Este artículo se publicó hace 10 años.
Los herederos de Julian Assange dan caza a Rato y Blesa
El fundador de Wikileaks cumple 900 días recluido en la embajada de Ecuador de Londres. Sin él la organización ha perdido velocidad, pero sus actividades han inspirado cientos de herramientas protransparencia que los ciudadanos utilizan para destapar prác
CARLOS DEL CASTILLO
-Actualizado a
El 19 de junio de 2012, Julian Assange escapa a la embajada de Ecuador en Londres y solicita asilo político. Suecia le acusa de dos delitos de acoso sexual y exige su extradición para que comparezca ante la autoridad judicial. Él se ofrece a declarar desde el Reino Unido y se niega a pisar suelo sueco. Teme ser directamente extraditado a Estados Unidos, cuyo Gobierno ha estado deseando atraparlo desde hace años.
900 días después, Assange permanece recluido en la embajada ecuatoriana. Habilidoso hacker desde su época adolescente, con 35 años funda Wikileaks, la organización que en apenas un lustro revela los crímenes de EEUU en Irak y Afganistán, las presiones diplomáticas de su Gobierno para influir en las legislaciones de sus aliados o las violaciones de derechos fundamentales de sus empresas de inteligencia.
"Él visualiza como pocos la verdadera revolución de los nativos digitales", explica Víctor Sampedro, catedrático de Opinión Pública de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. "Es una generación que, como dicen ellos, no es que haya nacido con Internet, es que ha nacido en Internet. Y no están dispuestos a que su casa sea un lugar donde cualquiera pueda entrar a robar, espiar y llevarse lo que quiera", expone.
Para Sampedro, autor de El Cuarto Poder en Red (Icaria), donde resume el impacto de las megafiltraciones en la democracia y el periodismo, Assange inaugura una nueva era en la que el llamado cuarto poder, el poder vigilante, pasa de los medios de comunicación a los ciudadanos. Estos, gracias a las herramientas digitales que ofrece Internet, se convierten en filtradores de documentos que destapan las prácticas opacas de gobiernos y grandes corporaciones.
La revolución de los ciudadanos vigilantes
Assange y su equipo habían lanzado ladera abajo una bola de nieve que ya no se detendría. Justo un año después de que las puertas de la embajada ecuatoriana —en cuyo cerco el Gobierno británico se ha gastado ya más de ocho millones de libras— se cerraran tras el hacker australiano, el mayor filtrador de documentos de la historia dio un paso al frente.
Edward Snowden, exanalista de la NSA (agencia de seguridad estadounidense), se rebeló contra las injusticias que pasaban por sus manos cada día. Decidido a levantar la alfombra y planeó durante meses la jugada que destaparía los desmanes de los servicios de inteligencia de EEUU en Internet.
Cuando estuvo listo, abandonó su apacible vida en Hawai junto a su novia y su salario de unos 200.000 dólares al año y contactó con Glenn Greenwald, reputado abogado, bloguero y periodista anti-vigilancia.
Juntos revelaron que el servicio secreto de EEUU, compinchado con el Reino Unido, Nueva Zelanda, Canadá y Australia había espiado los teléfonos móviles de 35 presidentes y jefes de estado de todo el mundo; las embajadas y misiones diplomáticas de la ONU y de la Unión Europea y de sus instituciones en Bruselas; de las cumbres del G-20; de empresas y objetivos económicos; de periodistas o de millones de ciudadanos cada día, tanto estadounidenses y británicos, como extranjeros, incluidos los españoles.
"Estoy dispuesto a sacrificar todo eso [su vida anterior] porque no puedo permitir que el gobierno de EEUU destruya la privacidad, la libertad de Internet y las libertades fundamentales de las personas de todo el mundo con esta enorme máquina de vigilancia que están construyendo en secreto", manifestó entonces Snowden. Tanto él -en paradero desconocido en Rusia- como Chelsea Manning, la cabo que filtró los diarios de Guerra de Irak y Afganistán a Wikileaks, condenada por ello a 35 años de prisión, pagaron caro su compromiso con la transparencia.
Sin embargo, el objetivo de Wikileaks y sus herederos es que los filtradores puedan permanecer en el anonimato gracias a las herramientas de encriptación que ofrece la Red. Algo que, de momento, se está consiguiendo en España.
"Tengo una información muy importante sobre la corrupción en España..."
"Tengo una información de mucho volumen y muy importante que apuesto que dibuja un cuadro claro de la corrupción institucional en España...". Así comenzaba el mensaje anónimo que destapó el escándalo de las tarjetas black de los consejeros de Caja Madrid/Bankia, que terminó con la imputación de los expresidentes de la entidad, Rodrigo Rato y Miguel Blesa
La filtración llegó a través del buzón ciudadano de la plataforma 15MpaRato, personada como acusación particular en el caso Bankia. Estos activistas, que siempre calificaron la salida a bolsa de la caja como "un fraude masivo", han conseguido esta semana que el propio Banco de España reconozca que Bankia "maquilló" las cifras de su proceso de capitalización.
Toda la información de esta plataforma, puesta en marcha por activistas digitales del grupo XNet, se ha conseguido gracias a la colaboración con la ciudadanía. Simona Levi, miembro destacada de esta organización y cofundadora del Partido X, reconoce que Assange y su equipo "han sido grandes maestros. Abrieron la puerta de casi todo, y luego cada uno de nosotros, según su experiencia activista, lo ha adaptado, pero sin duda ellos indicaron el camino".
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