Este artículo se publicó hace 8 años.
Dilma Rousseff gana el cara a cara con el Senado
En el día que le tocaba defenderse, la presidenta apartada puso contra las cuerdas a los senadores que la interrogaron. Su insistencia en definir el juicio político como “golpe parlamentario” irritó a sus jueces, que basaron la mayoría de sus preguntas en criticar su gestión económica y en defender la legalidad del proceso.
Agnese Marra
-Actualizado a
BRASILIA.- Dilma Rousseff llegó este lunes al Senado no para defender su mandato sino “para defender la democracia”. Así lo advirtió en repetidas ocasiones en el discurso que dio ante los 81 senadores que estos días también ejercen de jueces en el polémico juicio político que comenzó el pasado jueves. Tras sus 45 minutos de defensa, le tocó el turno a los 47 parlamentarios que preparaban desde hacía semanas posibles preguntas para la presidenta.
El presidente del Supremo Federal, Ricardo Lewandowski, pidió que el tono fuera “sobrio y respetuoso” y recordó a los senadores que ellos eran “jueces y no acusadores”. Algo complicado en un juicio en el que la sentencia se conoce desde hace tiempo. Esa ironía fue la que hizo que por momentos Rousseff dejara claro que quien estaba en el banquillo del Senado no era ella, sino la Constitución y la democracia del país.
Los senadores se esforzaron por limpiar su imagen y defender la legalidad del proceso. Pero las preguntas sobre el delito por el que se celebra este juicio, la firma de tres decretos presupuestarios con los que la presidenta habría maquillado las cuentas del Gobierno, apenas se puso en cuestión. El interrogatorio fue amplio y se centró en criticar la gestión económica de Rousseff, algo que ella había advertido en su discurso: “No se puede sacar a un presidente del poder por el conjunto de su obra, ese poder sólo lo tiene el pueblo en las urnas”.
La emotiva defensa de Rousseff en la que recordó los “sufrimientos de las marcas de la tortura” y reconoció haber tenido “miedo a la muerte” en su época en la prisión, fue rápidamente contestada por la senadora Ana Amélia (PP) que le dijo: “Nadie está aquí para juzgar su pasado, el cual respetamos mucho, sino para hablar del verdadero golpe contra los millones de brasileños desempleados”. Esa fue la primera vez que se usó el argumento del desempleo. En las diez horas posteriores se repetiría mucho más.
Uno de los cara a cara más esperados fue con el senador Aloysio Nunes
(PSDB), principal instigador del impeachment, que apenas un mes después de que su partido perdiera las elecciones de 2014, llegó a decir: “No vamos a acabar con Dilma, vamos a hacerla sangrar”. Este lunes su profecía parecía cumplida. En su defensa Dilma le había dedicado unas palabras: “Yo nunca cambié de lado y ahora veo como algunos rasgan su pasado”, ya que Nunes fue un militante reconocido contra la dictadura del 64. El senador le tomó el relevo en el turno de preguntas y dijo que justamente por haber luchado contra el régimen militar sabía reconocer que el juicio en curso no era ningún golpe: “Ahora no hay violencia en las calles, acuérdese que João Goulart no pudo defenderse en las instituciones democráticas”.
Aloysio Nunes tocó el argumento fundamental de los que defienden que este proceso sería completamente legal: la capacidad de defensa: “¿Cómo golpe? Si este juicio lo supervisa el Tribunal Supremo Federal. Si usted pide apoyos fuera del país, ¿cómo puede hablar de golpe?”, le repetía a la presidenta para preguntar finalmente por qué no había recurrido este proceso ante el Tribunal Supremo si le parecía que era ilegal. Dilma se olvidó de recordar las conversaciones telefónicas del mes de marzo en las que el vicepresidente del PMDB, Romero Jucá, decía que el Tribunal Supremo ya estaba “de acuerdo con el impeachment”, pero sí respondió a la pregunta de Nunes y dijo que respetaba las instituciones y que su lugar para defenderse era en el Senado: “Ustedes son los que me acusan, por eso me defiendo aquí porque respeto los millones de votos de brasileños que les han elegido como senadores”.
Rouseff: "No se puede hacer un 'impeachment' si no hay crimen de responsabilidad. Como yo no cometí ningún crimen de ese tipo, si ustedes me juzgan como culpable estarán llevando a cabo un rotundo golpe parlamentario"
Rousseff también fue enfática y dejó claro que no consideraba el impeachment en sí un golpe, sino la sentencia final: “Yo no digo golpe y ya está, uso este término porque no se puede hacer un impeachment si no hay crimen de responsabilidad. Como yo no cometí ningún crimen de ese tipo, si ustedes me juzgan como culpable estarán llevando a cabo un rotundo golpe parlamentario”. También le advirtió a Nunes sobre los “graves precedentes” que sienta este juicio en el país: “Cuando en un sistema político se acepta condenar a un inocente, se crea un nivel de excepción con peligrosas consecuencias para la sociedad”.
El toque machista del Congreso brasileño, cada vez más habitual en el nuevo equipo de Temer que en su gobierno interino no tiene ni a una sola mujer, vino de la mano del senador Roberto Requião (PMDB): “Quiero que sepa que la respeto como madre y como abuela”, dijo antes de meterse con su gestión económica. Rousseff que estuvo muy relajada durante las 12 horas de interrogatorio, le respondió con sorna: “Muchas gracias por respetarme de ese modo”.
El senador José Medeiros (PSD) resumió con claridad una de las causas principales por las que la oposición y entidades privadas como la Federación de la Indsutria del São Paulo (FIESP) se han esforzado por llevar a cabo este juicio político. Medeiros criticó la política económica de la presidenta, concretamente el “desorbitado” gasto social: “Usted no respetó la triple fórmula económica. Cualquier gobierno que no respete eso debe caer”. Medeiros se refería a los tres mandamientos de la economía brasileña de los últimos 15 años: cumplir la meta de la inflación, el superávit fiscal, y la fluctuación del cambio.
Los senadores se esforzaron por limpiar su imagen y defender la legalidad del proceso
Uno de los momentos más tensos del interrogatorio fue cuando le tocó el turno al senador Aécio Neves (PSDB), ex candidato a la presidencia en 2014. Neves empezó diciendo que “nunca” habría imaginado que después de su último debate presidencial, ahora se la volviera a encontrar cara a cara en esa situación en el Senado: “No es porque me cause alegría verla así, estoy aquí por mi responsabilidad como senador”. El ex candidato le echó en cara haber mentido en relación a las previsiones de déficit y de inflación durante la campaña electoral. Rousseff ni se inmutó, y muy seria, pero de nuevo con cierta ironía dijo: “Yo tampoco me esperaba estar aquí”. Pero recordó que fue precisamente Neves quien nada más perder las elecciones hizo “todo lo posible por desestabilizar" su gobierno. "Porque, como sabe, senador Neves, yo gané las elecciones y no usted”, le recordó.
En relación a las acusaciones de haber mentido sobre las previsiones económicas, Rousseff dijo que octubre de 2014 fue “un mes muy diferente” en la economía porque se produjo la primera gran caída del precio de comodities. A partir de ese momento, el resto de senadores de la oposición utilizó sus preguntas (más bien alegatos) para criticar su gestión económica. La acusaron del aumento del paro, de la subida de los precios, de las pérdidas del petróleo, como si el Congreso no tuviera ninguna responsabilidad al respecto. Como si desde el Legislativo no se hubieran frenado las medidas de ajuste fiscal que quería imponer la presidenta. Después de que varios senadores usaran estadísticas para ilustrar sus críticas, Rousseff se cansó: “Yo no pensaba hacerlo porque siempre me regañan por ser muy técnica pero al final voy a sacar mis datos”, y mostró una curva del déficit de 2015.
No todo fueron acusaciones en el interrogatorio por el que pasó la presidenta Dilma. Los senadores aliados aprovecharon su turno para hablar de las “bondades” del gobierno petista y denunciar una vez más “el golpe en curso”. Recordaron cómo con Dilma el país salió del mapa mundial del hambre, las infraestructuras del país se multiplicaron, el sistema de salud mejoró, el salario mínimo aumentó, y cómo consiguió implementar el sistema de cuotas para negros en las universidades, o la ley que defiende los derechos laborales de las empleadas domésticas.
La senadora Lídice Mata (PSB) aprovechó que el músico Chico Buarque había acudido al Senado para apoyar a Dilma, para hacerle un pequeño homenaje y utilizó una frase de uno de sus himnos contra la dictadura: “Como decía el poeta: tendremos que pasar esta página infeliz de nuestra historia”. Dilma le respondió: “Pero como dice el poeta también: que este pueblo no mire a un lado, ni baje la cabeza”, también en referencia a otra letra de Buarque.
La senadora Gleisi Hoffman (PT), jefa de la Casa Civil en el primer gobierno Dilma, y el senador Lindenberg Farias (PT) dieron verdaderos alegatos en defensa de la mandataria: “Estamos orgullosos de cómo sabe resistir, es un ejemplo para nuestra democracia”, dijo Hoffmann. A lo que Dilma aprovechó para añadir algunos otros de sus logros y despedirse con un repaso optimista de sus casi seis años como presidenta de Brasil.
La primera mandataria mujer superó con creces la prueba del Senado. Su discurso fue sólido y claro (algo que no le ocurre a menudo) e insistió en la idea de no haber cometido ningún crimen de responsabilidad y por lo tanto estar delante de un “golpe parlamentario”. Durante las preguntas se mostró tranquila, tuvo algún tropiezo verbal, pero respondió con la calma de alguien que “tiene la conciencia tranquila”.
Este martes por la mañana los 81 senadores del Congreso podrán hablar durante diez minutos para dar su parecer sobre el proceso. Después, el presidente del Tribunal Supremo Federal, Ricardo Lewandowski, leerá un resumen de los argumentos de la acusación y de la defensa. Tras la lectura se procederá a la votación electrónica y nominal de los senadores. Dependiendo de cuántos parlamentarios quieran hablar a primera hora, la votación final podría llevarse a cabo el miércoles 31 de agosto, pero también podría producirse en la noche del martes. Se necesitará el voto de al menos 54 senadores (dos tercios del Senado) para apartar definitivamente a la mandataria Dilma Rousseff.
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