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Miles de personas siguen a la deriva en aguas del sureste asiático ante la inacción de los países de la región para llegar a un acuerdo frente al éxodo de bangladesíes y birmanos de la etnia rohingya. Entre 6.000 y 8.000 inmigrantes, según datos de la ONU, permanecen atrapados en el golfo de Bengala desde hace semanas. Tailandia, Malasia o Indonesia se niegan a que desembarquen en su territorio a pesar de las críticas de Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias, que hablan de un "ping pong" con vidas humanas.
Una de las embarcaciones, en la que viajan 150 hombres, 200 mujeres y 100 niños en situación precaria, fue rechazada el pasado sábado por las autoridades malasias y, por segunda vez desde el jueves pasado, retrocedió hasta aguas tailandesas. En este momento, la Marina tailandesa cree que el navío, un barco de pesca de madera, se encuentra en aguas internacionales.
Tailandia reitera que su política es no aceptar barcos con inmigrantes y defiende que en tres ocasiones desde el pasado jueves han asistido a los ocupantes del barco con comida y agua. Un portavoz militar asegura que la Marina tiene un plan de contingencia para acoger a estas personas si corren peligro y si desean asistencia por razones humanitarias.
Este lunes, el Gobierno de Tailandia ha declarado que sopesa crear un área de tránsito en la que los inmigrantes recibirían ayuda humanitaria. El viceprimer ministro tailandés, Prawit Wongsuwon, detalló que no se plantean un campamento para confinar o mantener bajo control a los refugiados, sino un lugar de paso, pero aún no saben dónde, según el diario local Bangkok Post.
Sin embargo, Prawit aplazó cualquier otra decisión sobre la crisis de refugiados a la reunión que Tailandia ha convocado en Bangkok con representantes de varios países de la región el 29 de mayo próximo. Hasta ahora Birmania se ha desentendido de la crisis y ha puesto en duda su participación en la reunión. Naypyidaw achaca el problema al tráfico de personas en Tailandia y se niega a aceptar a los rohingyas, incluido el uso del término, ya que los considera inmigrantes ilegales de Bangladesh, donde tampoco son reconocidos.
Por su parte, Malasia califica de "injustas" las críticas vertidas contra su país por rechazar a los inmigrantes. "Es injusto que la prensa internacional diga que Malasia no acoge a inmigrantes. Se supone que ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) debe hacer los arreglos para enviar a estos inmigrantes a terceros países, pero esto hace años que se demora", dijo el ministro sin cartera y presidente del Consejo de Seguridad Nacional de Malasia, Shahidan Kassim, según el diario local The Star.
Shahidan señaló que han entregado agua, comida y carburante a los barcos para que continúen su viaje, y explicó que su Gobierno ha descartado una política de puertas abiertas para evitar la entrada de una oleada de inmigrantes. El Gobierno de Malasia prevé iniciar una ronda de contactos con Tailandia e Indonesia para abordar la crisis y presionar a Birmania (Myanmar) para que se implique en un acuerdo a nivel regional.
"Esta (crisis) es responsabilidad del gobierno de Myanmar. ¿Es que no tienen humanidad para resolver este problema internamente, en lugar de pasar la carga a otros países del sudeste de Asia?", declaró, en tanto, el viceprimer ministro malasio, Muhyiddin Yassin Muhyiddin, según el diario New Straits Times.
Los rohingyas son una minoría musulmana que ni Bangladesh ni Birmania reconocen como nacionales. Además, se han convertido en las víctimas de un conflicto sectario que estalló en el oeste de Birmania con la muerte de una birmana a manos de varios musulmanes.
Según el ACNUR, unas 25.000 personas zarparon en barcos desde Bangladesh y Birmania durante el primer trimestre de 2015, el doble del número registrado en el mismo periodo de 2014. Una minoría regresa, como la arrastrera con 116 nacionales que Bangladesh encontró el 12 de mayo, pero el resto prosigue en un largo viaje no exento de peligros hacia su destino.
Durante el periplo dependen de la buena voluntad de la tripulación y, cuanto más larga es la navegación, mayores son las probabilidades de que broten problemas. "Una familia fue golpeada hasta que murió: el padre, la madre y el hijo. Y después arrojaron los cadáveres al mar", relató Mohammad Amin, un rohingya de 35 años que formaba parte de las 582 personas que Indonesia rescató el 10 de mayo en la provincia de Aceh, en el norte de la isla de Sumatra, y que ahora atiende la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
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