bruselas
La legislatura saliente deja un legado importante de primeras veces en la UE: una pionera ley que regula la Inteligencia Artificial, la inédita financiación de armas a un país en guerra, el mayor fondo anticrisis de la historia de la UE o el desbloqueo del Pacto de Asilo y Migración. Las elecciones europeas, que arrancaron el jueves en Países Bajos, dan el pistoletazo de salida hacia el nuevo ciclo, la décima legislatura. El bloque comunitario está llamado a sortear durante el próximo lustro los embates de un mundo cada vez más inestable, consolidar los objetivos climáticos y echar a rodar las legislaciones sobre asilo. Y enfrenta este reto con la extrema derecha atravesando su mejor momento de forma de las últimas décadas.
Más de 370 millones de europeos están llamados a acudir a las urnas entre el 6 y el 9 de junio para elegir a sus 720 representantes en las que se perciben como las elecciones más trascendentales para la esencia del bloque comunitario. El Parlamento Europeo es la institución que menos margen de maniobra tiene, pero es la única elegida en las urnas. El poder real recae en la Comisión Europea, el brazo ejecutivo, y en el Consejo, formado por los 27 Estados miembros. Pero la Eurocámara tiene la capacidad de fiscalizar al resto, tumbar al Colegio de Comisarios o negociar con el Consejo las leyes europeas.
Las encuestas anticipan que las fuerzas de extrema derecha alcanzarán los mejores resultados de su historia en los países fundadores
La gran incógnita de estos comicios recae en cuáles serán las mayorías aritméticas del nuevo hemiciclo y, en consecuencia, las futuras alianzas. Las encuestas anticipan que las fuerzas de extrema derecha, repartidas en la actualidad entre los Conservadores y Reformistas (ECR) e Identidad y Democracia (ID), rubricarán los mejores resultados de su historia en los países fundadores. Los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni podrían hacerse con 30 escaños, Alternativa por Alemania (AfD) disputa a los socialdemócratas comandados por Olaf Scholz el segundo puesto y Marine Le Pen puede llegar a duplicar a los liberales de Emmanuel Macron en el número de escaños allanando el camino para el aterrizaje de la ultradechista en el Elíseo en las elecciones presidenciales de 2027.
El ascenso ultra no es repentino ni exclusivo de los comicios europeos. De hecho, es el espejo de una tendencia que lleva consolidándose durante los últimos meses y años en cada vez más países europeos. Desde Finlandia hasta Hungría, Italia o Países Bajos. Esta coyuntura llega en un momento complicado para las tropas ucranianas, con la situación humanitaria en Gaza crecientemente insostenible, bajo la amenaza del regreso de Donald Trump, que en su primer mandato se refirió a la UE como un enemigo, o con el bolsillo de los ciudadanos menguando y la pérdida de competitividad de las empresas europeas.
La crisis climática y la inmigración son dos de los asuntos donde las fuerzas euroescépticas y populistas han puesto el foco para lograr un buen nicho de votos. Durante este mandato, Ursula von der Leyen presentó un macropaquete verde que comparó como la llegada del ser humano a la Luna. Su objetivo final es convertir a Europa en el primer continente neutro en 2050. El primer paso para ello es reducir las emisiones en un 55% para 2030. Por ello la aplicación de las medidas adoptadas y la aprobación de otras nuevas son indispensables para alcanzar la meta.
Sin embargo, las fuerzas ultras han cargado abiertamente contra el Pacto Verde aprovechando el momentum de enfado y protestas de los agricultores, con quienes comparten la visión de que existe mucha regulación y demasiados acuerdos comerciales con países terceros. El Partido Popular Europeo también se ha subido a este barco autodenominándose el "partido del mundo rural" y ha puesto la zancadilla en la Eurocámara a una de las piezas angulares del Pacto Verde como la ley de la restauración de la naturaleza. Un acercamiento de los democristianos con la derecha radical y la extrema derecha podría poner en cuarentena los avances en la lucha contra la crisis climática.
La criminalización de la inmigración ha sido, de nuevo, uno de los grandes lemas que las fuerzas ultras han utilizado para consolidar su ascenso. Durante la presente legislatura se ha materializado la arquitectura de la Europa fortaleza con un Pacto de Asilo y Migración muy criticado por las organizaciones de derechos humanos y a través de la puesta en marcha de acuerdos controvertidos con regímenes autoritarios como Egipto o Túnez, que canjean millones por paralizar a las barcazas antes de que lleguen a puertos europeos.
El Pacto de Asilo entrará en vigor en 2026 y ya hay varios gobiernos como el húngaro o el polaco que anticipan que no cumplirán sus directrices, especialmente, el apartado que exige reubicar a solicitantes de asilo o pagar una multa por cada rechazo. Además, durante el lustro que está por iniciarse todo apunta a que se institucionalizará la externalización de la inmigración siguiendo la vía Meloni, que ha sellado un acuerdo con Albania para deportar allí a los refugiados. Otros 15 Estados miembros y la propia Von der Leyen ven este modelo como un buen ejemplo a seguir.
Meloni es precisamente el espejo en el que se miran cada vez más las otras fuerzas de extrema derecha, desde Orbán hasta Vox o Le Pen. Von der Leyen está dispuesta a pactar con ella porque la considera la ultraderecha asumible basándose en que es pro-OTAN, pro-UE y pro-Ucrania. Sin embargo, aunque se ha alineado en la capital comunitaria con la mayoría de medidas europeas, marcando el paso en alguna de ellas, en casa está plantando una cruzada contra los derechos de las minorías imponiendo su visión ultraconservadora.
Durante la primera recta de su mandato ha prohibido que las parejas homosexuales registren a sus hijos, quiere obligar a las mujeres que deseen abortar a escuchar el latido del feto –algo que hace la Hungría de Orbán– o mantiene un cerco a los medios de comunicación que ha desembocado en una huelga de los trabajadores de la televisión pública. "¡Sí a la familia natural, no al lobby LGBT. Sí a la identidad sexual, no a la ideología de género. No a la violencia islamista, sí a fronteras seguras!", proclama en sus mítines.
Von der Leyen está dispuesta a pactar con Meloni porque la considera la ultraderecha asumible
"El Parlamento Europeo ha sido un actor clave a la hora de presionar a otras instituciones de la UE para que adopten medidas para defender el Estado de derecho dentro de la Unión Europea. Si, como se espera, las elecciones resultan en un giro significativo hacia la derecha, es probable que se convierta en un defensor menos asertivo del Estado de derecho y las normas democráticas, lo que socavará aún más la ya deslucida respuesta de la Unión Europea al retroceso del Estado de derecho", anticipa un análisis del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés).
Estos desafíos se producen en medio de la imprevisible guerra en Ucrania, el genocidio en Gaza y con la amenaza de la llegada al liderazgo de EEUU de Donald Trump, amigo de Orbán. El Parlamento Europeo apenas tiene margen de acción en la política exterior europea, que recae en cada uno de los Estados miembros. Sin embargo, el papel de los 720 sí será clave para la aprobación de los nuevos presupuestos comunitarios, que fijarán las prioridades y el rumbo del bloque entre 2027 y 2034. Una mayor presencia extremista se traduciría en una UE menos integrada en la que será más difícil proteger el pilar social o avanzar en soluciones conjuntas como la Unión Bancaria o la Unión Energética.
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