Público
Público

La OTAN se divide sobre la entrada de Ucrania y la cumbre de Vilna ya amaga con desilusionar a Zelenski

Los 31 aliados se dan cita este próximo martes y miércoles en la capital lituana con un reto enorme, una fuerte división y una profunda presión.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, junto al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante su visita oficial a Kiev, el 20 de abril de 2023
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, junto al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante su visita oficial a Kiev, el 20 de abril de 2023. Prensa de la Presidencia ucraniana

En 2008, la cumbre de la OTAN de Bucarest abrió por primera vez la puerta de entrada a Ucrania. Quince años y una guerra después, Ucrania está sobre el papel en una postura similar a aquel encuentro histórico. Los 31 aliados se dan cita este próximo martes y miércoles en la capital lituana con un reto enorme, una fuerte división y una profunda presión.

El ingreso de Ucrania a la OTAN es el elefante en la habitación de una cumbre que lleva meses anunciándose como histórica. De la cita no saldrá un calendario ni una referencia temporal a la incorporación de Kiev. Y mucho menos una carta de invitación oficial.

El desafío es, por un lado, encontrar un lenguaje que no reste esperanzas ni desmotive a Ucrania y, por el otro, que sea lo suficientemente creativo como para diferenciarse de la declaración de Bucarest.

Hace 15 años, la OTAN ya dio la bienvenida a las aspiraciones euroatlánticas de Ucrania y Georgia. "Todos estamos de acuerdo en que serán miembros de la OTAN", rezaba el escrito. Los 31 aliados están ahora divididos en cómo reflejar y aterrizar estas aspiraciones en el marco de la guerra y con Ucrania más próxima al eje transatlántico.

Mientras el Este y los Bálticos empujan para configurar un lenguaje y un compromiso claro, Alemania o Estados Unidos rebajan las expectativas. España, en el punto medio, aboga por ir un paso más allá de Bucarest sin que a la vez se asuman demasiados riesgos. Y esa es la verdadera cuadratura del círculo.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha asumido que su país no va a formar parte del mayor foro militar del planeta mientras la guerra continúe su curso. Pero exige en contrapartida una garantía de que la incorporación se producirá una vez depositadas las armas.

"Necesitamos esta motivación. Y nos merecemos honestidad por parte de nuestros aliados", aseguró recientemente. Todo ello se produce en medio de la contraofensiva ucraniana, que no termina de arañar importantes avances debido a las duras líneas de defensa rusas.

El consenso que prevalece en la OTAN es que no puede producirse este automatismo. Además de reflejar tal enunciado, Rusia podría verlo como un factor adicional para prolongar todavía más la contienda. Tal es la frustración en Kiev por las bajas expectativas del encuentro, que el propio Zelenski ha amagado en varias ocasiones con no acudir a la cita.

Fuentes aliadas afirman que su presencia no está confirmada al 100%. La prioridad número uno de Occidente pasa en estos momentos por el campo de batalla.

"Lo más importante y urgente es el apoyo militar a Ucrania para que Rusia no gane. Cuanto más terreno gane, más fuerte será en la mesa de negociación", reconoce Jens Stoltenberg, secretario general. Todo ello coincide con presuntos contactos de alto nivel que estarían manteniendo altos funcionarios estadounidenses y rusos de cara a explorar las diferentes vías para la apertura de conversaciones de paz.

Plan de acción de tres patas

Tras 500 días de guerra, la OTAN sabe que no tiene ni en el apetito, ni la ambición ni la unidad para ofrecer garantías de seguridad claras a Ucrania, que en última instancia solo podrían materializarse con la protección de la cláusula de defensa colectiva, es decir, con el Artículo 5. Y para ello hay que ser miembro de pleno derecho.

Descartada esta posibilidad en el corto plazo, los 31 aliados preparan una hoja de ruta de tres patas de cara a la cumbre de Vilna. En primer lugar, anunciarán un plan anual de financiación para modernizar las fuerzas armadas ucranianas y asemejarlas a los estándares aliados.

En segundo, se celebrará el primer Consejo OTAN-Ucrania. Un foro que solo se replicó en el pasado con Rusia y que permite activar las consultas y tomar decisiones en tiempos de crisis. Y, en tercer lugar, la Alianza Atlántica se dispone a dejar plasmado por escrito que solo serán Ucrania y los aliados los que decidan su futuro, sin injerencias de actores terceros.

Una clara referencia a Rusia, que justificó la invasión por la aproximación de Kiev y de las exrepúblicas soviéticas de su área de influencia a los cuarteles generales de Bruselas. Pero Zelenski ya advierte de que replicar la fórmula de 2008, en la que se asegura que la "puerta de la OTAN está abierta, no es suficiente".

Suecia acaricia su entrada

Mientras Ucrania continúa lejos de los cuarteles generales, Suecia vislumbra ya su ingreso. Tras meses de tensión y bloqueo turco, se espera que su camino se despeje este lunes. Stoltenberg ha convocado un encuentro el lunes entre el presidente turco y el primer ministro sueco en el que se anticipa un acuerdo político.

Con todo, faltaría la ratificación oficial de la Asamblea turca y del Parlamento húngaro para que el proceso se formalice. Aunque serían meras formalidades, el ingreso podría demorarse semanas e incluso meses.

El reelecto Recep Tayyip Erdogan es un claro triunfador de este juego de cartas. Ha conseguido que Suecia cambie su Constitución, endurezca su ley antiterrorista e incluso deporte a algún combatiente del PKK. En la OTAN hay mucha urgencia para que el proceso se culmine.

Fuentes aliadas reconocen que el turco está molesto con las recientes quemas del Corán y manifestaciones producidas en el país escandinavo y temen que Ankara pueda recular utilizando este pretexto.

La sombra de las bombas de racimo

La cumbre de la OTAN ya llega eclipsada por la decisión de Estados Unidos de enviar por primera vez en la guerra bombas de racimo al frente. La Administración Biden reconoció que ha sido una decisión "difícil" pero necesaria porque Kiev "se está quedando sin munición". La medida es muy polémica por el impacto que puede tener para la población civil el uso de estas armas químicas.

Y este giro de guion divide ya a los aliados. La ministra de Asuntos Exteriores, Anneala Baerbock, se mostró contraria tras el anuncio. Y la ministra de Defensa española, Margarita Robles, también ha expresado su rechazo: "No a las bombas de racimo y sí a la ayuda para la legítima defensa de Ucrania".

Más de 100 países, incluido la mayoría de Estados europeos, han firmado el convenio que prohíbe el uso de estos agentes. Pero no así Estados Unidos, Rusia o Ucrania.

La OTAN, por su parte, se pone de perfil. La Alianza no tiene una postura fijada porque en sus filas hay miembros con diferentes posturas. Stoltenberg ha asegurado que esta decisión depende de cada país, pero ha roto una lanza a favor de Washington asegurando que ya se utilizan en suelo ucraniano. "Rusia las emplea para atacar, Ucrania para defenderse", aseguró en una rueda de prensa.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional