Este artículo se publicó hace 8 años.
¿Quién es Bernie Sanders y cómo ha llegado a convertirse en aspirante a la Casa Blanca?
El senador de Vermont, que califica su movimiento de "revolución", ha sabido capitalizar
la indignación de una parte importante de la ciudadanía, lo que le ha servido para
disputar a Hillary Clinton el primer puesto en algunos sondeos a nivel nacional.
-Actualizado a
Que en Estados Unidos un político que se define como "socialista" gane las primarias de la nominación demócrata en New Hampshire y que le pise los talones a Hillary Clinton en algunos sondeos nacionales es, sin duda, un fenómeno político sorprendente… o quizás no tanto.
En los últimos años, los efectos adversos de la crisis se han dejado sentir en EEUU con un grado de desigualdad superior al de ningún otro país del mundo. Esa desigualdad es aún más sangrante si se considera que, en términos macro, la economía estadounidense se está comportando bastante mejor que las de otros países desarrollados. A pesar de ello, la clase media se ha visto sometida a un proceso de depauperación. La clase trabajadora, ni siquiera trabajando más horas, consigue llegar a fin de mes. Uno o dos trabajos pueden ser insuficientes para costear una vivienda digna y no digamos para costear los estudios universitarios de los hijos. Por ello, las propuestas de Bernie Sanders a favor de elevar el salario mínimo o de aligerar la carga de la deuda universitaria son recibidas con esperanza por amplias capas de la población.
Su discurso es netamente populista y resulta a veces hasta simplón. Sus propuestas en gran medida son irrealizables en la práctica, a no ser que hubiera una subida de impuestos brutal. Pero todo eso importa poco porque Sanders ha sabido capitalizar el estado anímico de una parte importante de la ciudadanía: su voto es el voto de la indignación. Desde ese punto de vista, su movimiento, que él no duda de calificar como "revolución", tiene ciertas concomitancias con fenómenos como el de Podemos en España, aunque les separa una diferencia fundamental.
A pesar de que Sanders ha sido durante muchos años un "independiente" y como tal ha representado a su estado, Vermont, en el Senado, en este proceso de primarias en EEUU no ha optado por presentarse como independiente o por fundar un nuevo partido político, sino que se presenta a la nominación dentro de las filas del Partido Demócrata. En definitiva, sabe que dentro del mundo indie es difícil, si no imposible, lograr la mayoría y ha decidido pasarse al mainstream. En este sentido su figura guarda más semejanzas con la del líder laborista británico Jeremy Corbyn, incluso por edad, que con la de Pablo Iglesias. Lejos de dividir el voto de la izquierda, una estrategia que casi siempre acaba beneficiando a la derecha, tanto Sanders como Corbyn se proponen primero conquistar el poder dentro de los partidos mayoritarios de la izquierda y luego disputárselo a la derecha en la competición electoral.
¿Qué posibilidades tiene Sanders de ser finalmente nominado? Pocas. Sus resultados van a ser buenos en Estados con votantes demócratas mayoritariamente blancos, pero sus apoyos entre las minorías (negros, hispanos y otros), cuya influencia es decisiva en muchos sitios, son netamente inferiores a los de Hillary Clinton. Con las encuestas actuales, Sanders sólo estaría por delante en los Estados del extremo Noreste (Maine, New Hampshire y Vermont, que entre los tres sólo suman 88 delegados) y en Alaska (20 delegados), pero perdería claramente ante Clinton en Estados con mucha población y muchos delegados en juego, como California (546 delegados), New York (291 delegados), Florida (246 delegados) y Texas (252 delegados).
Por otra parte, está la cuestión de la financiación. En enero, Sanders consiguió superar a Clinton en recaudación de contribuciones privadas. Sin duda una proeza, pero a medida que la competición se haga más igualada, si es que sigue esa tendencia, el apoyo hacia Clinton de los sectores empresariales se hará cada vez más patente. Sanders está haciendo historia con la forma con la que está financiando su campaña. Es el único candidato que no ha echado mano de un Super PAC o de otros grupos externos para canalizar donaciones más o menos opacas. La financiación de su campaña se está haciendo básicamente a través de donaciones de pequeña cuantía, algo que ya explotó Barack Obama con gran éxito en 2008.
Por último, hay que tener en cuenta que Clinton cuenta a día de hoy con el apoyo inquebrantable del establishment del partido y eso se traduce en 362 superdelegados (líderes del partido que tienen ya su presencia asegurada en la convención, sin pasar por primarias), contra sólo 8 de Sanders en la futura convención que se va a celebrar en julio. Es decir, el senador parte ya con una desventaja desde el primer momento que tendrá que tratar de superar en las urnas. Está por ver si los superdelegados del partido serían capaces de negarle la nominación a Sanders si su superioridad entre los delegados electos fuese abrumadora. Sin embargo, si el resultado estuviera igualado, es indudable que inclinarían la balanza a favor de Clinton.
*El autor es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Valladolid. Ha sido investigador visitante en el Washington College of Law (American University) y en la Universidad de Toronto.
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