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Oriente Próximo

Irán y EEUU vuelven a la casilla cero

El cambio de administración en Washington despeja el camino para un entendimiento entre Estados Unidos e Irán, aunque solo aparentemente. Recuperar el exitoso acuerdo nuclear de 2015 puede ser una tarea más ardua desde el momento en que Israel intenta abortarlo incrementando las provocaciones para desencadenar un conflicto armado.

11/12/2020. El presidente electo de EEUU, Joe Biden, en una conferencia de prensa en Wilmington, Delaware. - Reuters
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden

eugenio garcía gascón

Las fuertes tensiones que ya duran meses entre Estados Unidos e Irán se han intensificado en los últimos días, cuando solo faltan unas horas para que el miércoles jure su cargo el presidente electo Joe Biden y se abra un nuevo capítulo en las relaciones entre los dos países, distinto al que ha prevalecido durante el mandato de Donald Trump.

El viernes el Canal 12 de la televisión hebrea reveló, citando fuentes locales, que el equipo de Biden ya está en contacto con Teherán, una circunstancia que el lunes negaron los iraníes, pero que muy probablemente sea cierta si nos atenemos a la posición que Biden ha mantenido desde el principio de su campaña para la Casa Blanca.

Biden quiere volver al acuerdo nuclear que negoció el presidente Barack Obama, cuando Biden era vicepresidente, y se firmó en 2015, un acuerdo que fue cancelado por Trump en 2018 por indicación de Israel. Desde 2018 la situación se ha deteriorado para beneficio de Israel, país que promueve la desestabilización regional con intensidad y de una manera sistemática.
Por una parte Irán ha incrementado el enriquecimiento de uranio desde la ruptura unilateral del acuerdo, y por otra ha intensificado sus ejercicios militares en el Golfo Pérsico. De esta manera Teherán responde a las amenazas de Israel y Estados Unidos y aumenta las bazas que le permitirán negociar con Biden desde una posición de mayor fortaleza.

Informaciones procedentes del Golfo señalan que estos últimos días Irán ha realizado ejercicios militares en la región usando drones y misiles balísticos, simulando la intercepción de misiles disparados contra Irán, un ejercicio equiparable al que recientemente realizó Israel.

La revista Newsweek ha publicado que Irán ha establecido una base en Yemen que puede enviar drones armados hasta a 2.000 kilómetros de distancia, es decir en un radio que incluye a Israel, lo que explicaría los ejercicios militares realizados hace poco en el sur de Israel, cerca de la ciudad de Eilat, en el mar Rojo.

Mientras tanto, las provocaciones se suceden. La última tuvo lugar el 12 de enero, cuando aviones hebreos atacaron 15 objetivos vinculados a Irán al este de Siria, cerca de la frontera iraquí, una operación en la que murieron al menos 23 personas y que se realizó, según ha publicado la prensa americana, con inteligencia facilitada por la administración Trump.

Esta clase de ataques, así como los realizados por Israel dentro de Irán, quieren arrastrar a Teherán a una guerra que obligaría a Estados Unidos a intervenir. Por ahora Irán no está respondiendo a las provocaciones, fuera de las continuas amenazas verbales, lo que va en detrimento de su reputación entre sus aliados y sugiere que podría convertirse en un país similar a Siria, es decir donde Israel entra y sale cuando quiere bajo las alas protectoras de Washington.

Que esto siga así dependerá en gran parte de Biden, pero debe tenerse en cuenta que durante el mandato de Obama los israelíes ya actuaban de esta manera, aunque no con tanto descaro. Si las provocaciones no se detienen es probable que Irán en algún momento se vea forzado a responder, que es justamente lo que busca Tel Aviv.

La prensa hebrea indica que la finalidad de todos estos ataques, que se han incrementado desde las elecciones americanas de noviembre, tiene por objetivo abortar los contactos entre la nueva administración y los iraníes, así como socavar la confianza entre Washington y Teherán; son por lo tanto una trampa no solo para Irán sino también para Biden.

Según el Canal 12 hebreo, Israel hará todo lo que esté a su alcance para abortar un entendimiento entre Irán y Washington. De momento ha pedido al equipo de Biden que las negociaciones no incluyan solo el programa nuclear iraní, como con el acuerdo de Obama, sino también su influencia en Oriente Próximo.

Aislado por la comunidad occidental, incluida la pusilánime Europa, Irán difícilmente puede renunciar a defender sus intereses en la región, y esto es algo que Israel sabe y por eso quiere incluir esta cuestión en unas negociaciones que si son teledirigidas desde Tel Aviv están condenadas al fracaso.

En este contexto, Israel está apretando todo lo que puede unas tuercas que están chirriando más de la cuenta. El 13 de enero, el ministro Tzachi Hanegbi, confidente muy cercano a Benjamín Netanyahu, advirtió que Israel puede atacar las instalaciones nucleares iraníes directamente si la administración Biden se reincorpora al acuerdo nuclear.

El mismo 13 de enero la Agencia Internacional para la Energía Atómica de las Naciones Unidas anunció que Irán ha comenzado a instalar equipamiento para producir uranio con el fin de proveer energía al reactor de investigación de Teherán, lo que constituye la última violación del acuerdo nuclear.

A la esperada y cínica condena de Europa respondió el gobierno de Teherán que lo que todavía queda en pie del acuerdo nuclear de 2015 es gracias a Irán y no gracias a los europeos, que es sabido que son incapaces de articular una política conjunta y saludable en Oriente Próximo.

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