sindicatos y asociaciones de todo tipo sacan sus informes coincidiendo en que las desigualdades persisten y en que algunas aumentan. Los gobiernos nos ofrecen discursos ampulosos en los que se muestran indignados ante la desigualdad en el empleo, ante la falta de corresponsabilidad en los cuidados, ante la falta de paridad en la política o ante la persistente violencia machista, entre otros muchos temas. Las feministas nos mostramos indignadas. En resumen: indignación general, queja unánime. ¿Qué más?
El problema es que, en lugar de eliminar las desigualdades, los gobiernos se limitan a quejarse con nosotras. Y cuanto más fuerte se quejan más confunden sobre la naturaleza de los fenómenos y más esconden las medidas que ellos, los gobiernos, deberían tomar.
Un ejemplo elocuente al respecto es este video de la Comisión Europea en el que se nos insta a cerrar la brecha salarial. Así, como quien no quiere la cosa, la pelota se pasa a nuestro campo sin decirnos siquiera qué se nos pide hacer tan generalizadamente para acabar con las diferencias salariales entre hombres y mujeres.
No es que la Comisión Europea no haga absolutamente nada. De hecho, promueve estudios descriptivos sobre la realidad de la brecha salarial y ha instaurado un día conmemorativo para concienciar a la población sobre esta realidad. Pero, por otro lado, no ofrece ni una sola medida para eliminar las causas de esa desigualdad.
Peor aún: la Comisión Europea bloquea sistemáticamente la difusión de los estudios que ella misma ha subvencionado (con dinero de todas las personas contribuyentes) en cuanto las conclusiones no van a favor del mantenimiento del estatus quo. Así, guarda en el cajón muchos trabajos sobre permisos de paternidad y maternidad de los que se deduce que debe concederse a los padres el mismo tiempo de permiso de paternidad que a las madres, intransferible y pagado al 100%.
Está claro que la Comisión Europea no tiene ningún interés en que se cambien las políticas públicas para que de verdad sea posible la igualdad que tanto pregona cada 8 de marzo. Si lo tuviera, no mantendría el Instituto Europeo de Igualdad de Género como organismo que no tiene entre sus funciones más que la realización de estudios y estadísticas, y por tanto no puede aconsejar cambios de políticas públicas.
Lo mismo puede afirmarse sobre los gobiernos, que se limitan a mantener Institutos de la Mujer e Unidades de Igualdad donde informes y planes se acumulan interminablemente. ¿No sería cada 8 de Marzo una ocasión ideal para evaluar el impacto de las acciones emprendidas? Pues nunca se hace. En realidad, en cada unidad hay personas (en general mujeres) bienintencionadas que hacen lo que pueden dentro del estrecho margen que se les concede. Pero pueden muy poco, y las buenas intenciones de estas personas justifican la inacción de quienes sí tienen capacidad de decisión.
Ya llevamos demasiado tiempo en esta etapa como para poder afirmar que ha llegado la hora de rebelarse contra todos estos mecanismos. Y, puesto que las medidas efectivas no vienen de las instituciones, habrá que reclamarlas. Pero aquí, debemos reconocerlo, también tenemos dificultades. Una de ellas es que, demasiado a menudo, las personas que podrían formular las reclamaciones están en el interior de las instituciones y a la hora de la verdad se topan con el bloqueo de quienes mandan, ya sea en los gobiernos, partidos, sindicatos, ONGs subvencionadas u otras instancias comprometidas con el poder.
Así por ejemplo, cuando se discutía la Ley de Dependencia en 2006, gran cantidad de mujeres de todo el arco parlamentario se rebelaron contra la introducción de la figura de la cuidadora informal en la Ley (artículo 18), defendiendo que se eliminara. Consiguieron que en la Ley figurara que la prestación se reconocerá “excepcionalmente”.
10 años después la mayoría de los casos sigue canalizándose hacia esa prestación: 360.505 personas reciben “la paguita”, frente a 148.382 beneficiarias de atención residencial y 147.748 beneficiarias del servicio de ayuda a domicilio. Si tenemos en cuenta que esta ayuda, que va de 46 a 70 horas al mes para el Grado III, no sirve más que como “respiro” para las cuidadoras familiares sin paguita (“paguita” y “respiro” son incompatibles), concluiremos que, tal y como nos temíamos, el supuestamente excepcional sacrificio de las mujeres de la familia se convirtió en regla. Ahora ya ni se discute, y el Gobierno considera que “no es necesario ampliar nuevas plazas de atención residencial” (ver Portal de la Dependencia).
Así, podríamos seguir enumerando victorias pírricas de las mujeres ante un poder patriarcal que sabe muy bien lo que quiere y ha aprendido a manejar los resortes de la comunicación. Al poder le basta apuntarse a las propuestas feministas para después desactivarlas. Así, todos los partidos han aceptado encantados el llamamiento feminista del 7 de Noviembre a un “Pacto de Estado Contra la Violencia Machista”, pasando a ser ellos quienes lo proponen. Suena bien, pero en 4 meses no hemos visto más que declaraciones; hechos ninguno.
Otra vía de desactivación de propuestas supuestamente bien asumidas es la de su utilización para la transacción en los pactos. Así, en el reciente pacto PSOE/Ciudadanos, las feministas hemos visto cómo el PSOE renuncia a sus principios aceptando que Ciudadanos promueva la legalización del alquiler de vientres y la custodia compartida sin acuerdo; acepta que Ciudadanos no defenderá a las jóvenes de 16 a 18 años que ahora no tienen asegurado su derecho al aborto; y asume totalmente la trampa ideada por Ciudadanos de introducir permisos de maternidad y paternidad transferibles para intentar traicionar la voluntad popular de que los hombres cuiden igual que las mujeres.
Celia Amorós nos explica que el movimiento feminista surge cuando las mujeres superan el viejo género que ella denomina “memorial de agravios”, para pasar de la queja a la formulación de reivindicaciones concretas, y nos advierte, según explica Rosa Cobo, que “la vindicación no se conforma con reclamar recursos o derechos formales, sino que exige la transformación de las estructuras y estratificaciones que producen desigualdad”.
Así pues, transformemos las quejas en reivindicaciones para cambiar las estructuras. ¡Feliz 8 de Marzo!
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