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MOSCÚ.- Cuando se trata de política, la industria del entretenimiento tiende a apostar por lo seguro. Las producciones que exigen abultados presupuestos no son, por norma general, creativamente arriesgadas, y menos aún se atreven a adentrarse en el espinoso mundo de la política. Hay, por descontado, algunas excepciones.
En 1991, Spectrum Holobyte –una empresa desarrollora de videojuegos especializada en simuladores, famosa por haber comercializado la primera edición de Tetris fuera de la URSS en 1987– se atrevió a andar sobre ese lecho de zarzas que es la política en los videojuegos y lo hizo a lo grande: con un juego de estrategia geopolítica que pone al usuario en la piel del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el hombre responsable de la segunda superpotencia del planeta.
Crisis in the Kremlin apareció en 1991, el último y fatídico año de la URSS, y permite al jugador escoger entre tres opciones de gestión: la reformista, representada por el último secretario del PCUS, Mijaíl Gorbachov; la nacionalista, encarnada por la figura ascendente de Borís Yeltsin; y la conservadora, representada por Yegor Ligachev (aunque el videojuego recurre a una fotografía de Leonid Brézhnev). Dependiendo de a quien elija, el jugador parte con el apoyo de determinados actores políticos, institucionales y sociales, y la oposición de otros. Así, la facción conservadora cuenta por ejemplo con el apoyo del Ejército y el KGB, y la nacionalista, con su oposición, pero un mayor respaldo ciudadano. Los reformistas se encuentran en un punto intermedio.
A lo largo del juego el usuario recibe comunicados internos, llamadas de teléfono de la agencia TASS, el Ministerio de Exteriores, el KGB o el Consejo de Ministros, en base a las cuales ha de tomar sus decisiones. Éstas aparecen después reflejadas en noticias de prensa de los diarios The Times y Neue Zürcher Zeitung y extractos de informativos de falsas cadenas de televisión –la británica BBS, la estadounidense GNN y el soviétivo Vremya (éste real)–, pero también en la correspondencia al líder soviético, tanto la oficial como la personal. Crisis in the Kremlin no es –y probablemente sea ésta una de las características más criticadas– un juego fácil por la cantidad de variables a manejar (en particular garantizar un equilibrio en el presupuesto que contente a todos los sectores políticos y sociales), y el tener que mantener niveles adecuados de satisfacción ciudadana y reaccionar a las diferentes crisis supone un reto al que no hacer frente correctamente conduce a una revuelta ciudadana, una moción de censura del Politburó o un golpe interno del KGB. Game over.
Lo que diferencia a Crisis in the Kremlin de otros videojuegos es que aquí se trata de personajes reales que ocupaban cargos públicos en el momento en que apareció. El accidente nuclear de Chernóbil en 1986, el terremoto de 1988 en Armenia, la secesión de las repúblicas bálticas, la invasión iraquí de Kuwait o los problemas en el abastecimiento de comida, vivienda y bienes de consumo son algunos de los episodios reales incluidos en el juego. Si el jugador consigue la proeza de superar la marca de 1991 (el año de la desintegración real de la URSS), se puede enfrentar a nuevos retos en política internacional –como una intervención estadounidense en Corea del Norte– o hacer uso de nuevas tecnologías, como una vacuna para el VIH desarrollada por investigadores soviéticos que mejora las relaciones diplomáticas con terceros países.
En un mercado dominado por géneros como los first-person shooter (FPS), el rol (RPG) o la estrategia militar, un videojuego sobre geopolítica parece estar fuera de lugar. Sin embargo, Kremlin Games –un grupo de informáticos rusos compuesto por Vasili Kostylev, Maksim Chornobuk, Yaroslav Tresvyatski y Maksim Dubrov– ha lanzado una campaña de crowdfunding y está actualmente desarrollando una nueva versión de Crisis in the Kremlin que promete estar pronto disponible en ruso y en inglés.
A diferencia del videojuego original, al que se acusó de tener un sesgo ideológico –efectivamente, la secesión de las tres repúblicas bálticas y la desintegración de la URSS es el resultado más probable en cualquiera de las opciones en que se juegue–, en esta versión, que se titula Crisis in the Kremlin: el desplome de un imperio, Kremlin Games promete que no sólo la URSS podrá salvarse, sino incluso ampliar el bloque comunista a toda Europa, Afganistán, Libia, Sudáfrica, Venezuela, Irak o Yugoslavia. Los informáticos de Kremlin Games parecen tener predilección por el género, pues también desarrollan un minijuego sobre el Euromaidán y otro sobre las intrigas políticas en el Kremlin, así como Ostalgie, una versión de Crisis in the Kremlin ambientada en los últimos años de la República Democrática Alemana.
Crisis in the Kremlin se puede descargar en varios portales de abandonware o jugar online en la plataforma Play DOS Games Online.
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