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El mosquito que mantiene a Brasil en vilo

El mosquito que propaga el Zika por 28 países del mundo y que amenaza los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, también revela las debilidades de la sociedad brasileña donde muchas de las necesidades básicas y derechos sociales siguen sin cumplirse.

Un virus que hace estragos especialmente en Brasil.- AFP

AGNESE MARRA

SAO PAULO.- El pasado lunes la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó una situación de emergencia mundial debido al aumento de casos de bebés con microcefalia aparentemente relacionados con el virus Zika (transmitido por el mosquito Aedes aegypti). El virus se ha detectado en al menos 28 países, el continente latinoamericano es hasta ahora el más golpeado y Brasil el que tiene mayor número de afectados. Según cifras del ministerio de Sanidad, hasta esta semana se contaban un total de 404 casos de microcefalia vinculados al Zika, y 3.670 todavía por confirmar.

Las temperaturas superiores a los 30 grados y la escasez de lluvias, especialmente en el Nordeste y Sudeste del país, hacen de estas regiones el terreno ideal para que el Aedes aegyptit, caracterizado por sus patas blancas y negras, acampe a sus anchas por todo el país. Las residencias, los almacenamientos de agua y las áreas de acumulación de residuos, tanto en los domicilios como los basureros a cielo abierto, son sus lugares preferidos para criar las larvas.

El mosquito que transmite esta enfermedad también es el responsable de propagar el dengue, la Chikungunya y la fiebre amarilla. Desde hace más de 30 años cada verano las epidemias son mayores. En 2015 batieron todos los récords al infectar a 1.600.000 brasileños con dengue, Chikungunya y ahora también sabemos que con Zika.

"En tres décadas el país no ha podido acabar con el mosquito, ni tan siquiera reducirlo"

La epidemia de bebés con microcefalia fue la que llevó a conocer el virus Zika, del que apenas se había hablado hasta el pasado mes de agosto. Fue entonces cuando las primeras embarazadas, que habían sido picadas en verano, veían en sus ecografías que su feto tenía una malformación craneal. El aumento de casos con el mismo problema, todos ubicados en la región del Nordeste (ahora se ha extendido a otros estados), hizo saltar las alarmas.

En tres décadas el país no ha podido acabar con el mosquito, ni tan siquiera reducirlo, sino todo lo contrario. Los veranos pasan con las noticias de los infectados y fallecidos por dengue como meras estadísticas. Son números, simples números. Sin embargo, este año se antoja diferente. Por un lado, por la novedad y la gravedad de los casos de microcefalia originados por una nueva enfermedad que la transmite el mosquito de siempre. Y por otro, por la llegada de al menos 500.000 extranjeros al país en el próximo mes de agosto para celebrar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Saben que esos números difícilmente los pasarán como estadística.

Después del decreto de la OMS y con las olimpiadas a la vuelta de la esquina, la presidenta Dilma Rousseff salió el pasado miércoles en televisión para dar un discurso oficial sobre el Zika en el que pedía la colaboración de la población y aseguraba que no iba a escatimar en gastos para acabar con el mosquito. Un discurso más positivo que el que dio hace dos semanas el ministro de Sanidad, Marcelo Castro, al asegurar que la batalla contra el Aedes aegypti la “estaban perdiendo feo”.

El enemigo en casa

Con todas las miradas puestas sobre Brasil, este mosquito de apenas 7 milímetros no sólo está contagiando a la población sino que está sacando a la luz una serie de problemas estructurales que la séptima economía del mundo se empeña en obviar: “El Aedes aegypti es la síntesis de la miseria social brasileña”, decía el ex ministro de Sanidad del segundo gobierno Lula, José Gomes Temporão. Este retrato no sólo tiene que ver con que las clases más humildes sean las principales víctimas, sino que surge cuando uno se pregunta por qué resulta tan difícil combatir a este mosquito.

“El Aedes aegypti es la síntesis de la miseria social brasileña”

Las primeras respuestas subrayan las deficiencias de un país en el que el que apenas el 49% de la población tiene un sistema de desagüe adecuado. Según Édison Carlos, presidente del Instituto Trata Brasil especializado en saneamiento básico, universalizar el sistema de desagüe podría demorar al menos veinte años: “Y eso con una inversión de 15 billones de reales por año”, puntualiza. A su vez el 62% de los deshechos son lanzados directamente a los ríos y los índices de drenaje del agua de lluvia, varían en cada región, pero tampoco superan el 50%.

Según especialistas de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) que llevan años investigando acerca del dengue, la lucha contra esta epidemia se ha centrado en combatir al mosquito pero no ha cambiado las estructuras que lo mantienen: “Con un sistema tan atrasado de saneamiento básico es imposible intentar acabar con el Aedes aegypti, más bien se lo estamos poniendo en bandeja”, decía uno de sus investigadores en una entrevista en el diario Folha de São Paulo.

El acceso al agua es otro de los problemas de fondo. El 30% de los municipios brasileños no tienen agua potable y sus sistemas de almacenamiento son rústicos e improvisados. En los últimos dos años los periodos de sequía más prolongados provocaron que en estados como el de São Paulo, que solía tener veranos lluviosos, los infectados por dengue aumentaran en 2015 un 80% y las muertes se duplicaran de 453 a 811. En el Nordeste del país (uno de las regiones históricamente más secas y más pobres) el 82% de los criaderos del Aedes aegypti se encuentran en los depósitos de almacenamiento de agua.

"Con un sistema tan atrasado de saneamiento básico es imposible intentar acabar con el mosquito"

En el Sudeste y Centro Oeste el 52% de los mosquitos están dentro de las casas, especialmente en las miles de residencias y edificios abandonados dispersos tanto en áreas rurales como urbanas. Por este motivo Dilma Rousseff firmó la medida provisoria 712 que permite que el Estado pueda entrar en inmuebles abandonados tanto públicos como privados para poder fumigar en el caso que fuera necesario. El periodista Alceu Castilho recuerda como con esta medida se vuelve a retomar el tema de la vivienda como función social: “Cabe ahora a un mosquito refrescar la memoria de estos distraídos. Aquel propietario que abandonó su casa con la piscina llena no es un parásito sólo porque amenaza la salud pública. Es un parásito porque esta casa podría ser utilizada por seres humanos y no por la especulación inmobiliaria, para las ganancias fáciles de unos pocos”, decía en su blog en el site Outras Palavras.

Más de 200.000 agentes ambientales están destinados a recorrer casa por casa en busca de posibles focos de Aedes aegypti. A su vez aprovechan las visitas para informar a la población sobre los cuidados básicos para mantener al mosquito alejado. El ministerio de Sanidad esperaba que a finales de enero se hubieran recorrido el 100% de las viviendas registradas. Hasta ahora sólo han accedido a un 20%, lo que supone un total de 11 millones de inmuebles de los cuales 355.000 albergaban focos de mosquito.

Las mujeres doblemente víctimas

Las embarazadas son el principal grupo de riesgo del virus Zika. Para el resto de la población el 80% de las veces la picadura no conlleva ningún síntoma. Para el otro 20% puede producir fiebre baja durante dos o tres días, manchas rojas en la piel y dolores musculares. Pero las verdaderas víctimas son las madres y sus recién nacidos con microcefalia (según la OMS menos de 32 centímetros de perímetro cefálico).

"Obligarlas a tener un hijo con microcefalia es un grave daño a su salud mental"

Este pequeño mosquito nos recuerda quiénes son los más débiles y desprotegidos de esta enfermedad. En un país mayoritariamente católico y cada vez más copado por los evangélicos, tanto en el Congreso como en las calles, el aborto sigue siendo un tema como poco delicado. Pero el Aedes aegypit lo ha vuelto a sacar a la luz. Brasil sólo permite abortar en tres situaciones: cuando corre riesgo la vida de la madre, en un embarazo fruto de una violación y en caso de feto anencefálico por ser incompatible con la vida.

Con el aumento de casos de microcefalia, un grupo de abogados ha solicitado que se permita abortar a las madres que sean diagnosticadas con Zika. Incluso Naciones Unidas recomendó este viernes a Brasil que permita esta excepción.

Los abortos ya se han empezado a llevar a cabo y las mujeres más humildes son las que tienen más que perder ya que no pueden permitirse pagar la operación (con valores entre los 1000 y los 4000 euros) en una clínica privada. “Las mujeres no pueden ser penalizadas por políticas estatales fallidas. Obligarlas a tener un hijo con microcefalia es un grave daño a su salud mental”, decía la antropóloga, Débora Diniz, del Instituto de Bioética Anis.

Por ahora desde el Gobierno de Rousseff no quieren oír hablar del tema, saben la polémica que trae y los votos que resta entre gran parte de la población evangélica. Tampoco está respondiendo ante las madres que han empezado a criar a sus bebés solas, sin apenas ayudas. Una gran mayoría de mujeres humildes con salarios mínimos (alrededor de 200 euros al mes) que tienen que desvivirse por mantener su empleo y cumplir con las diversas visitas al médico para que sus bebés sobrevivan con dignidad.

“Hay una grave falta de especialistas en estas enfermedades"

Tanto para las madres de los recién nacidos enfermos, como para los futuros afectados de Zika, dengue o Chikungunya, el sistema sanitario brasileño ha revelado las enormes fallas que tiene a la hora de lidiar con estas crisis que se repiten año tras año. La falta de médicos en el sistema público hace que cientos de infectados tengan que volver en varias ocasiones al hospital hasta que finalmente logren ser atendidos. “Hay una grave falta de especialistas en estas enfermedades. De nada sirve contratar a cualquier tipo de médico, hay que conocer cómo funcionan estos virus para poder enfrentarse a ellos”, declaraba el residente de la Sociedad Brasileña de Dengue y Arbovirosis, Artur Timerman, al enterarse de las contrataciones millonarias que se han empezado a hacer en algunos municipios desesperados por la falta de personal sanitario.

La presidenta Rousseff y el ministro de Sanidad, Marcelo Castro, que habían señalado a finales del año pasado un posible recorte de 9 billones de reales en esta cartera, ahora aseguran que los esfuerzos económicos aumentarán. Anunciaron esta semana la asociación entre Brasil y Estados Unidos en busca de una futura vacuna contra el Zika. También informaron sobre los pactos acordados con sus vecinos latinoamericanos para hacer un férreo control de fronteras. Discursos y declaraciones para dejar una sensación de control y asegurar que los Juegos Olímpicos sucederán sin problemas. El problema es que el Zika también llega en uno de los peores momentos políticos y económicos del país, con una tasa de paro que roza los dos dígitos y los recortes sociales sobre la espalda de los trabajadores. No sólo el Zika se ceba con ellos.

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