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El oligarca ruso Roman Abramovich, dueño del Chelsea, emigra a Israel

Desde el lunes, el hombre más rico de Israel es Roman Abramovich, un oligarca judío que ha amasado su fortuna en oscuros negocios que tienen su origen en la Rusia postsoviética de los años noventa

El millonario propietario del club de fútbol Chelsea Roman Abramovich applaude durante un partido de la Premier League inglesa. REUTERS/Toby Melville

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Casado y divorciado tres veces, y con una fortuna valorada en 2018 en casi 10.000 millones de euros por la revista Forbes, Roman Abramovich emigró el pasado lunes a Israel y recibió automáticamente la nacionalidad de este país que él solicitó la semana pasada en la embajada de Moscú en su condición de judío.

Nacido hace 51 años, Abramovich ha residido en los últimos años en Londres, donde era propietario del equipo de fútbol Chelsea y desde la capital británica ha dirigido sus incontables negocios, principalmente en Rusia e Israel, pero también en otros países, así como las cuantiosas donaciones que ha realizado a organizaciones judías y también de Rusia.

Abramovich no es un extraño en Tel Aviv, a donde llegó el lunes. En 2015 adquirió un hotel relativamente pequeño en aquella ciudad, el Versano Boutique Hotel, que ahora se convertirá en el domicilio permanente en Israel de quien también es presidente de la Federación de las Comunidades Judías de Rusia, una asociación que mantiene estrechos vínculos con el presidente Vladimir Putin.

Abramovich es un personaje muy cercano al presidente ruso, Vladimir Putin 

Quizás los vínculos de Abramovich con Putin estén detrás de las dificultades que ahora atraviesa el oligarca. Las relaciones con el poder en Rusia no le han sido extrañas ni son nuevas. Ya con Boris Yeltsin, en los años 90, Abramovich mantuvo una relación tan estrecha que Yeltsin lo invitó a residir en un apartamento del Kremlin, lo que el oligarca judío aceptó.

Algunos historiadores han revelado que fue el primero que le recomendó a Yeltsin que eligiera a Putin como sucesor, y así se hizo. Con Putin sus relaciones han sido todavía más estrechas y se dice que el hombre fuerte de Rusia le consulta continuamente en cuestiones de estado antes de tomar decisiones trascendentales.

Las autoridades británicas mantienen con los oligarcas rusos que se han establecido en Londres unas relaciones dobles. Por una parte, son bienvenidos porque meten mucho dinero en el país, pero por otra parte son vigilados por sus contactos con el Kremlin. Precisamente este es el fondo en el que en marzo se produjo la crisis de Salisbury.

Un exagente de los servicios de inteligencia rusos, Sergei Skripal, y su hija Yulia, fueron envenenados en Salisbury. Skripal había desertado a Londres hace unos años y había colaborado con los servicios de inteligencia británicos, de manera que a nadie le sorprendió que la primera ministra británica, Theresa May, acusara a Putin de estar detrás del ataque contra Skripal. El Kremlin, sin embargo, lo negó taxativamente.

El magnate emigra a Israel aprovechando las ventajas económicas que le ofrece el estado judío

Este es un asunto que no ha podido ayudar a los intereses de Abramovich en el Reino Unido. El oligarca vivía en Londres con un visado especial por haber invertido más de dos millones de libras en ese país. Sin embargo, la legislación de inmigración se ha endurecido recientemente y los británicos han estado dando largas a la renovación del visado de Abramovich, que expiró en abril de este año.

Entre otras cosas, con las nuevas leyes en la mano, parece que para renovar el visado en el Reino Unido es preciso que el solicitante justifique cómo ha amasado su fortuna, algo que sería complicado de hacer para Abramovich, cuyo capital se remonta a la Rusia poscomunista de los años noventa, donde se amasaron fortunas de oscuro pedigrí.

Una de las razones por las que Abramovich ha optado por emigrar a Israel es justamente que en este país no le preguntan a nadie de dónde viene su dinero, y que durante un periodo de diez años los nuevos inmigrantes no tienen que pagar impuestos sobre sus ganancias en el extranjero. Son ventajas que pocos países dan y que con anterioridad han aprovechado bastantes oligarcas judíos de Rusia.

El mismo secretario del Foreign Office, Boris Johnson, ha sugerido esta semana que Abramovich ya no es bienvenido en el Reino Unido justamente a causa de sus estrechas relaciones con Putin, y que el visado solo se le dará si justifica el origen de su fortuna. Pero con su flamante pasaporte israelí, el oligarca podrá viajar a Londres por seis meses sin necesidad de visado, aunque no podrá trabajar, para lo que será necesario que obtenga un visado especial, ha dicho un portavoz de la primera ministra May.

Según ha publicado la prensa británica, Abramovich admitió ante un tribunal que pago miles de millones de dólares en sobornos para comprar empresas soviéticas que costaban mucho más en los años noventa, e incluso admitió que había contratado a gangsters rusos para que le protegieran a él y a su familia.

Según The Times, Abramovich salió victorioso de las llamadas “guerras del aluminio”, que dejaron tras de sí un reguero de muertes, más de un centenar según distintos medios. El oligarca, aseguran esos medios británicos, ha estado relacionado con grandes escándalos mafiosos que se han denunciado en la prensa y sobre los que él no desea hablar. En Israel, Abramovich podrá guardar silencio.

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