Este artículo se publicó hace 10 años.
En Cuba y en Palestina
La historia contemporánea es una sucesiva demostración de la poca utilidad que tiene el realismo de los pragmáticos. Las voces de lo útil (lo eficaz, lo prudente) se inclinan a gobernar con medidas autoritarias, aprobar leyes represivas y declarar guerras como remedio de todos los males. Tienen el dedo rápido para castigar y la lengua suelta para acusar de idealismo (ingenuidad, debilidad utópica) a los partidarios de otras soluciones menos agresivas.
Luego pasan los días y los acontecimientos demuestran que los acusados de idealismo tenían sus razones prudentes, eficaces, útiles, y que los pragmáticos vivían equivocados o estaban más interesado en provocar un conflicto que en buscar una solución. El delirio de los pragmáticos es mucho más peligroso que la imaginación de los idealistas.
Tengo muy vivo el recuerdo de la guerra sobre Irak decretada por el trío de las Azores. Las sonrisas concertadas de Bush, Blair y Aznar ensombrecieron el mundo en 2003. Tomaron una decisión firme y se rieron junto a sus cortesanos de las protestas que formulamos los ingenuos pacifistas. La historia ha demostrado que utilizaron mentiras para justificar una acción que provocó la voladura de un país, miles de muertos, de desplazados, de negocios negros, y una dinámica que consolidó la barbarie. Hemos recibido como herencia una cadena imparable de atentados. De una parte, el imperio del fundamentalismo islámico se encamina a una violencia y a una crueldad ilimitada; de otra parte, se degrada la vida democrática por culpa de las tensiones entre la libertad y la seguridad. Da miedo ver instalada la tortura y la violación de los derechos humanos en el horizonte de la civilización occidental.
Por la sangre que derramaron en nombre de una mentira, Bush, Blair y Aznar deberían estar en la cárcel. Su delito es más grave que el de la mayoría de los malhechores que viven entre rejas. Pero como no se puede aspirar a tanto, al menos nos queda el derecho a decir que la ingenuidad no está casi nunca del lado de los soñadores pacifistas, sino en la piel marcada de los borregos que se toman en serio el pragmatismo de sus gobernantes.
Un soñador realista suele pedirle a la vida mucho menos que un pragmático delirante. La historia mundial de la infamia es un muestrario de los extremos de niebla y de gas a los que pueden llegar los pragmáticos. Los soñadores realistas, sin embargo, nos conformamos con abrir una ventana a la luz amable del invierno.
Ayer se abrieron dos ventanas con vistas a Palestina y a Cuba. El Tribunal General de la Unión Europea anuló la inclusión de Hamás en la lista comunitaria de organizaciones terroristas por una cuestión de procedimiento. Y es que la condena no se había basado en datos objetivos, sino en noticias de prensa, es decir, en ganas de agradar a Israel. A uno le gustaría que la Unión Europea tomase una postura diplomática mucho más seria contra un Estado que santifica el racismo y acude con frecuencia a las matanzas indiscriminadas. A uno le gustaría que el mundo se solidarizase a través de sus leyes con las personas de buena voluntad, vivan en donde vivan y sean de la raza que sean, acabando con todos los campos de concentración. Pero bueno, en medio de la enfermedad, algo es algo, y al soñador le alegra el día saber que un Tribunal se ha atrevido a decirle a los pragmáticos autoritarios que para tomar decisiones sobre Hamás no basta con dejarse arrastrar por discursos interesados. Es preciso recolectar datos y contrastarlos a la luz de la verdad.
La otra ventana se abre hacia el Caribe. El presidente de los Estados Unidos inicia un acercamiento diplomático a Cuba que relaja las restricciones y, esperemos que más pronto que tarde, puede acabar con el bloqueo. La población civil ha pagado una factura alta por una medida que no ha servido para ninguno de los fines que declaraba. Me alegro por los amigos cubanos y por todos los ingenuos idealistas que han repetido durante años que el bloqueo era un disparate político y humano.
Yo no siento simpatías por Hamás. Sí siento simpatía por Cuba, pero confieso que ahora me la despiertan más sus enemigos que sus amigos más entregados. En cualquier caso, otra vez se demuestra que los pragmáticos suelen equivocarse en nombre del realismo con una lógica precisa: viven de alimentar conflictos más que de buscar soluciones. Que se elija un camino nuevo es una buena noticia.
La realidad parece un patrimonio del que sueña con los ojos abiertos.
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