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JERUSALÉN – El video de la ‘boda del odio’ que afloró la semana pasada en Israel mostraba en todo su esplendor los festejos que decenas de jóvenes judíos celebraban en una sala de Jerusalén bailando y cantando al ritmo de consignas racistas mientras enarbolaban fusiles, subfusiles, pistolas, cuchillos y hasta un cóctel molotov.
Los jóvenes aparecen en trance apuñalando el retrato de Ali Dawabshe, un niño de 18 meses que murió en la noche del 31 de julio en el pueblo cisjordano de Duma, cuando unos desconocidos arrojaron dos cócteles molotov contra su domicilio. Los padres de Ali también murieron unos días después, mientras que su hermano de 4 años sufrió quemaduras de extrema gravedad y cinco meses más tarde sigue ingresado en el hospital.
El video de la ‘boda del odio’, como se la conoce en Israel, ha suscitado un debate cuyo peso lo lleva el ministro de Educación, Naftali Bennett, el joven líder de la Casa Judía, el partido religioso y nacionalista al que votan un gran número de colonos, un personaje muy carismático, de atuendo y maneras modernas pero con ideas sacadas de la más rancia tradición conservadora judía.
Curándose en salud, Bennett se ha defendido de las acusaciones que se le han hecho concediendo un gran número de entrevistas a la radio, la televisión y la prensa en muy pocas horas. “¿Qué nos ha ocurrido?”, se preguntaba retóricamente en una conversación con Nahum Barnea, del Yediot Ahronot. “¿Qué nos ha ocurrido? ¿Creemos antes a Itamar Ben Gvir que a Ayelet Shaked?”, decía en referencia al abogado radical Ben Gvir, que defiende a un grupo de colonos detenidos por los servicios secretos como sospechosos de haber lanzado los cócteles molotov contra la casa de Ali Dawabshe, y que según el propio Ben Gvir están siendo torturados. Ben Gvir, casualmente, aparece en el mentado video de la ‘boda del odio’ sonriendo mientras los colonos exhiben sus armas.
“¿Qué nos ha ocurrido? ¿Creemos antes a Itamar Ben Gvir que a Ayelet Shaked?”, decía en referencia al abogado radical Ben Gvir, que defiende a un grupo de colonos detenidos por los servicios secretos como sospechosos de haber lanzado los cócteles molotov contra la casa de Ali Dawabshe, y que según el propio Ben Gvir están siendo torturados. Ben Gvir, casualmente, aparece en el mentado video de la ‘boda del odio’ sonriendo mientras los colonos exhiben sus armas.
Bertrand Russell: “Aún más dañina que la superstición teológica es la superstición del nacionalismo”
Ayelet Shaked es la ministra de Justicia, del mismo partido que Bennett, que ha puesto en marcha una serie de reformas legislativas que van a limitar las competencias de los tribunales y a politizarlos hasta el extremo. La respuesta a la pregunta retórica la da el mismo Bennett: la mayoría cree más a Gvir cuando éste dice que se está torturando a los colonos que a Shaked cuando lo niega. Pero lo más sorprendente es que Bennett en las televisiones ponga una cara de sorpresa cuando se le piden cuentas por lo que está ocurriendo.
Porque lo que está sucediendo no es nuevo ni sorprendente. En los casamientos que se celebran en las colonias es “normal” que se canten canciones racistas y es “normal” que se exhiban armas con profusión. Es algo que no se ha originado la semana pasada por artificio divino sino que arranca muchas décadas atrás, hace casi un siglo, cuando Avraham Isaak Kook, gran rabino de Israel, fusionó la religión con el nacionalismo.
Bertrand Russell, a quien no puede acusarse de extremista, escribió por aquellos años: “Aún más dañina que la superstición teológica es la superstición del nacionalismo”. Pues bien, el rabino Kook fusionó estas dos ideologías y estableció en Jerusalén una escuela rabínica, Merkaz ha-Rav, donde se formaron los rabinos que después marcharon en las cuatro direcciones, especialmente hacia los territorios ocupados, aunque también por el interior de Israel.
Naturalmente, puede discutirse si es más dañina la superstición teológica que la superstición nacionalista o al revés, pero lo que desde hace más de cincuenta años ha quedado demostrado en Israel es que la fusión de estas dos supersticiones es más dañina que cada una de ellas por separado. Y sin ninguna duda, Israel es el mejor laboratorio del mundo para observar en estado puro el fenómeno y las consecuencias de estas dos supersticiones.
Erradicar el frondoso bosque de la religión y del nacionalismo se presenta como una tarea hercúlea, imposible de llevar a cabo de manera pacífica
El sábado, el ministro de Defensa, Moshe Yaalon, uno de los más radicales y militaristas del gobierno, avanzó que es preciso investigar a los rabinos de ciertas escuelas rabínicas de las colonias, una propuesta que ha abierto a su vez otro debate. Lo cierto es que seguramente hay centenares de rabinos que utilizan sus sillas para enardecer a millares de jóvenes que no solo quieren acabar con los palestinos sino que también quieren acabar con el Israel que los sionistas laboristas establecieron en 1948.
La sugerencia de Yaalon llega demasiado tarde. Si hace cincuenta años los extremistas se contaban por decenas, hoy se cuentan por decenas de millares, aunque Bennett no quiera admitirlo. Erradicar el frondoso bosque de la religión y del nacionalismo se presenta como una tarea hercúlea, imposible de llevar a cabo de manera pacífica, de modo que lo más aconsejable es manejar la situación como mejor se pueda.
Israel hace tiempo que entró en una sima profunda cuyos pilares son la religión y el nacionalismo. Lo grave es que a simple vista no se ve ninguna solución a corto y medio plazo. Tal vez la única manera de paliar unos efectos tan perniciosos pasaría por una intervención enérgica de la Unión Europea que obligara a los colonos a abandonar los territorios ocupados.
Este sería un primer paso, un paso imprescindible, ya que la pasividad europea es la primera responsable de la violencia, un paso que luego debería acompañarse por presiones para que Israel abandone las supersticiones teológica y nacionalista. Sin embargo, eso no va a ocurrir, de manera que el futuro es muy incierto, aunque Israel puede hacer mucho daño en la región por medio de su descomunal capacidad armamentista.
“Ahora nosotros somos el gobierno y no necesitamos… las fuerzas oscuras”, ha dicho Bennett al Yediot Ahronot. Pero las fuerzas oscuras a las que alude Bennett están cobrando cada vez mayor importancia en el país, incluso ahora que Israel, según Bennett, ya no las necesita. Y ciertamente, las supersticiones religiosa y nacionalista que él tan bien representa son las que aplica la Casa Judía; Bennett desde el crucial puesto de ministro de Educación y Shaked desde la no menos crucial cartera de Justicia; lo que día a día crea más extremismo.
Por cierto, el ejército dice que ha abierto una investigación sobre los soldados que aparecen en el video de la ‘boda del odio’. Al fin y al cabo, esto tampoco es ninguna novedad. Todo el mundo sabe que los mejores soldados, los más agresivos y violentos contra los palestinos de los territorios ocupados, salen precisamente de las colonias judías.
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