JERUSALÉN.- El rey Salman ha dado esta semana otro paso para consolidar su poder. Apenas tres meses después de acceder al trono se ha deshecho de parientes molestos y leales al difunto rey Abdallah y ha designado como sucesores a dos miembros de la siguiente generación, de ideas que, según los analistas, refuerzan la beligerante actitud antiiraní en boga en Riad y la alianza estratégica y firme con Estados Unidos.
Los principales beneficiarios del golpe de timón son su hijo Mohammad bin Salman, su sobrino Mohammed Nayef y el nuevo ministro de Exteriores, Adel Jubeir, que no pertenece a la familia real pero que tiene a sus espaldas una prolongada carrera de funcionario que le había llevado hasta la embajada en Washington. En el último mes Jubeir ha sido la imagen de Arabia Saudí ante el mundo en todo lo relativo al conflicto de Yemen.
Estos nombramientos, que no auguran cambios significativos respecto a la política seguida por Riad durante los últimos tres meses, y que se han hecho “por el bien de la fe, la nación y el pueblo”, según uno de los decretos reales conocidos el miércoles, son significativos en la medida en que dejan ver la consolidación de la trayectoria que se inició el 23 de enero.
El nombramiento más destacado es el del hijo del monarca Mohammad bin Salman, el ministro de Defensa que menos de dos meses después de acceder a esta cartera se lanzó a la guerra en Yemen. Su fecha de nacimiento es un misterio que oscila entre 1980 y 1988 según las fuentes. Pese a su notable juventud (es el ministro de Defensa más joven del mundo), desde esta semana es vicepríncipe de la Corona, es decir segundo en la línea sucesoria, al tiempo que mantiene la cartera de Defensa y por lo tanto la dirección de la aventura militar en Yemen.
El otro gran beneficiario es Mohammad bin Nayef, de 55 años, sobrino del rey, que es desde ahora príncipe de la Corona, un título que en principio lo convierte en heredero del trono, si bien se ha de indicar que el rey Salman, de 79 años, puede modificar su voluntad cuando lo desee y apartarlo de ese cargo si lo considera conveniente. De momento, bin Nayef seguirá desempeñando el poderoso cargo de ministro del Interior.
Estos dos Mohammad son quienes más peso tendrán en el reino. Ambos son conocidos por sus radicales posiciones antiiraníes, pero también por su proximidad a Washington, a pesar de que ambos reprochan al presidente Barack Obama que haya conducido negociaciones con Teherén sobre su programa nuclear.
Bin Nayef sustituye como príncipe de la Corona al príncipe Muqrin, medio hermano del rey, que fue designado para sucederle por el difunto rey Abdallah, quien en el año pasado, todavía en vida, decretó que “nadie podía modificar el decreto” de heredero de bin Nayef. Según el monarca, Muqrin ha abandonado ese puesto “a petición propia”. Este cese ha suscitado comentarios en el sentido de que el rey Salman ha optado por liberarse de todos aquellos que no convienen a sus intereses, algo que ya empezó a hacer nada más ascender al trono en enero. Salman ha conseguido conducir satisfactoriamente para él las tensiones en el seno de la Casa Saud en estos momentos de transición, al menos por el momento.
Bin Nayef tiene a su cargo el cartapacio de Siria, donde los rebeldes apoyados por Arabia Saudí han obtenido importantes victorias en las últimas semanas, y donde Riad desarrolla una guerra indirecta con Irán de la mano de Turquía, Qatar e Israel. Además, bin Nayef ha supervisado la guerra de Yemen, que en Riad también se ve como una guerra contra la influencia de Teherán en la región.
Por estas circunstancias se deduce que el rey Salman quiere profundizar en la política agresiva que se ha endurecido desde su ascenso al trono, no solo en Siria y Yemen, sino también con la creación de una fuerza militar panárabe, es decir pansuní, que esté preparada para intervenir donde haga falta con el fin de sofocar cualquier rebeldía que pueda poner en peligro a la Casa Saud, como sería el caso de una victoria del islam político en los países vecinos o una marcada influencia de los chiíes en las zonas limítrofes.
Los nombramientos de esta semana confirman que el monarca da más importancia a la fuerza militar que a la diplomacia, y que ha optado por tomar directamente las riendas de sus propios asuntos, que hasta ahora los saudíes ponían al cuidado de Estados Unidos. La confianza en Washington no es absoluta y en el reino se cree que la administración Obama ya no es tan de fiar, así que se está a la espera de que se produzca el relevo en la Casa Blanca.
La crisis de Yemen será decisiva para ver qué dirección toma Riad en asuntos militares. Según fuentes europeas, varios millares de soldados se encuentran en alerta cerca de la frontera con Yemen a la espera de recibir órdenes de entrar. Esta situación está poniendo mucha presión sobre el rey ya que varios países aliados, como Egipto y Pakistán, se muestran reticentes a secundar una intervención militar terrestre como sería el deseo del monarca.
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