Este artículo se publicó hace 9 años.
India quiere paliar la escasez de agua con un faraónico proyecto para unir los ríos de todo el país
El plan, que ya se ha puesto en marcha en algunas zonas, pretende construir 15.000 kilómetros de enlaces fluviales y costará 168.000 millones de dólares, pero científicos y expertos creen que el Gobierno subestima los impactos para población y medio ambiente
Víctor M. Olazábal
-Actualizado a
NUEVA DELHI. -El jefe de Gobierno del Estado indio de Andhra Pradesh, N.Chandrababu Naidu, visitó la aldea de Pattiseema hace justo un mes. Llegó exultante. Tenía que apretar el botón que activaba la primera bomba de riego que liberaba el agua del Godavari sobre el Krishna, dos grandes ríos ahora conectados. “Estamos haciendo realidad algo de lo que otros sólo hablan”, dijo el político con la sensación de quien cree que entrará en los libros de Historia.
La inauguración formaba parte del proyecto colosal de unir mediante canales 37 ríos de todo el país, una medida que tiene entre manos el gigante asiático desde hace décadas y que ya ha puesto en marcha con el objetivo de paliar uno de los grandes problemas de India, la escasez de agua; pero al que ambientalistas y gran parte de la comunidad científica se opone por su alto coste ecológico y humano.
La nación enfrenta una seria problemática en torno a este recurso básico. El país recibe unos 4.000 kilómetros cúbicos de lluvia anuales, pero el 80% se produce sólo durante los cuatro meses de verano, cuando azota el monzón, lo que significa que durante los otros dos tercios del año el cielo está despejado, el suelo seco y los ríos sedientos. También existen grandes diferencias geográficas: el noreste recibe muchas más precipitaciones que el resto de regiones, sumidas en la incertidumbre de las largas épocas de sequía.
El agua en el gigante asiático es escasa y está mal repartida
Los 1.000 kilómetros cúbicos de agua disponibles en India para el riego llegan de ríos y lagos o a través de la explotación del agua subterránea, siendo esta última una dependencia que todos los analistas consideran “excesiva”. Pero eso no basta para una población en constante crecimiento (se prevé que alcancen los 1.400 millones de personas en 2022), lo que obliga al país a llevar a cabo una importante gestión de sus recursos hídricos.
De ahí que el Proyecto Nacional de Unión de Ríos (NRLP) sea extremadamente ambicioso. La idea es conectar una treintena de ríos para desviar el agua de aquellos que tengan excedente a los que sean poco caudalosos. ¿Cómo? Construyendo una red de 30 canales y unos 3.000 embalses. En total serán 15.000 kilómetros de enlaces fluviales. Las autoridades estiman que el plan puede costar 168.000 millones de dólares.
Los ríos indios se dividen en dos bloques: los del Himalaya (norte y este) y los peninsulares (sur). Entre los primeros destacan el Ganges y sus afluentes, cuyo caudal se intentará desviar hacia las zonas secas del oeste del país, Rajastán y Gujarat. Mientras, en el sur, se establecerán hasta 16 conexiones para cubrir todos los estados del área meridional.
La unión de ríos ya se contempló durante la época colonial como medida para mejorar el transporte de bienes de cara a exportarlos a la metrópoli británica. Su concepción como gestión hídrica, no obstante, se empezó a gestar en 1982 y se recuperó a principios de este siglo, pero nunca ha sido tan tangible como ahora. Por eso el primer ministro, Narendra Modi, se ha referido en ocasiones a estar haciendo realidad “un sueño”.
Según las autoridades indias, la mayoría de informes sobre la evaluación de cada plan se ha completado y algunos proyectos, como la unión entre los ríos Ken y Betwa, están ya a la espera de comenzar.
“Si podemos construir depósitos de almacenamiento en estos ríos y conectarlos a otras partes del país, los desequilibrios regionales podrían reducirse de manera significativa y tendríamos gran cantidad de beneficios mediante el riego adicional, el suministro de agua doméstica e industrial, la generación de energía hidroeléctrica o las facilidades de navegación”, señala la Autoridad Nacional de Desarrollo del Agua en su página web.
El megaproyecto puede costar cerca de 168.000 millones de dólares
El proyecto espera generar 34.000 megavatios de energía y aumentar las tierras de regadío de 140 millones de hectáreas a 175 millones.
La gestión del agua es el gran quebradero de cabeza de los agricultores, que suponen la mitad de la fuerza laboral del país y un 15% de su PIB. Las épocas de sequía o los periodos de inundaciones suelen acabar con las cosechas, lo que lleva a los campesinos -desesperados por sus ingentes deudas con prestamistas privados- a tomar las decisiones más drásticas: en las últimas tres décadas, unos 300.000 agricultores se han suicidado, según la Oficina Nacional de Estadísticas de Delitos de India.
Este último verano, las lluvias han sido un 14% menos abundantes de lo normal durante el monzón, pero en Maharashtra esa cifra llega al 40%, un golpe que no han resistido los más de mil agricultores que se han suicidado en lo que va de año en ese Estado.
El Gobierno insiste en que el objetivo es aliviar estas dramáticas situaciones, pero sus opositores advierten del alto precio que se va a pagar por esta empresa es monumental.
“Es imprudente y peligroso. No hay una base científica para llegar a las conclusiones sobre excedente y déficit a las que llegan, ni una evaluación sobre si esta es la opción de menor coste, la más óptima, deseable y viable”, afirma a Público Himanshu Thakkar, coordinador de la Red del Sur de Asia de Presas, Ríos y Población (SANDRP), que entiende que los informes no reflejan el verdadero impacto de un proyecto en el que los contratistas de las presas y canales “serán los grandes beneficiados”.
Entre las consecuencias ambientales, este experto señala la deforestación de grandes zonas boscosas o la modificación de la biodiversidad de los ríos, especialmente la migración de las especies, alterada por el almacenamiento de agua en embalses y por la construcción de canales artificiales.
“Cada río es único en sí mismo y sólo puede llevar el agua que decidieron las características de su cuenca y su clima”, dice a este diario Latha Anantha, directora del Centro de Investigación de Ríos, que considera un “error ecológico rediseñar por completo la geografía y el caudal de los ríos”.
La vertiente humana de este impacto se traduce en desplazados. Al menos medio millón, según un informe del Instituto Internacional de Gestión del Agua, una cifra que la SANDRP casi triplica. Los científicos sostienen que los más afectados serán los habitantes de zonas rurales, quienes tienden a migrar a las barriadas de las grandes urbes en busca de casi cualquier trabajo. “Implicará la transferencia de los recursos de los pobres a los ricos, ya que algunas zonas urbanas y la gran industria podría beneficiarse de un suministro de agua más seguro”, señala Thakkar.
Los científicos afirman, además, que un proyecto de tal envergadura “generará conflictos” en varios niveles administrativos. Primero, entre los estados indios que los ríos atravesaban antes de que existiesen esas delimitaciones. La discusión resulta obvia: el estado que se encuentre río abajo se verá afectado porque tendrá menos caudal. Lo mismo puede ocurrir entre países, ya que algunos de los ríos que se pretenden desviar cruzan las fronteras entre India, Nepal, Bangladesh o Bután.
El problema de raíz, apunta la doctora Anantha, es entender el agua como un recurso exclusivamente para uso humano. Y eso ha conducido a la otra gran cuestión a la que se enfrenta India: no sólo se trata de la cantidad de agua, sino de su calidad.
El Ganges, el río sagrado del hinduismo, es uno de los más contaminados del mundo
El Ganges, el río sagrado del hinduismo, del que se nutren cientos de millones de personas, es uno de los más contaminados del mundo. En él acaban las aguas residuales de buena parte del norte de India. Más de dos tercios de esos residuos provienen de sólo un centenar de pueblos y ciudades, que generan 3.600 millones de litros al día, cuando la capacidad de las 55 plantas de tratamiento es de apenas 1.000 millones.
Su hermano menor, el Yamuna, cuyo curso atraviesa Nueva Delhi, fue considerado un río “casi muerto” por la Junta Central de Control de la Contaminación (CPCB). La capital de India, con 25 millones de habitantes, es de las ciudades que más demanda de agua tiene en el planeta, un líquido que devuelve al río a través de desagües. Delhi genera 36 millones de toneladas de aguas residuales y la mitad acaba sin tratamiento. De hecho, el 80% de la carga contaminada del Yamuna se produce en los escasos kilómetros del río que atraviesan la ciudad.
El Gobierno puso en marcha un plan para solucionar este problema, pero un informe reciente del Ministerio de Medio Ambiente señala que apenas se han registrado mejoras en los niveles de contaminación en el último año, y eso que sí se ha reducido la carga contaminante de los desagües.
El impacto se ve corriente abajo, cuando el caudal llega a la ciudad de Agra, hogar del Taj Mahal. Este año la Comisión Central del Agua declaró que su agua no es segura ni para riego ni para uso doméstico.
Lo que le ocurre al Ganges y al Yamuna no son casos aislados. Lo sabe el Mithi, que atraviesa la poderosa Mumbai, y el Hindon, que transporta los residuos industriales de Saharanpur y Ghaziabad. Y son sólo un par de ejemplos. El informe la CPCB apuntaba que el 66% de los tramos de 290 ríos analizados durante tres años contenían una “alta contaminación orgánica”, un dato que afectada a la cantidad y la calidad del flujo, lo que incidía en los ecosistemas. Dicho de otra manera: 8.400 kilómetros de esos ríos se encuentran gravemente contaminados y son incapaces de albergar vida acuática. Y lo peor es que el número de zonas afectadas ha aumentado en los últimos 20 años.
Por eso Parineeta Dandekar, coordinadora del SANDRP, sostiene que las soluciones que necesita India en torno a la gestión del agua no deberían ir tanto por la creación de nuevos proyectos faraónicos, sino por la mejora de lo actual: “La eficiencia del riego es sólo del 60%, las ciudades siguen perdiendo enormes cantidades de agua en fugas y despilfarros, no tenemos un modelo de ciudad que trate sus aguas residuales y las reponga para su uso, los vertidos industriales continúan contaminando el agua…”. En definitiva, una lista eterna de deberes pendientes.
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