De izquierda a derecha, el presidente de Brasil, Michel Temer, el de Rusia, Vladimir Putin, el primer ministro de la India, Narendra Modi, el presidente de China, Xi Jinping, y el de Sudáfrica, Jacob Zuma en lña foto de familia de la cumbre de los BRICS en Goa (India). REUTERS/Danish Siddiqui
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Cerrado por cese de negocio. Ese parece el destino inmediato de los BRICS, acrónimo auspiciado en 2001 por Jim O’Neill cuando ejercía como economista jefe de Goldman Sachs. El nacimiento de los grandes mercados emergentes experimentó un primer decenio de éxito.
En ese periodo, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), impulsados por la dimensión de sus economías, sus fuertes ritmos de crecimiento y su creciente poder en asuntos geo-estratégicos frente a las cada vez más debilitadas potencias industrializadas -absortas, desde 2007, en una crisis financiera de proporciones históricas- lograron capear el temporal en comparación con sus rivales occidentales.
Esto fue el conocido decoupling. Un fenómeno nunca visto con anterioridad por el que estas economías, alejadas de los estatus de inversores internacionales, lograron eludir el brusco aterrizaje de EEUU y del resto del G-7 y, con ello, aumentar el tamaño de sus PIB hasta encaramarse -con la única excepción de Sudáfrica, el convidado de piedra del grupo desde 2011 por ser la mayor economía africana- al top ten de mayores mercados del planeta.
También protagonizaron, en mayor o menor medida, cambios relativos en sus estructuras sociales. Incrementaron la lista de nuevos ricos (multimillonarios con patrimonios de ocho dígitos) dispuestos a adquirir bienes y servicios caros y de alto riesgo inversor. Y redujeron, sin grandes alardes - bien es cierto- la brecha de sus desigualdades en unas sociedades en las que todavía conviven los llamados ‘cuatro mundos’: una exclusiva aristocracia económico-financiera rodeada de privilegios; una reducida pero activa clase media alta emprendedora; otra medio-baja de trabajadores y profesionales con empleos más o menos estables y capas que sobreviven bajo los umbrales de la pobreza. En pocos rincones del planeta cohabitan estos cuatro estratos sociales con tanta visibilidad y con tan férreas líneas rojas de separación.
Los BRICS han dejado atrás su estatus de “jugadores dominantes en la economía y los mercados globales
Los BRICS han vivido, pues, años de gloria. En defensa de la teoría de O’Neill de que la dimensión de sus mercados (totalizan la quinta parte del PIB, el 40% de la población y el 25% del territorio de la Tierra) les confería el papel de “jugadores dominantes en la economía y los mercados globales”, los líderes de este quinteto se configuraron como grupo geoestratégico alternativo al G-7, del que se cayó hace dos años Rusia, invitado político a estas cumbres, por su conflicto bélico con Ucrania.
En estas reuniones acordaron unidad de acción en ámbitos como la energía, las inversiones, las finanzas e, incluso, en el terreno de la seguridad y la defensa y de la diplomacia conjunta en asuntos políticos. Frente a las alianzas occidentales del G-7 y de naciones de su entorno. Su músculo y capacidad de influencia parecía crecer, pues, sin remedio. Pero la coyuntura económica y financiera y, sobre todo, la llegada de la Administración Trump amenaza con cambiarles el paso.
El final del ‘decoupling’ interrumpió su prosperidad, en especial, en Brasil y Rusia, y en menor medida, en China, India y Sudáfrica
Desde 2012, el decoupling dejó de mostrar su eficiencia. Brasil y Rusia han presenciado baches recesivos en sus economías, mientras los dos gigantes asiáticos han ralentizado sus tasas de incremento de su PIB. En el caso de Pekín, con cambio de patrón de crecimiento -un giro en favor de la demanda interna y, en menor medida, la innovación-, y no pocas dudas sobre el estallido de burbujas en los sectores financiero e inmobiliario. También Sudáfrica ha bajado la velocidad de crucero de su capacidad anual de creación de riqueza.
Sin embargo, el golpe de gracia al BRICS parece que procederá de la política económica del nuevo inquilino de la Casa Blanca. El encargo de Trump a su secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, de aplicar proteccionismo comercial con el retorno a la histórica estrategia del dólar fuerte y un cóctel de rebajas fiscales -en especial, a las clases más pudientes, las más propensas a las inversiones de alto riesgo como ocurrió durante los años previos a la crisis de 2008 con el recorte impositivo al 5% más rico de George W. Bush y el fervor por los swaps y los productos derivados y estructurados-, de estímulos a la actividad y de aumento de gastos en infraestructuras y en defesa, no auguran buenos tiempos para los cinco grandes mercados emergentes.
Sus divisas, el sentimiento inversor y las bolsas ya han sentido sus efectos. A la espera de que la Reserva Federal, el primer gran banco central en iniciar la senda alcista después de años de tipos de interés próximos a cero, decida continuar con esta escalada en el precio del dinero americano. Un movimiento que apuntalaría aún más los clavos en el ataúd de los BRICS que ya ha colocado el presidente estadounidense. Las divisas de los países emergentes saludaron con caídas del 1,7% frente al dólar la victoria electoral de Trump. La segunda caída más importante de los últimos cinco años. Todavía más abrupto fueron los retrocesos del 6% en los bonos soberanos de estos países denominados en dólares y del 7,4% en los vinculados al valor de sus monedas nacionales, los más expuestos al riesgo de depreciación.
En los servicios de estudios de los bancos de inversión se avanza el fin de los BRICS como núcleo hegemónico entre los emergentes y la instauración de decisiones y carteras de capital, individuales o corporativos, diseñadas en función de cada mercado concreto.
Hay voces económicas que se desmarcan del término BRICS porque sus integrantes tienen más divergencias que las coincidencias que les otorgó su mentor, Jim O’Neill.
Ethan S. Harris, economista global de Bank of America Merrill Lynch, afirma que este foro “nunca tuvo mucho sentido en términos de análisis de la economía global”. Toda una crítica a O’Neill. Pero menos ahora que, desde EEUU, se están cambiando mentalidades en el orden mundial. Entre otras cuestiones -dice- porque las semejanzas en términos de población y tamaño de sus PIB contrastan con sus marcadas diferencias en otros ámbitos. Dos de ellos -aclara- son grandes productores de materias primas (Rusia y Brasil), mientras China e India son grandes consumidores de ellas.
Tampoco están en la misma longitud de onda ni en el valor y estrategia de sus divisas ni en los ritmos de dinamismo de sus economías. Por no hablar de sus modelos políticos y sus patrones de crecimiento. Y han demostrado escasa sintonía política porque difieren en sus intereses geoestratégicos y en la forma de enfrentarse a ellos, asegura.
Sin mencionar las sombras de la recuperación en Rusia y Brasil y sus mínimos progresos recientes en sus rentas per cápita, imprescindibles para converger en niveles de vida con sus rivales industrializados. O las dudas y suspicacias que China e India, al unísono, levantan para ser declaradas economías de mercado. Ante tales argumentos, las inversiones se han hecho selectivas.
A pesar de voces nostálgicas como las del senador ruso Alexéi Pushkov, que acaba de proclamar que 2020 la economía mundial experimentará “un cambio irreversible”; entre otros, que el peso productivo de los BRICS superará al de las naciones occidentales. "En 2020 la participación de EEUU y la UE en la economía mundial constituirá un 30,4%, mientras que el porcentaje de China e India llegará a un 27,5%, sin embargo, en conjunto los países BRICS superarán a Occidente", aduce el político ruso. Después de que, en 2015, el PIB del G-7 significase el 46,3% y el de los cinco emergentes el 22,2% de la economía mundial. A precios de mercado. Es decir, en dólares actuales. Porque, en capacidad de poder de compra (que tiene en cuenta la capacidad adquisitiva y el valor de las divisas, entre otros parámetros) ambos bloques tan sólo deferían en seis décimas.
También los análisis comerciales y de inversión suscriben los riesgos de desaparición del bloque BRICS. Atradius, la división de seguros a la exportación de Crédito y Caución, cree que “la elección de Trump” y los efectos de la política económica y monetaria de EEUU “añadirán incertidumbre al comercio internacional y, en especial, a los mercados emergentes”.
Los estímulos fiscales acelerarán la “acomodación de los tipos de interés” a la evolución del ciclo de negocios -en fase próxima al calentamiento tras ocho años de crecimiento ininterrumpido-, lo que causará “salida de capitales” y un recrudecimiento de las condiciones financieras.
Los mercados emergentes -enfatizan en Atradius- “están en estado de alerta”. No sólo los BRICS. Donde los riesgos se centrarán, en especial, en Sudáfrica y Brasil, cuyas monedas sufrirán volatilidades notables. También en otras latitudes. Sobre todo, en Turquía, “particularmente vulnerable por la alta exposición de su deuda”, casi toda consignada en divisas extranjeras y por “el elevado riesgo político” del gabinete Erdogan. Y, en menor medida, Rusia, India y Tailandia por sus reducidas necesidades de financiación y su menor dependencia de los flujos de capital foráneos en 2017.
Aunque los más vulnerables serán China y México, donde las barreras arancelarias y el proteccionismo a las industrias estadounidenses. Y, por ende, en las economías del Sudeste Asiático y América Latina.Una tesis con la que coinciden en el Banco Internacional de Pagos (BIS, según sus siglas en inglés).
Hyun Song Shin, asesor económico en esta institución que confeccionó las normas de Basilea sobre solvencia bancaria, admite que una mayor fortaleza del dólar tendrá repercusiones no sólo comerciales, sino también financieras, sobre los mercados emergentes.
La apreciación del dólar encarecerá las condiciones financieras en los mercados emergentes y añadirán riesgos
Muchas empresas tienen líneas de financiación en dólares, así que el coste de reparar sus sustanciales niveles de endeudamiento, tendrán que actuar ahora contra sus divisas nacionales. Y gran parte de estos créditos han sido emitidos por bancos de sus países.
Según su visión, “las apreciaciones del dólar están asociadas a una ralentización de los flujos crediticios en esta moneda”. Lo que implica un encarecimiento de las condiciones financieras para los emergentes.
Además, el rally alcista del dólar generará sin remedio más riesgos y volatilidades en los mercados de valores, explica Shin.
El Instituto Interncional de Finanzas (IIF), la patronal de la banca, precisa que los inversores han retirado 7.000 millones de dólares de los parqués bursátiles de estos países desde la victoria electoral de Trump.
Mientras el prestigioso Instituto IFO alemán presagia una contracción de entre el 3,7% y el 5% del PIB de México por las represalias arancelarias, políticas e industriales de EEUU contra su vecino del sur, cuya moneda ha sido la más castigada en los últimos meses.
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