Berlín
Actualizado:"Ratas en las tuberías, goteras, una falta de higiene intolerable en los lavabos, aislamientos térmicos de mala calidad". Estas son solo algunas de las penosas condiciones que los alumnos de numerosas escuelas alemanas se encuentran cada día al ir a clase, según un informe publicado por la Asociación de Profesores Alemanes (Deutsche Lehrerverband).
El presidente de la organización, Heinz-Peter Meidinger, ha pedido al próximo Gobierno federal que invierta hasta 10.000 millones de euros durante los próximos cuatro años para poner fin a lo que considera una “vergüenza” para Alemania.
“Hay algunos Estados federados y muchas ciudades y municipalidades que están muy endeudados, y que, por lo tanto invierten muy poco en las escuelas”, explica a Público Meidinger. “Entre estos se encuentran las ciudades-Estado de Berlín y Bremen, pero también muchas localidades de Renania del Norte-Westfalia, así como partes de los nuevos Estados federados (los que conformaban la antigua Alemania soviética).
En el 2016, Alemania alcanzó el mayor superávit fiscal de los últimos 27 años, es decir, el mayor desde la reunificación de República Federal y de la Democrática. Tras la recaudación de impuestos y los gastos de todo el 2016, la hucha germana se llenó con 23.700 millones de euros, lo que supone un 0,8% de su PIB.
Pero a pesar de ese dinero ahorrado, y a pesar de que los dos años anteriores también se cerraron con superávit, muchas escuelas alemanas continúan en un estado deplorable. Junto a los centros escolares, la red de carreteras es la otra infraestructura pública que más sufre ante la falta de inversión pública.
Hay escuelas en las que los ordenadores se tienen que envolver con plásticos para evitar que se mojen por las goteras y los alumnos pasan frío en invierno
La remodelación de las escuelas, en Alemania, es competencia de las municipalidades, aunque estas pueden recurrir también a sus respectivos Estados federados para encontrar financiación en el caso de que las arcas locales estén vacías. “El problema llega cuando tanto la comunidad como el Estado tienen poco dinero porque, entonces, se dejan de lado las renovaciones de las escuelas”, añade Meidinger.
Aunque la situación cambia de una comunidad a otra, es en estas zonas concretas donde se concentran las “escuelas en ruinas”, como se conocen en Alemania a los centros escolares de peor calidad. Mientras que en regiones pudientes como Baviera las escuelas están perfectamente equipadas, en otras, como en la capital Berlín, hay escuelas en las que los alumnos pasan frío en invierno y en las que los ordenadores se tienen que envolver con plásticos para evitar que se mojen por las goteras.
Meidinger da un ejemplo concreto: “La comunidad del rico barrio de Grünwald, en las afueras de Múnich, puede permitirse la construcción de una escuela por unos 65 millones de euros, es decir, tres veces más presupuesto de lo que se utiliza para un 'colegio normal’”. Por eso, señala el representante de la organización con 160.000 maestros, es necesario “un gran programa de reformas, para poder equilibrar estas diferencias”.
Más alumnos a la escuela privada
“En mi colegio se tiene que cambiar el techo, y se está valorando si no vale más la pena construir un edificio nuevo”, explica a través del teléfono un profesor de una escuela de Brandemburgo. Al estar inmersos en este momento en la polémica por el asunto, el docente prefiere no dar su nombre. “El problema es que, debido a las malas condiciones, muchos alumnos se están yendo a la escuela privada y entonces el Gobierno no quiere dar el dinero porque no hay tantos estudiantes como para que merezca la pena construir un edificio nuevo”.
Este profesor lo sabe de primera mano, pues él ha preferido no matricular a su hijo en un centro público. “Otro problema es la falta de profesores. Las escuelas públicas tienen muy pocos profesores. De algunas asignaturas, como matemáticas o física, apenas hay maestros, y si alguno se pone enfermo es muy complicado organizarnos para poder cubrir la baja”.
Y todo apunta a que esta escasez va a ser cada vez más aguda, pues un reciente estudio de la fundación Bertelsmann predice un aumento notable del número de alumnos en Alemania, consecuencia de la llegada de refugiados e inmigrantes durante los últimos años. Esta estimación va en contra de lo proyectado por el Gobierno en 2013, cuando se pensaba que para entonces la población escolar descendería. El estudio concluye que las escuelas alemanas no están preparadas para ese futuro.
Mientras tanto, el profesor de Brandemburgo ha tenido suerte. La suya no es una de esas “escuelas en ruinas”. Y sin embargo, según cuenta, lleva unos 30 años, desde que se construyó en la década de los 80, sin haber sido renovada. Además, debido al material original utilizado, no se puede instalar wifi en todo el edificio y la digitalización en las aulas brilla por su ausencia. “No tengo ningún equipamiento moderno. Ni proyectores, ni aparatos digitales… Solo una pizarra normal y corriente, como en los años 80, que por mí está bien, no hay problema, pero los alumnos no lo ven igual”.
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