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Lucha a muerte por el control del partido de Mandela

Zuma, acusado de corrupción, pelea por la jefatura del CNA con el presidente surafricano Mbeki

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Suráfrica vive su momento político más decisivo desde que en 1994 Nelson Mandela alcanzó la presidencia y acabó con el apartheid. El partido de Mandela, el Congreso Nacional Africano (CNA), comienza hoy una convención de cinco días en Polokwane para elegir a su líder.

Se trata de un duelo de machos entre el presidente del país, y actual líder del CNA, Thabo Mbeki, y el ex vicepresidente Jacob Zuma. El favorito es el polémico Zuma, que cuenta con un gran apoyo entre los sectores más pobres.

Zuma,de 65 años, ha logrado sobrevivir políticamente tras salir absuelto en un caso de violación y otro de corrupción, aunque la justicia todavía le investiga por el cobro de un soborno en una venta de armas. Muchos analistas consideran que Zuma busca alcanzar la jefatura del CNA para desde ahí poder forzar a Mbeki a renunciar a la presidencia, antes de que acabe su segundo y último mandato, y así lograr la inmunidad.

Mbeki, también de 65 años, se siente acosado tras controlar durante años el aparato del partido. Considerado el líder en la sombra durante la presidencia de Mandela (1994-1999), Mbeki teme que el CNA termine con su carrera de la misma manera que él lo hizo con sus rivales internos.
'¿Tengo aspecto de tener cuernos? Es falso que no fomente el diálogo y el debate interno', dijo recientemente en una entrevista al Mail & Guardian.

Mbeki ha logrado el crecimiento económico de Suráfrica con políticas económicas liberales, pero pese a que parte de la población negra ha alcanzado la clase media, las diferencias entre ricos y pobres se han incrementado en los últimos años.

Destituido por corrupción

La política en Suráfrica no se rige por los mismos patrones que en el resto de los países democráticos. De ser así, la carrera política de Zuma estaría más que acabada. En 2005, cuando era vicepresidente, fue destituido por Mbeki después de que la justicia condenara por corrupción a su asesor económico, Schabir Shaik.

A Zuma se le acumularon los problemas ese año mientras él denunciaba una persecución política. Fue acusado de violación por la hija de un amigo acogida en su casa. Fue absuelto porque se determinó que la relación fue consentida.

Pero lo que el ex vicepresidente contó durante el juicio provocó estupor y vergüenza ajena. En el momento de la relación sexual, Zuma, que presidía la campaña nacional de lucha contra el sida, sabía que la mujer estaba infectada con el virus, pero dijo que para protegerse de la infección se dio una ducha después.

Pese a todo, ha logrado recuperarse y volver con el apoyo de las bases del partido, de la liga de mujeres del CNA, de los jóvenes militantes y de los sindicatos. Situado en el ala izquierda del partido, se autodefine como 'socialista'.

Pero Zuma no cuenta con la bendición de todos. Desmond Tutu, el antiguo arzobispo de Ciudad del Cabo y una de las opiniones más influyentes de Suráfrica, ha dicho que la elección de Zuma sería 'una vergüenza'.

El aspirante tiene mucha más popularidad que Mbeki, quien desprende una imagen de político despiadado alejado del pueblo. Zuma acusa al presidente de acumular poder, y manipular a su antojo el Parlamento y la judicatura.

Mbeki no ha logrado convencer a los sindicatos y a los surafricanos más pobres de que el Gobierno ha actuado en su beneficio desde que acabó el apartheid. El presidente ha sido criticado por sus campañas contra el sida en un país en el que el que el 10% de sus 48 millones de habitantes está infectado por el virus.

Hasta 2004 rechazó el uso de medicamentos antirretrovirales contra el sida, alegando que eran tóxicos y que sólo beneficiaban a las empresas farmacéuticas occidentales.

Tras una campaña sucia, con compra de votos a cambio de ofertas de trabajo y dinero en efectivo, Zuma tiene la oportunidad de vengarse de Mbeki con una humillante derrota.

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