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MOSCÚ.- ¿Se puede tener nostalgia de algo que no se ha vivido? “En contra de la opinión comúnmente aceptada, los procesos históricos no se han acelerado con la aparición de los medios de comunicación de masas”, escribe el sociólogo ruso Borís Kagarlitsky. “Los 'historical tempi' –explica Kagarlitsky– no están determinados solamente por la velocidad de la transmisión de la información, sino también por la dinámica de la conciencia de las masas”.
Más de siete décadas de comunismo soviético habían de dejar a la fuerza una honda huella psicológica en la población rusa. El recuerdo de la Unión Soviética sobrevive, obviamente, entre sus antiguos ciudadanos, cuyos sentimientos van desde el rechazo absoluto hasta la nostalgia por una época que, pese a todo, forma parte inseparable de sus biografías. Pero también se ha transmitido –y esto es lo interesante– a una nueva generación que no tiene edad suficiente como para recordar la URSS o que incluso nació después de su desintegración.
Tres jóvenes rusos y la URSS
La revista The Village entrevistó recientemente a varios de estos jóvenes. El artículo ofrece una perspectiva poco habitual a este fenómeno, que si bien no es general, al menos sí que merece cierta atención.
“Hace tiempo que me intereso por la politología y leo mucho sobre ideología. Sueño con la construcción del socialismo en Rusia, que los políticos trabajen por el bienestar de la gente y no al revés, porque así es como tendría que ser”, dice Kiril (15 años). Para Kiril, la Unión Soviética era un país donde la gente “se sentía tranquila”, ya que podía “recibir una educación gratuita, había trabajo y la vida era buena”. “Mis abuelos sabían qué les deparaba el futuro, había asistencia médica gratuita, y el Estado siempre ayudaba”, añade. Este quinceañero explica que no le importa dedicar parte de su tiempo libre a defender el pasado soviético de Rusia en los foros de Internet: “sí, todas estas conversaciones, por ejemplo, sobre que en la URSS no había productos, que los estantes estaban vacíos... tonterías. Todo eso ocurrió en los noventa. En tiempos de la Unión Soviética había de todo.”
“Soy una persona muy alejada de los valores actuales”, confiesa por su parte Ígor (24 años). “No le doy un valor especial al dinero, cuánto gana una persona no es para mí ningún indicador de éxito”. Hijo de un funcionario del KGB y una ingeniera, a Ígor le gusta ver cine soviético –que considera mejor que el actual cine ruso– y escuchar al conocido cantautor soviético Vladímir Vysotski. “Claro, las cosas han cambiado, como se dice, 'las cosas son ahora mejor'. Han pasado más de veinte años desde la desintegración de la URSS. ¿Pero qué ocurrió en los primeros cuarenta años de la Unión Soviética? No hay más que compararla con la Rusia prerrevolucionaria y la Rusia de preguerra, eran países diferentes. Uno era un país agrícola atrasado y el otro un país avanzado.”
Como a Kiril, lo que más le atrae a Ígor de la URSS es la seguridad que brindaba el Estado soviético a sus ciudadanos. “Al hombre soviético se le acompañaba desde la cuna hasta la tumba. Y eso es algo que me gusta: naces, vas a la guardería, de la guardería vas a la escuela, de la escuela vas al instituto y la universidad, sales y tienes trabajo. Trabajas, recibes los vales, viajas. Eso es lo mínimo, la base. Y si quieres, siempre puedes conseguir algo más.” Aunque Ígor se muestra escéptico con el actual Gobierno, esta nostalgia –aunque él no la considera así– no le ha llevado a militar en ningún partido ni organización política. Todo lo contrario que Gueorgui (22 años), cuyo temprano interés por la historia de la URSS le llevó a afiliarse al Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR).
“Todo comenzó en el instituto, cuando tenía 16 años”, explica Gueorgui. Fue entonces cuando comenzó “a estudiar la historia del país”: “la época de la Unión Soviética me enganchó, y comencé a estudiarla.” La URSS, continúa, “enseñó a la humanidad que hay un camino alternativo, que se pueden hacer las cosas de otra manera. Nos inspiraron los sindicatos occidentales y su lucha por los derechos. El esfuerzo y la abnegación de la gente que construyó el país y sobrevivió incluso a las peores épocas son motivo de admiración.” Los ciudadanos de la URSS eran “gente normal y corriente”, pero que hicieron grandes cosas.
Con todo, para Gueorgui, cuyo ídolo es el cosmonauta Yuri Gagarin, no se trata sólo de los grandes proyectos, sino también de los pequeños detalles de la vida cotidiana. “Todo el mundo ha oído hablar de las máquinas expendedoras de soda, del hecho de que nadie robaba los vasos que habían en la máquina. Cosas pequeñas como ésta pueden llevar a cosas más grandes. Y de cosas pequeñas como ésta se pasaba a otras, a cosas que hoy prácticamente no se encuentran.” Este joven cree que “nuestra generación se queja demasiado”. “Todo está lleno de individualistas. Después de la guerra todo era mucho peor que ahora y sin embargo sobrevivieron. La gente luchó, reconstruyó lo destruido. ¿En qué soñaban entonces? ¡En 1961 Gagarin viajaba al espacio! Si él podía viajar, significaba que todos podíamos hacerlo (…) ¿Y ahora qué tenemos? Gente que dice: 'Un iPhone 6. Tengo que comprármelo'. Eso es todo.”
En búsqueda de un continuum cultural
Por supuesto, no todo el mundo piensa como Kiril, Ígor o Gueorgui. “No quiero ni oír hablar de la Unión Soviética”, contesta Nikolái (30 años) cuando se le pregunta por el artículo de The Village. “Es la época de la historia de Rusia que menos me gusta”, insiste. Y con todo, a Nikolái le encanta por ejemplo la arquitectura soviética, desde el neogótico estalinista hasta la modernista. “No me puedo imaginar viviendo en Alemania”, dice. Incluso entre quienes preferirían pasar página a este capítulo de la historia rusa, la URSS sigue siendo una presencia insoslayable.
Algo que no ha pasado desapercibido a varios músicos rusos. “La nueva ola rusa abraza el chic soviético”, titulaba no hace mucho el diario The Guardian un artículo sobre este tema. En él se citaba uno de los últimos videoclips de Timati (Moscú, 1983), Utiosov. El título, como dicen los alemanes, es programa: Leónid Utiósov fue un cantante de jazz soviético (de hecho, el primero en obtener el título de Artista del Pueblo, en 1965), cuya voz sampleada –“muy bien”– acompaña a los raperos Timati y L'One en un vídeo musical que algunos han considerado la respuesta rusa a los clips de raperos estadounidenses con pitbulls y Mercedes.
En el vídeoclip, una limusina ZIL llega a un polígono industrial donde se apilan varios contenedores. Del coche bajan los cantantes y un enorme oso pardo. Tras firmar un contrato, los raperos abren un contenedor donde se encuentra el vehículo de su elección: un viejo tanque soviético con el que aplastan varios automóviles mientras desgranan sus simpatías por Rusia frente a Occidente. “Me queda más cerca el gato Leopold que Mickey Mouse / me queda más cerca la canciones de Zemfira, y no las de Miley Cirus / Me queda más cerca Ded Moroz, y no Santa Claus”, rapea L'One, de origen georgiano. Toda la canción está repleta de referencias a la URSS y Rusia: la Copa Gagarin de la Liga Continental de Hockey, los diamantes de Yakutia, el caviar negro, la torre Ostánkino de Moscú, el águila bicéfala, el MiG-21, el fundador del esquema piramidal MMM, Serguéi Mavrodi… “En la mano izquierda un YotaPhone / en la derecha, Vyatski kvas”, con el que Timati brinda a la madre patria, no sin antes prometer correr el París-Dakar con un camión de la marca Kamaz.
Utiosov (Timati, 2015)
“En el hip-hop estadounidense utilizan canciones antiguas, oldies americanos como James Brown, Aretha Franklin, Nina Simone, cosas de los sesenta, setenta y ochenta, comenzando por Frank Sinatra”, ha dicho Timati. “¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo? Estamos haciendo hip-hop y R&B en Rusia, en ruso. ¿Por qué no usar samples?” Timati y L'One también son los autores, por cierto, de una canción –que da nombre a su última gira– que se llama GTO, siglas en ruso de Preparación para el Trabajo y la Defensa, un programa de ejercicio físico para toda la población de la URSS que el 24 de marzo de 2014 el Kremlin aprobó reintroducir.
Aunque quizá los más famosos, Timati y L'One no son los únicos. La vieja música soviética es cada vez más interesante para los jóvenes artistas como “base creativa”, afirma Artiom Makarsky, editor de la revista Look at Me. Makarsky –que es otro de los entrevistados por The Guardian– habla no sólo como observador, ya que él mismo pincha remixes de música soviética en el Strelka de Moscú, un club que se encuentra en la antigua fábrica de chocolate Octubre Rojo, hoy convertida en incubadora de empresas y tiendas de moda, y uno de los lugares habituales de reunión de los hipsters moscovitas. Según el editor de Look at Me, “los músicos jóvenes quieren encontrar un continuum ruso, encontrar una conexión con la cultura del pasado”. The Guardian cita algunos ejemplos (TenDJiz, Artek Elektronika, Electronica 302) y se deja otros (Midget Ninjas y su Soviet Bass).
La Unión Soviética desapareció en 1991, pero parece que sigue sobreviviendo en las sinapsis de muchos rusos. En unos por nostalgia, en otros, por interés hacia sus raíces culturales, las mismas que los reformadores de los noventa pretendieron eliminar de la memoria colectiva con una terapia de shock que, además de económica, también fue política y cultural. Ese continuum entre la URSS y la Federación Rusa del que habla Makarsky había de ser, al fin y al cabo, algo natural, pero quedó truncado, de ahí que ahora se exprese en forma de nostalgia o recuperación cultural incluso entre quienes no vivieron en ella. El primer título que Marx pensó para el Manifiesto comunista era, según se dice, “espectros”, y eso es lo que parece que todavía se esconde en muchos lugares de Rusia
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