Este artículo se publicó hace 8 años.
Reem y Oula: Las voces encendidas de las refugiadas sirias
En medio de un conflicto que no cesa y una Europa que mira para otro lado y tiene a sus puertas a millones de personas malviviendo, el valioso testimonio de estas dos mujeres activistas busca remover conciencias. “Nos gustaría decirles a los gobernantes que nosotros huímos de Siria por la babarie, no por elección propia y que tienen el deber moral y legal de ayudarnos”
Son jóvenes, y mucho. Pero su testimonio habla de una madurez adquirida a la fuerza. Su situación puede llegar a ser compleja de entender por cualquier ciudadano medio que tenga la suerte de haber nacido en un país en paz. Porque como afirman, quien no haya vivido en guerra no sabe realmente lo que tan sólo la palabra acarrea. Oula Ramadan y Reem Al-Haswani no superan los 30 pero han vivido mucho. Mujeres ilustradas y de su tiempo que pretenden cambiar las cosas y dedican su vida a ello.
Los jóvenes 28 años de Reem no le han impedido ser una activista de bandera imparable. Nacida en Damasco, esta arquitecta se dedicaba a restaurar edificios históricos en Damasco cuando, en 2011, comenzaron las primeras revueltas contra el Gobierno Sirio. Ella, como tantos otros jóvenes, creyó con esperanza que aquellas protestas ciudadanas llegarían a buen puerto y marcarían un precedente para llegar a conseguir una sociedad más justa. Pero la cruda realidad de un país enfrentado le golpeó fuerte un año después. En 2012 tuvo que huir de su patria y conocer de primera mano lo que es ser un expatriado de guerra.
En el campo de refugiados de Shatila (situado a las afueras de Beirut) se repiraba “pobreza y miedo”. Reem lo sabe bien. Describe Shatila como un lugar en el que lo más habitual era sentir miedo y ser mujer no era la mejor de las situaciones. Cuenta que, “no había policía regulada” y que la violencia doméstica estaba a la orden del día. “Al final, lo peor siempre se lo llevaban las mujeres”, lamenta.
Oula es algo mayor que Reem. Muestra más endereza y habla sin tapujos. Cuenta a Público que decidió hacerse activista con tan solo 15 años. “Sentí que tenía el deber de hacer algo por mi país. Nací en el seno de una familia que tenía conciencia política y familiares presos a sus espaldas”. Su relato deja claro algo: Siria lleva demasiado tiempo sin tener paz. Y cumplió al final su cometido adolescente. Oula trabaja desde 2011 por la transición política de su país siendo miembro de la iniciativa de las Naciones Unidas, “Mujeres Sirias para la Paz y la Democracia”. Una organización que busca la integración de la mujer en la vida política del país, algo necesario para conseguir las ansiadas libertades. “Si acabas con una mujer, estarás acabando con una familia entera”, afirma rotunda.
Para activistas como ella, el empoderamiento de la mujer en conflictos de esta magnitud es crucial ya que considera que las mujeres son 'agentes de cambio'. “Claro que también son víctimas pero, al final, nos olvidamos del trabajo que hacen las mujeres. Es más fácil imaginarlas como víctimas que como agentes de cambio. Las mujeres deberían participar en los procesos políticos, en las conversaciones de paz; sin la participación de las mujeres no habrá un futuro democrático en Siria”.
Las cifras hablan por sí solas. Según ACNUR, 1 de cada 113 personas en el mundo es un solicitante de asilo o un refugiado. Y más del 50% de la población siria se encuentra en “situación de desplazamiento”. Viendo los datos, podría decirse que ellas son de las afortunadas pero, sin embargo, aseguran seguir teniendo aún el miedo en el cuerpo. Ambas intentan desde su trinchera conseguir que occidente vea y entienda a Siria de otra manera. “Los refugiados no vienen de Marte, son seres humanos como vosotros. Los refugiados merecen las mismas oportunidades que en Europa y Estados Unidos. Las personas deberían dejar de tenerles miedo y tratar de que su vida pueda ser un poquito mejor. No podemos cambiar la guerra, pero sí podemos cambiar la vida de las personas”, sentencia Reem.
“Nos gustaría decirles a los gobernantes que nosotros huímos de Siria por la babarie, no por elección propia y que tienen el deber moral y legal de ayudarnos”, asegura Oula con contundencia e indignación a Público. Les indigna que en Europa no seamos capaces de comprender la desesperada situación por la que pasan sus compatriotas. Les desquicia la indiferencia de las autoridades, la frialdad con la que se trata su dramática situación y la pasibilidad ante la barbarie.
Afirman ver la desolación que se vive en su país representada en la conocida obra de Picasso. “Lo primero que hicimos al llegar a Madrid fue ir a ver el Guernica”. La popular obra del pintor malagueño, que representa la sinrazón de nuestra Guerra Civil las impresiona, emociona e inspira. Y es que aseguran haber percibido en su tierra el mismo dolor desgarrador plasmado en la obra pictórica. “Ver el Guernica es ver retratado en un cuadro la situación actual de ciudades como Alepo”. Porque, como resaltan, la guerra al final “siempre tiene la misma cara”, sin importar el tiempo ni el país al que asole.
La Fundanción Esperazan Pertusa es un proyecto de responsabilidad social corporativa de la firma española Gioseppo. Cada año, esta iniciativa no tiene mayor objetivo que el de conseguir mejorar la vida de los colectivos de mujeres que sufren de cualquier tipo de maltrato o injusticia en el entorno que les rodea. Este año, los fondos de la venta de la pulsera solidaria que reeditan cada año van destinadas a ellas, a las mujeres sirias que malviven con sus familias en los campos de refugiados.
La causa estuvo apoyada por la alcadesa de Madrid Manuela Carmena y por mujeres de campos tan dispares como la cultura, el cine, la música o el periodismo. “Madrid debe ser la ciudad del abrazo. Hay que abrirle la puerta a todos para que nadie sea extranjero. Ojalá sigamos siendo incapaces de soportar tanto dolor. Nuestra sensibilidad tiene que permitir acabar con él”, aseguró Manuela Carmena durante la presentanción de la iniciativa.
La marca también anunció la creación el próximo año de una colección de zapatos realizados con los bordados tradicionales que hacen las refugiadas. Una idea que las activistas aplauden, destacando que el trabajo no sólo dignifica a éstas mujeres sino que les permite ganarse la vida y sacar adelante a sus familias. “Cualquier ayuda es poca y proyectos como éstos son los que necesitamos. No se trata de darles una limosna, se trata de darles las herramientas necesarias para salir adelante por sí mismas”, cuentan a Público.
Reem Al-Haswani y Oula Ramadan pueden sentirse orgullosas. Son las voces encendidas de sus compatriotas. De cientos de miles de personas que deambulan a la deriva sin un rumbo concreto ni un futuro próximo definido. Y tienen un cometido bien definido: Dar voz a quienes la guerra dejó en el silencio más absoluto.
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