Pervez Musharraf fue reelegido hoy como presidente de Pakistán pero el resultado de la votación no es oficial.
Esta paradoja tiene su origen en el veredicto del Tribunal Supremo del viernes: el panel de jueces autorizó la celebración de las elecciones presidenciales pero prohibió que se proclame oficialmente el resultado antes de emitir su fallo sobre los recursos presentados por la oposición. El juicio se reanudará el 17 de octubre.
Los detractores de Musharraf llevaron a los tribunales una demanda de inconstitucionalidad contra la candidatura del presidente alegando que retiene el puesto de jefe de las Fuerzas Armadas, la institución más poderosa del país.
La promesa de Musharraf de dejar el uniforme tras ser reelegido será aplazada también hasta que se conozca el fallo del Tribunal Supremo. Pese a ello, los críticos temen que el jefe de Estado incumpla su palabra.
Sufragio indirecto
El general obtuvo 671 de los 685 votos emitidos por los miembros de las dos cámaras del Parlamento y de las cuatro asambleas provinciales.
El 30% de los parlamentarios no participó en la elección, tras haber dimitido en bloque días antes como señal de protesta. La decisión de conceder la amnistía a la ex ministra Benazir Bhutto por sus presuntos delitos de corrupción impidió más dimisiones. El Partido Popular de Pakistán (PPP), que dirige Bhutto, el de mayor representación con un 29% de los escaños, optó finalmente por la abstención.
Unos 500 abogados se concentraron frente a las puertas de la Asamblea Provincial de Peshawar, al noroeste del país, para protestar contra la convocatoria electoral. Con gritos de “Fuera Musharraf”, los manifestantes pidieron la dimisión del general y tiraron piedras contra el edificio parlamentario, según testigos citados por AFP. La Policía cargó contra ellos y lanzó gas lacrimógeno para disolver la manifestación.
Los juristas han sido los máximos partidarios de una agenda democrática en Pakistán que ponga fin al régimen de Musharraf. El general tiene también en su contra a la cúpula religiosa, quien le acusa de ser una marioneta del presidente de EEUU, George Bush.
Aunque en direcciones opuestas, ambos sectores esperan que las elecciones legislativas que se celebrarán a principios de 2008 provoquen un cambio profundo en el rumbo del país. Musharraf, por el contrario, lleva meses moviendo los hilos a su alcance para que todo siga igual.
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