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El Consejo de Europa se reúne tras 20 años y crea un registro de daños para juzgar a Rusia

Al foro con sede en Estrasburgo le sale competencia con la iniciativa de Macron para impulsar una Comunidad Política Europea.

Reunión del Consejo de Europa, en Islandia, a 17 de mayo de 2023.
Reunión del Consejo de Europa, en Islandia, a 17 de mayo de 2023. EPA/ANTON BRINK HANSEN / EFE

Los 46 representantes del Consejo de Europa, el órgano que vela por los derechos humanos en el continente, se han reunido este martes y miércoles en la capital islandesa, Reikiavik. Es el cuarto encuentro desde su fundación en 1949 y el primero desde 2005. ¿Por qué? El objetivo inicial era cerrar filas contra Rusia, país expulsado tras la invasión ucraniana. Pero de fondo también colea la potencial amenaza para la organización de Estrasburgo ante el nacimiento de la Comunidad Política Europea, impulsada hace un año por el presidente francés Emmanuel Macron.

La primera cumbre de esta entidad se celebró tres décadas atrás, tras la caída del telón de acero que dividía política y físicamente a la Europa Occidental y a la Oriental. La última tuvo lugar hace 18 años. Su objetivo era construir una Europa "sin líneas de división" y una Europa "más humana e inclusiva". La de este 2023 se ha marcado como mantra la ambición de "recomprometerse con los derechos humanos".

Sin embargo, durante los últimos años los retrocesos democráticos en algunos rincones de Europa y del mundo son preocupantes. En estos momentos, solo el 13% de la población global vive bajo regímenes democráticos. Las ejecuciones y penas de muerte están al alza. Y los líderes populistas y ultranacionalistas brotan desde Estados Unidos hasta Brasil pasando por Hungría mermando los derechos de refugiados, homosexuales o mujeres. En materia migratoria, el Reino Unido ha asistido a la cita dando un paso más allá y ha llevado a la agenda su idea de abandonar la Convención Europea de Derechos Humanos porque choca con sus planes de deportar a solicitantes de asilo a Ruanda.

La doble jornada de este año ha tenido en el punto de mira la condena, la rendición de cuentas y el aislamiento de Rusia. "Rusia se niega a reconocer el derecho democrático de los ucranianos para decidir sobre su propio futuro. La guerra de Ucrania es un ataque contra todo lo que defiende el Consejo de Europa y contra sus principios fundacionales", ha señalado Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en su intervención.

Del encuentro sale un plan inicial para establecer una suerte de registro, con sede en La Haya, que aglutine información y pruebas sobre crímenes cometidos por Moscú en Ucrania y que podría erigirse como la base inicial de los daños y los perjuicios cometidos por Rusia para juzgar en un futuro a los responsables de la guerra. A esta iniciativa se han sumado todos los países del Consejo de Europa a excepción de Turquía, Armenia, Azerbaiyán, Bosnia y Serbia. Entretanto, la UE trabaja desde hace meses en la creación de un tribunal especial e híbrido que condene los crímenes de guerra rusos.

Pasado y presente

El Consejo de Europa es con frecuencia confundido con el Consejo Europeo o el Consejo de la UE, pero no se trata de una institución perteneciente a la Unión Europea. A diferencia de la Unión Europea, el Consejo de Europa sí que puede expulsar a uno de sus miembros por haber incurrido en alguna vulneración grave de sus códigos y principios. Horas después de invadir Ucrania, sus miembros suspendieron la participación de Rusia, que lo abandonó poco después anticipándose a la votación sobre su expulsión. La relación entre Estrasburgo y Moscú venía ya muy deteriorada desde la invasión de Crimea en 2014.

Entre los miembros actuales se encuentra Turquía, Armenia o Serbia. La incorporación de España en 1977 fue el primer salto del país en democracia en la arena internacional, que se produjo antes de la entrada en la OTAN o la UE. Es condición sine qua non para formar parte de ella de tener abolida la pena de muerte, algo que en el continente no se da en Bielorrusia. La trascendencia del Consejo de Europa, nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, radica en torno al Convenio Europeo de Derechos Humanos y al Tribunal de Estrasburgo, ante el que los ciudadanos de sus países pueden demandar a los Gobiernos por violaciones de derechos humanos.

Estrasburgo es el último recurso para muchos ciudadanos que han visto vulnerados sus derechos. Y sus sentencias son vinculantes. Pueden presentar una demanda cualquier persona, pero el presunto delito tiene que haber sido cometido en un país miembro. Por lo que Rusia está fuera. Desde su creación, el tribunal ha recibido más 700.000 demandas siendo los principales destinatarios Turquía, Italia y Rusia. La vulneración más detectada es en torno al artículo 6, que garantiza el derecho a un juicio justo. Por ejemplo, el periodista español, Pablo González, que suma quince meses detenido en una cárcel de Polonia, ha llevado su caso ante este tribunal de derechos humanos.

Uno de los casos más críticos pasa ahora por Turquía. ONG como Amnistía Internacional piden al Consejo no ser complaciente y otorgar mano dura con las vulneraciones de derechos fundamentales de algunos de sus miembros. El país que Recep Tayyip Erdogan ha convertido durante sus dos décadas de poder en una autarquía se enfrenta a una segunda vuelta de elecciones muy disputada que puede desalojar al líder ultranacionalista. Entretanto, cada vez son más visibles las voces que piden la expulsión del país del Bósforo por negarse a ejecutar la sentencia de 2019 que pide la liberación del filántropo Osman Kavala.

¿Futuro?

Fortalecimiento o hundimiento en la trascendencia. La guerra en Ucrania ha resucitado a entidades internacionales que habían perdido la razón de ser en el nuevo mundo. Es el caso de la OTAN. Pero también ha demostrado cómo otros foros de la talla de Naciones Unidas están quedando relegados a un segundo plano evidenciando su poca capacidad de acción real más allá de las habituales declaraciones expresando la "profunda preocupación" por las guerras, conflictos o hambrunas que asolan partes del globo.

El Consejo de Europa, por su parte, también es hijo de este tiempo en el que los cuerpos multilaterales se tambalean. A menudo, su margen de acción se limita a recomendaciones. La comisaria de derechos humanos, Dunja Mijatovic, elaboró hace unos días su informe sobre España instando a nuestro país a acciones como un mejor acceso a la sanidad o la vivienda. Pero no son vinculantes. Y son muchos los que piden endurecer su marco de acción.

Pero en el camino ha nacido otro hándicap. Y un potencial rival. Hace un año, Macron puso sobre la mesa la idea de crear una Comunidad Política Europea. Con la UE, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y el Consejo de Europa, las entidades que buscan su relevancia política e histórica en el Viejo Continente se acumulan y están cada vez más cotizadas. Al Consejo de Europa ya le sale competencia. La idea del presidente galo tiene en sus entrañas la ambición de incluir a países como Georgia, Ucrania o Moldavia con el doble objetivo de dar una respuesta paralela a la entrada de estos países a la UE –que no se anticipa en el corto plazo- y de cerrar filas contra Rusia y aislar al Kremlin. De hecho, tras la primera toma de contacto en Bruselas, sus 47 líderes se darán cita el 1 de junio en Chisinau. Tan solo dos semanas después de este encuentro en Islandia. El Consejo de Europa dejará de ser el único foro en el que los líderes de todo el continente debatan sobre el presente y futuro, una agenda monopolizada estos tiempos por la guerra en Ucrania.

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