Las protestas antigubernamentales que desde hace seis días se extienden por toda Turquía se han cobrado este miércoles una tercera víctima mortal, al fallecer un hombre que recibió un disparo en la cabeza a manos de la Policía en Ankara y que se encontraba en estado de muerte cerebral desde hace cuatro días.
El diario Hürriyet Daily News, que cita fuentes de la Asociación Médica de Turquía, informó de que Ethem Sarisuluk sucumbió finalmente a sus heridas. Los otros dos fallecidos en las protestas son un hombre de 22 años, que recibió en la cabeza el impacto de un bote de humo disparado desde un vehículo policial durante una marcha en la provincia de Hatay, y otro joven que fue atropellado por un coche particular cuando levantaba una barricada en Estambul.
El Colegio de Médicos de Turquía cifró hoy en 4.177 los heridos que por el momento han dejado las protestas y los choques con la Policía. Hay tres heridos en estado crítico, diez han perdido un ojo y quince han sufrido traumatismos craneales. Por su parte, el Gobierno maneja una cifra de 300 lesionados, la mayoría de ellos policías.
En tanto, miles de personas se han vuelto a concentrar en la plaza Taksim de Estambul. La marcha principal de una huelga convocada por dos importantes federaciones sindicales y dos colegios profesionales desembocó en este emplazamiento en un ambiente festivo y sin incidentes. A pesar de que la jornada transcurría más tranquila que las anteriores, la policía ha vuelto a cargar en Ankara. Sobre las 16:00 GMT, los agentes antidisturbios empezaron a emplear cañones de agua a presión y gas lacrimógeno contra grupos de ciudadanos que protestaban en la plaza de Kizilay de la capital turca. Unas dos horas antes, la plaza había empezado a llenarse de ciudadanos, debido a que muchos empleados y funcionarios acudieron allí al terminar su jornada laboral
Algunos activistas pretendían alcanzar la cercana residencia del primer ministro, intentos siempre abortados por la Policía. De repente, y sin motivo aparente, los agentes empezaron a cargar contra la multitud con cañones de agua a presión y gas lacrimógeno, envolviendo toda la plaza en densas nubes del producto irritante. Los manifestantes huyeron hacia las calles adyacentes, donde continuaron las cargas policiales, una imagen ya habitual en estos seis continuados de protestas.
A lo largo del día, decenas de miles de personas han participado en las marchas convocadas por los sindicatos en las principales ciudades del país, según informaron los medios turcos. Las marchas sindicales reclamaron la puesta en libertad sin cargos de los 'miles de detenidos' en las seis jornadas de protestas y que los responsables de los excesos policiales en los primeros compases de la oleada de manifestaciones rindan cuentas.
Lo que empezó siendo una manifestación para evitar la destrucción de uno de los pocos parques en el centro de Estambul se ha convertido en un movimiento protesta política que se ha expandido por toda Turquía. El epicentro de las protestas se halla en Taksim, donde se han levantado grandes barricadas de piedras, coches destrozados y verjas para evitar la entrada de furgones policiales.
Los manifestantes, en su mayoría jóvenes universitarios y ciudadanos de clase media, cuentan con la simpatía de numerosos deportistas, actores, intelectuales y escritores turcos. El único Premio Nobel de Literatura turco, Orhan Pamuk, también respaldó las protestas y acusó hoy al Gobierno de ser 'opresor y autoritario'. Pamuk, que había sido criticado en algunos círculos por no haberse manifestado, ha tomado partido en un artículo publicado hoy en el diario Hürriyet.
Taksim y el aledaño parque Gezi, donde acampan miles de personas para evitar su demolición en un controvertido plan urbanístico que prevé edificar un centro comercial, se ha convertido en un espacio festivo en el que priman las proclamas contra el Gobierno de Erdogan. Los manifestantes han empezado a gestionar algunos servicios, como el reparto de agua potable, e incluso un grupo de trabajadores de una cafetería internacional y estudiantes de medicina han creado un ambulatorio para atender a los heridos en las cargas policiales.
Otros manifestantes organizan repartos gratuitos de comida y bebida entre los acampados. La venta de mascarillas de gas de papel y gafas de buceo para limitar los efectos de los gases lacrimógenos empleados por la Policía ha experimentado también un gran auge y son numerosos los vendedores ambulantes que las ofrecen.
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