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Nadie como ella nos ha alertado del peligro de la globalización económica, ni nadie nos advirtió antes: desde que publicase el primer Informe Lugano, justo antes de inicarse el siglo XXI, Susan George (Akron, Ohio, 1934) es la referencia imprescindible para todos los altermundialistas y la portaestandarte de la lucha contra el imperio planetario de las grandes corporaciones y las instituciones financieras internacionales.
Doctora en Ciencias Políticas, licenciada en Filosofía por la Sorbona y en Lengua Francesa por el Smith College, en realidad es y siempre ha sido una activista en favor de la justicia social, una escritora prolífica sobre el subdesarrollo impuesto al Tercer Mundo y una militante incansable contra las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y las superpotencias. Cumplirá 81 años dentro de tres meses, pero sigue presidiendo el Transnational Institute de Amsterdam, es presidenta de honor de ATTAC Francia y está en plena gira mundial para presentar su última obra: Los usurpadores: cómo las empresas transnacionales toman el poder (Icaria Antrazyt).
Porque ahora está en la gran batalla de su larga vida: impedir que se instaure el Transantlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), al que califica de "peligrosísimo coup de force geopolítico a nivel global" porque dejaría a los gobiernos, a los pueblos, a merced de los intereses de las grandes compañías multinacionales.
La planificación de este intento de obtener una hegemonía comercial planetaria comienza, asegura usted en su libro, hace más de 20 años con la Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT), fundada en 1983 por 18 directores ejecutivos de grandes transnacionales europeas…
Sí, ahora ya está formada por los presidentes de 50 grandes multinacionales europeas, que controlan una facturación de 1,3 billones de euros [más que el PIB de España] y están literalmente redactando la legislación económica de Europa; les dicen a los gobiernos y a la propia Comisión Europea qué es lo que tienen que hacer. Ellos redactaron el Tratado de Lisboa, la política de la UE sobre competencia, y luego van a los gobiernos de sus países y les venden esa legislación. Es gente que tiene un poder tremendo detrás del escenario. Como dijo Peter Sutherland [excomisario de la UE y exdirector de la OMC, de la BP y de Goldman Sachs] "son más que un lobby porque cada uno de ellos tiene acceso a las más altas esferas del Gobierno".
Igual que Business Europe [la patronal europea formada por las patronales de 33 países], donde también están muchos de ellos y que tiene una inmensa influencia sobre la Comisión Europea. Ahí se reúnen todos, incluida la CEOE española, la MEDEF [Mouvement des Entreprises de France] y todas las demás.
Y este complot…
¡No es un complot! No quiero sugerir que existe una conspiración.
Pero es un plan premeditado…
Sí, un plan premeditado a muy largo plazo para imponer sus intereses.
…en el que participan políticos y gobernantes de uno a otro lado del espectro, de los socialdemócratas a los conservadores.
Quizás algunos de esos políticos no se dan cuenta de ello, o quizá los movimientos sociales y ciudadanos no han hecho su trabajo; o la política se ha complicado tanto que es muy difícil para las ONG hacer frente a todas las amenazas y desafíos.
Al plantear a la Comisión el secretismo de la negociación del Tratado, nos responden: "Cuando estás jugando al póker no enseñas las cartas"
Pero las organizaciones sociales sí están ahora movilizadas contra el TTIP...
Sí, y eso es fantástico, porque se trata de una auténtica emergencia.
…incluso en EEUU.
Sí, también en EEUU.
¿Y los promotores del TTIP no se dan cuenta de que todo ese secretismo con el que ocultan los detalles de la negociación en realidad está alimentando esa oposición ciudadana al tratado?
Bueno, eso nos favorece. Pero cuando le planteas ese argumento a los de la Comisión, contestan: “Cuando estás jugando al póker, no enseñas las cartas a los otros jugadores”.
Pero entonces están admitiendo que están jugando al póker, no negociando en beneficio de los ciudadanos…
Pascal Lamy nos hacía ese mismo argumento cuando estaban negociando el GATT [Tratado General sobre Aranceles y Comercio] o hablaban de la Organización Mundial de Comercio en Cancún. Christine Lagarde era la más sincera de todos ellos, nos decía: esto es todo lo que os puedo contar, y no puedo contaros más allá. Yo la respeto. Cuando fue nombrada ministra de Comercio y empezó a negociar, en sólo dos semanas se había hecho con el dominio de todo el dossier que nosotros llevábamos años estudiando. Y ahora que está al frente del Fondo Monetario Internacional resulta que el mejor de los tres integrantes de la Troika es precisamente el FMI, que ya ha producido tres informes, uno elaborado por Blanchard [Olivier, economista jefe del FMI] y otro en el que participa, que demuestran que las políticas de austeridad no funcionan.
No entiendo cómo los gobiernos no actúan en función de esa realidad, pero el trabajo teórico elaborado por el FMI es muy bueno: demuestra que la austeridad no puede hacer que una economía crezca, que sólo provoca una pérdida de empleo y lleva al estancamiento. El FMI pone todo eso por escrito y no reaccionan ni los gobiernos, ni la Comisión, ni por supuesto el Banco Central Europeo. No hay que olvidar que Draghi fue director ejecutivo para Europa de Goldman Sachs…
Sí, y De Guindos, nuestro ministro de Economía, era miembro del Consejo Asesor de Lehman Brothers para Europa…
¡Vaya!, así que los españoles saben bastante de lo que estoy hablando.
"Si se aprueba, el TTIP es un tratado que estará por encima de las leyes nacionales, incluso de la Constitución de cada país firmante"
Volviendo al TTIP, usted sostiene que si se aprueba será como un paraíso para las multinacionales. ¿No cree que los gobiernos pueden poner cortapisas y controles para evitarlo, incluso si se aprueba?
No, tal como ahora está planteado el tratado. Los gobiernos nacionales sólo podrían decir sí o no; sólo tendrían la posibilidad de retirarse, de no firmarlo. Y no es muy probable que lo hagan si no hay una mayoría que lo hace. No tendrían la posibilidad de enmendar esto o aquello. Y si se firma, queda aprobado y será muy difícil dar marcha atrás. Porque es un tratado que estará por encima de las leyes nacionales, incluso de la Constitución de cada país firmante.
Bueno, en principio nada puede quedar por encima de la Constitución...
Sí que puede. El tratado sobre los tratados rubricado en Viena en 1969 es muy claro y se ha convertido ya en derecho consuetudinario: que los tratados internacionales sobrepasan a las leyes nacionales, incluidas las Constituciones. Por tanto, si no te gusta, no firmas, pero una vez firmado ya no puedes hacer nada para corregirlo.
¿Cómo conoce el contenido del tratado si se ha mantenido bajo siete llaves?
Bueno, no conocemos los detalles de lo negociado. No sabemos qué es lo que Europa está tratando de salvaguardar, sólo lo que nos cuentan desde la Comisión Europea, y eso muy a menudo no es más que una sarta de mentiras. Pero sí sabemos lo que EEUU busca, sí sabemos que en 3.200 tratados bilaterales de inversión incluyen la cláusula ISDS, la de resolución de disputas y diferencias entre los inversores y los Estados. No cabe duda de que tanto EEUU como la UE quieren incluirla. Sabemos que las grandes compañías a ambos lados del Atlántico han estado discutiendo esto durante veinte años. Por tanto, sabemos qué es lo que quieren, y quieren estar al mando de las regulaciones y deshacerse de muchas de las reglamentaciones públicas en vigor.
Y las corporaciones norteamericanas han escrito cartas –que son de dominio público– a su Departamento de Comercio, instruyendo a sus negociadores: queremos esto y lo otro, como eliminar el principio de cautela [el que impide acciones industriales si no hay consenso científico sobre la posibilidad de que cause perjuicios a la población o al medio ambiente]; como levantar las restricciones a las exportaciones de los productos genéticamente modificados, especialmente los alimentos transgénicos; como acabar con la competencia de los medicamentos genéricos frente a los fármacos de marca…
En Europa, mediante la Directiva de Substancias Peligrosas, se han prohibido 1.200 productos químicos por el riesgo que presentan a la salud o el entorno. En cambio, en EEUU desde que en 1976 se aprobó la Ley de Sustancias Tóxicas sólo se han prohibido ¡doce productos en total! Por tanto, si firmamos el tratado, dudo mucho que la UE pueda impedir la importación de los productos norteamericanos que contienen esas 1.188 sustancias peligrosas. Además, nos ocultan la información sobre ese tipo de detalles del acuerdo, así que podemos inferir lo que realmente quieren hacer. La brecha, el abismo, que hay entre nuestras regulaciones y las de EEUU es inmensa.
"Con estos tratados, EEUU se colocaría en el eje de un bloque comercial gigante que controlará dos tercios del PIB del mundo y casi tres cuartas partes del comercio mundial"
Usted afirma que este tratado de libre comercio se ha estado planificando durante los últimos veinte años. En todo este tiempo, ¿todos los gobiernos europeos implicados, de uno u otro signo político, han colaborado en ese plan para que las multinacionales usurpen el poder?
No estoy muy segura de que los gobiernos estén siempre informados de todo lo que se está negociando, por mucho que el diálogo transatlántico se pusiera en marcha por iniciativa del Departamento de Comercio de EEUU y de la Comisión Europea, en 1995, y los gobiernos deberían estar informados desde entonces. Voy a darle un ejemplo: en 1987-88 estábamos luchando contra el Acuerdo Multilateral sobre Inversiones [de la OCDE] y como hicimos mucho ruido, Lionel Jospin, que era entonces el primer ministro socialista de Francia, acabó reconociendo que no era consciente del contenido de ese acuerdo porque el Gobierno francés había colocado a técnicos muy jóvenes, treintañeros, en el equipo negociador. Los gobiernos son entidades muy grandes y tienen determinadas prioridades, como conseguir la reelección, así que a menos que la ciudadanía haga mucho ruido, si hay asesores que argumentan que un tratado va a servir para generar puestos de trabajo, los gobernantes acaban por dar el visto bueno sin conocerlo de verdad.
¿Cómo podrían contraatacar China y otros países del BRIC [Brasil, Rusia e India] si los dos tratados de libre comercio con EEUU acaban siendo rubricados?
Eso va a ser muy interesante. Si se aprueban, EEUU se situará en el eje de un bloque comercial gigante, con 12 países asiáticos, incluidos Japón y Australia, en un lado, y la UE en el otro. Lo que supondrá concentrar dos terceras partes del PIB mundial y casi tres cuartas partes del comercio global, para contar con una potencia económica estratégica que ahora no tiene. Entonces serán incluso capaces de decir a China que tiene que hacer lo mismo que se dispone en el tratado o quedará marginada. Todos los países del BRIC están al margen del TTIP y el TTP [Acuerdo Comercial Transpacífico], por tanto esto sería un auténtico coup de force [golpe de fuerza, normalmente militar] geopolítico a nivel global.
¿Un golpe de Estado mundial?
No, no tanto. No lo quiero calificar así. Un coup de force.
"Muchos expertos hablan ya de que se está fraguando un crisis 'a la española' en China: una burbuja inmobiliaria que podría ser enormemente destructiva"
En cualquier caso, la capacidad financiera y comercial de China es tan grande que parece difícil que un nuevo bloque como el que pretende crear EEUU pueda llegar a arrinconarla.
Bueno, yo no soy economista, pero muchos expertos están hablando ya de que se está fraguando una crisis a la española en China: una burbuja inmobiliaria que podría ser enormemente destructiva y que obligaría a Pekín a regresar al aislacionismo. Sé que tienen tres billones de dólares en sus reservas de divisas, pero no sé si eso les bastará para aguantar la presión.
¿Entonces, el nuevo bloque capitaneado por EEUU pretende neutralizar el poderío económico emergente de los BRIC?
Sí, se trata de eso. No creo que las multinacionales estén pensando en ello, pero sin duda el Gobierno de Washington, sí. Y los gobiernos europeos están justificando el tratado en términos geoestratégicos, porque ya se ha demostrado que el TTIP hará que Europa pierda 600.000 puestos de trabajo y condenará a la UE al estancamiento económico. Así que su único argumento es como aquel de los presidentes estadounidenses que decían: “Lo que es bueno para la General Motors es bueno para EEUU”. Porque no existen ya justificaciones económicas, ni sociales ni morales para defenderlo. De eso no cabe la menor duda.
¿Cómo se puede detener su aprobación?
Sumándonos al movimiento ciudadano, publicando estos argumentos, diciéndole a la gente que tiene que movilizarse para detener el TTIP en España… el 18 de abril es una fecha grande del movimiento contra el TTIP en toda Europa. Hay que hacer que la gente esté informada.
¿La movilización ciudadana hará reaccionar a los gobiernos y a la Comisión?
Oh, sí. En realidad ya han reaccionado. Ya están a la defensiva. Ya han nombrado al vicepresidente holandés de la Comisión, Frans Timmermans, para coordinar todos los aspectos del tratado, que hasta ahora estaban siendo negociados por separado por los comisarios de cada uno de los ámbitos implicado: agricultura, sanidad, empleo, comercio... Ahora están coordinando su política porque ven que tienen que hacer una ofensiva general para sacarlo adelante. Antes, trataban a los ciudadanos como niños y les planteaban argumentarios pueriles para defender lo indefendible. Y les sorprendió que sus esfuerzos propagandísticos no tuvieron éxito. Eso es una buena señal.
No hago más que dar malas noticias, pero debo terminar dando una buena: esta batalla la podemos ganar. Sólo tenemos que estar unidos. Porque este tratado contiene elementos como para que todos lo odiemos: trabajadores, agricultores, sanitarios, educadores, consumidores, empleados, parados… ¿Queremos estar en un tratado según el cual las multinacionales pueden querellarse contra un Gobierno que suba el salario mínimo, como le ocurrió a Egipto?
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