Este artículo se publicó hace 9 años.
La Jerusalén palestina se pone en pie de guerra
Las diarias protestas palestinas contra la ocupación han adquirido una mayor decisión en el último año, especialmente en el sector ocupado de Jerusalén, donde los palestinos temen que Israel esté preparando la partición de la Mezquita Al Aqsa.
Eugenio García Gascón
JERUSALÉN – En 2014 Benjamín Netanyahu dijo que los judíos tenían "derecho a visitar el lugar", en referencia a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. Sus palabras coincidieron con un incremento de las visitas judías al lugar donde en la Antigüedad estuvo el Templo. Los palestinos sospecharon, y siguen sospechando, que los israelíes traman la partición de la Mezquita Al Aqsa y del Domo de la Roca, como ya ocurrió en los noventa con la Mezquita de Abraham en Hebrón.
Sin embargo, poco después de la declaración de Netanyahu se produjo la muerte de Mohammed Abu Judair, un joven de 16 años que fue quemado vivo por varios colonos. Automáticamente se registraron disturbios en Jerusalén y desde entonces no han cesado. Es un goteo constante que se asemeja en parte a la primera intifada y que, aunque están centrados en Jerusalén, esporádicamente tienen eco en el resto de Cisjordania.
La policía israelí ha enviado refuerzos a la ciudad santa llegados de todo el país pero sus esfuerzos por contener la furia palestina no han servido de mucho. Lo más habitual es que jóvenes arrojen piedras contra vehículos conducidos por judíos en el sector ocupado de la ciudad. Aunque es una violencia de baja intensidad, sin armas, esta misma semana se ha cobrado la vida de un israelí de 64 años que perdió el control del vehículo a causa de una pedrada.
Las protestas se incrementaron a partir del pasado domingo, coincidiendo con el año nuevo judío, cuando grupos de israelíes acudieron a la Explanada fuertemente protegidos por la policía. Jóvenes palestinos se fortificaron en la Mezquita Al Aqsa y se produjeron incidentes muy violentos que fueron recogidos por las cámaras de televisión.
Países como Marruecos, Jordania, Arabia Saudí, Catar y Turquía han protestado e incluso han pedido a la comunidad internacional que intervenga. Las autoridades israelíes, por su parte, han lanzado acusaciones a diestro y siniestro, haciendo responsables de los incidentes a la Autoridad Palestina, Hamás y Turquía. Como castigo, el miércoles el gobierno aprobó la construcción de 364 viviendas en el asentamiento de Ramot, en el área ocupada de Jerusalén.
En la última semana Netanyahu se ha reunido con varios de sus ministros y con responsables de las fuerzas de seguridad, incluido el ejército, en busca de una solución. El primer ministro ha solicitado al abogado del Estado, Yehuda Weinstein, que autorice a la policía a disparar contra los palestinos de Jerusalén que arrojan piedras.
La respuesta todavía no ha llegado pero es significativo que Netanyahu quiera aplicar en Jerusalén la misma política que el ejército aplica en el resto de los territorios ocupados. Es significativo porque Jerusalén este está anexionada y según la ley israelí es parte integrante del país, a diferencia del resto de los territorios ocupados, donde el ejército dispone de mucha más libertad de acción. Igualar Jerusalén este con el resto de Cisjordania es un paso arriesgado.
La violencia es crónica desde el verano pasado, con sus altos y bajos. Además de arrojar piedras contra los vehículos, los palestinos arrojan piedras contra el tranvía que une varios asentamientos con el sector judío de la ciudad, acosan a los judíos en la ciudad vieja y han tirado cócteles molotov contra policías y contra viviendas de los asentamientos de Jerusalén. Todo esto con frecuencia casi diaria, mientras la comunidad internacional permanece con los brazos cruzados sin adoptar ninguna medida para acabar con la ocupación.
El punto más candente es sin duda la Explanada de las Mezquitas, a donde diariamente acuden grupos de israelíes radicales. Los judíos moderados no suelen visitar el lugar, pero el número de visitas de radicales ha ido creciendo paulatinamente en los últimos meses. En su mayor parte son extremistas, a veces colonos, que a menudo no ocultan su deseo de destruir la Mezquita Al Aqsa y el Domo de la Roca para construir el Tercer Templo.
En julio Israel aprobó una ley que prevé penas de hasta veinte años de prisión para quienes arrojen piedras, pero esta medida no ha amedrentado a los palestinos. Las autoridades también pueden imponer multas muy gravosas a los padres de cualquier niño que arroje piedras. Netanyahu ha dicho que las piedras son armas que pueden ser "letales".
El jueves el abogado del Estado aprobó el uso del rifle Ruger por parte de la policía israelí desplegada en Jerusalén. El uso de este rifle, que ya ha causado la muerte de varios palestinos en Cisjordania, estaba restringido hasta ahora al ejército en condiciones excepcionales. El permiso de usarlo en Jerusalén abunda en la actitud de las autoridades con respecto a los incidentes en la ciudad santa.
Países como Marruecos, Jordania, Arabia Saudí, Catar y Turquía han protestado e incluso han pedido a la comunidad internacional que intervenga
El ministro para la Seguridad Interior, Guilad Erdan, ha insistido estos días en que Israel no pretende cambiar el statu quo, pero lo cierto es que las construcciones en las colonias, incluidas las de Jerusalén, son continuas. La interpretación que se hace del statu quo es bastante tramposa y mientras tanto la colonización sigue su curso.
El goteo diario de incidentes ha causado un fuerte malestar en Israel, donde todos están acostumbrados a no pagar ningún precio por la ocupación, y Netanyahu parece estar determinado a acabar con las protestas de una manera u otra.
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