Este artículo se publicó hace 9 años.
Líbano, primer país árabe con un sindicato para empleadas domésticas extranjeras
350 mujeres, la mayoría inmigrantes, defenderán sus derechos laborales en la capital de Beirut para lograr un trabajo decente y abolir el sistema de patrocinio legal, vigente en todo Oriente Medio
BEIRUT.- “En Líbano los trabajadores inmigrantes son invisibles. En este país no somos nadie. Pero sí somos alguien para nuestras familias y en nuestro país”, expresa con rotundidad Gemma Justo. Una decena de mujeres de Filipinas, Sri Lanka, Bangladesh, Camerún, Etiopía y Costa de Marfil asienten.
Es la motivación interna que les ha llevado a liderar a otras 350 mujeres que han decidido organizarse los domingos, su único día libre. Hoy acaban de dar otro paso más en la consolidación del primer sindicato para empleadas domésticas no sólo de Líbano sino de todo Oriente Medio.
El camino ha sido largo. Las últimas reuniones del mes febrero han servido para constituir su primera junta directiva y empezar a perfilar un plan de acción para los próximos meses. Pero el proceso ha durado más de tres años de talleres y una comisión con el apoyo de la Organización Internacional de Trabajadores (OIT) y una red de asociaciones y ONGs libanesas. Además del apoyo constante de la Federación Libanesa de Sindicatos de Trabajadores y Empleados (Fenasol).
Patrocinio laboral: puerta abierta a la explotación laboral
“Queremos abolir el sistema de patrocinio porque nos ata al empleador y provoca todo tipo de abusos, incluso sexuales”. Ese es el objetivo final de las mujeres, según Gemma Justo. Ese método de contratación, llamado kafala en árabe, exige que los trabajadores extranjeros estén apadrinados por personas del país, que son responsables de su vida y estatuto legal.
Esta práctica genera un sistema muy propicio para la explotación. Los trabajadores dependen en todo del empleador, que en muchas ocasiones custodia sus pasaportes y decide si pueden finalizar su relación laboral. No hacerlo así supone un riesgo elevado ya que sin su documentación, las emigrantes pueden ser detenidas e, incluso, deportadas. De esta manera, en algunos casos, los empleadores exigen una indemnización a sus trabajadoras para poder cambiar de empleo.
En esa situación se encuentran las cerca de 250.000 empleadas domésticas extranjeras que trabajan en Líbano, un país con cerca de cuatro millones y medio de habitantes, sin contar a los refugiados palestinos y sirios.
Gemma Justo, filipina de 48 años que ha vivido 21 de ellos en el país, añade que muchas de las trabajadores denuncian también impagos o retrasos en sus salarios, la exigencia de trabajar toda la semana sin día libre, golpes, abusos físicos y confiscación de papeles. Algunas mujeres pueden llegar a trabajar hasta dieciocho horas al día por apenas 100 dólares al mes. La mayor parte emigran solas, sin red social, para mandar dinero a sus familias.
Además, cada año alguna de ellas no aguanta estas duras condiciones y se suicida. Ese fue el caso de Barcotan Dupree que conmocionó Beirut hace apenas tres meses. La mujer etíope se lanzó por una cuarta planta, tras intentar huir y ser golpeada por su empleador. “En la prensa libanesa siempre dicen que es porque las mujeres sufrían problemas mentales. Me pregunto cuantas se suicidarían si tuvieran buenas condiciones en su trabajo. Eso nunca lo señalan”.
Dificultades legales para asociarse
“Nuestro objetivo es que las trabajadoras consigan tener un trabajo decente”, resume Castro Abdala, presidente de Fenasol. “Definir una horas de trabajo semanales, poder dejar su trabajo libremente, lugar digno para vivir, protección social y de salud. Y, por supuesto, el derecho a organizarse y demandar sus derechos. Sin esto no se puede hacer nada para derribar el kafala”.
Las trabajadoras no sólo deben hacer frente a la dificultad de organizarse en condiciones tan precarias sino también a limitaciones legales. El código laboral libanés no permite que los trabajadores extranjeros formen parte de sindicatos.
Por esa razón, Fenasol remitió la documentación al Ministerio de Trabajo, con las empleadas domésticas extranjeras incluidas en un sindicato general de limpieza y cuidado, junto a otros trabajadores libaneses.
“Aún no hemos recibido ninguna comunicación formal. Tienen cinco años para responder”, dice Castro Abdala. “En todo caso, nosotros seguiremos trabajando”, añade. “No estamos de acuerdo con este sistema de registro previo porque viola la libertad de asociación”.
Abdala recuerda que ya en 1936, su sindicato ayudaba a trabajadores armenios y kurdos. “Cualquier trabajador, sea de donde sea, tiene el derecho a asociarse y defender sus derechos”, concluye. El presidente de Fenasol explica que las condiciones para defender sus derechos laborales tampoco son fáciles para los trabajadores libaneses.
Precisamente, mirando a su país, Farah Salka, integrante del Movimiento Antirracista, señala que “nuestra propia sociedad debe cambiar. Hay discriminación y racismo con las trabajadoras porque a mucha gente le interesa que el sistema sea así para pagar menos dinero”.
Duras condiciones laborales en todo el mundo árabe
Salka explica que Sri Lanka ha prohibido a sus nacionales trabajar en Líbano por las duras condiciones. Pese a todo, las mujeres siguen viniendo, a través de Sudán o Etiopía a través de mafias. “Las mujeres saben que aquí las condiciones son peores que en Europa. Pero allí no pueden ir y piensan que son mejores que en Arabia Saudí y otros países árabes”.
Pese a las particularidades de cada estado, la situación de las cerca de 2,4 millones empleadas domésticas del mundo árabe cuenta con un mismo esquema de problemas, sobre todo, el sistema de patrocinio para trabajar.
Según Human Rights Watch en Emiratos Árabes Unidos, algunas trabajadoras han denunciado hasta 21 días trabajados encadenados sin día libre de descanso. En Catar, país que albergará el Mundial de Fútbol en 2022, un expresivo informe de Amnistía Internacional titulado “Mi sueño es mi pausa”, relataba casos de jornadas laborales de hasta 100 horas semanales.
Por esas razones, Gemma Justo espera que el trabajo conjunto que están haciendo con otras mujeres en Jordania fructifique también en un sindicato. “Esperemos que se levanten con nosotras”. Una mujer camerunesa, sentada a su lado, concluye. “Hace falta. Nosotras estábamos en la oscuridad y ahora con el sindicato traemos luz para todas las mujeres y tenemos esperanzas”.
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