Rachid Ganuchi (Al Hama, 1941) ha conocido la cárcel, la tortura, y un exilio de 22 años que acabó cuando el 30 de enero volvió a su país. En Túnez, el régimen de Zin el Abidin Ben Alí acababa de ser derrocado por el pueblo. El fundador y líder del movimiento islamista Ennahda (Renacimiento) es para los suyos el símbolo de la lucha contra la tiranía, que llevó a tantos militantes del ahora partido político a las siniestras prisiones de Ben Alí. Las palabras de este hombre de voz reposada son moderadas, pero sus adversarios políticos atribuyen su discurso a una mera ficción destinada a esconder su supuesto radicalismo.
¿Cómo valora las advertencias de otros partidos sobre el riesgo de involución si Ennahda gana las elecciones?
«El sistema político que preferimos es el parlamentario descentralizado»
Ningún partido debería tener derecho a tratar de excluir a otras formaciones. Esa era la política de Ben Alí, que apartaba a determinados sectores de la sociedad tunecina. Quienes siguen tratando de hacerlo son sus herederos. Creo que todos los partidos deberían tener la oportunidad de contribuir e incluso gobernar este país. De todas formas, ahora estamos en una nueva era gracias a la revolución y el veredicto final lo darán las urnas.
Ustedes han alabado la democracia islámica del partido de Erdogan en Turquía, ¿seguirán su modelo?
Cada país tiene sus especificidades políticas y Túnez no es Turquía. Determinados aspectos del modelo turco nos agradan, aunque no los reproduciremos literalmente, pues aspiramos a construir un modelo propio.
«No entendemos la sharia' como una serie de normas, sino de principios generales»
¿Cuáles son esos aspectos?
Estamos impresionados por los éxitos en cuanto a desarrollo de la experiencia turca y pensamos que podríamos beneficiarnos de ella. Turquía ha sido capaz de reducir el poder del Ejército en la vida política y hacer una sociedad más libre.
¿Cuál es, entonces, su proyecto para Túnez?
Un modelo que conjugue islam y democracia y que garantice la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos.
Ustedes prefieren una democracia parlamentaria y no presidencialista, ¿por qué?
La dictadura tunecina estaba basada en que una sola persona, el presidente, acaparaba todo el poder. Queremos romper con esa regla y por eso preferimos el sistema parlamentario y defendemos que el presidente sea una figura simbólica de representación del Estado sin poderes reales para que así haya una auténtica separación de poderes.
¿Qué estructura tendrá el Estado tunecino?
No queremos un poder centralizado en la cúpula; al contrario, aspiramos a delegar el poder por abajo todo lo posible. Defendemos un Estado descentralizado en el que cada región tenga sus poderes, de forma similar a España, Alemania y a determinados aspectos del modelo británico. Otro de nuestros objetivos es reformar el sistema legislativo y el judicial del país.
Ennahda aboga por aplicar el espíritu pero no la letra de la sharia'. ¿Puede explicarlo?
Nosotros no entendemos la sharia como un conjunto de reglas, sino como una serie de principios generales que garantizan la libertad, la igualdad y el respeto del prójimo. Además, la sharia existe ya en nuestro país [como fuente de legislación], por ejemplo en el Código de Estatuto Personal, que regula el derecho de familia, la condición de la mujer y la igualdad entre sexos [este código es el único del mundo islámico que abolió la poligamia y el repudio, aunque persisten desigualdades en aspectos como la herencia y la filiación de los hijos]. De cualquier manera, las leyes se aprobarán en el Parlamento del país y no habrá ninguna autoridad por encima de este cuerpo legislativo.
¿Está a favor de castigar la homosexualidad o el consumo de alcohol?
Nosotros no vamos a inmiscuirnos en la vida privada de la gente, cómo se visten, lo que comen o en qué creen. El Estado no debe intervenir en este tipo de cosas.
¿Cuáles son sus prioridades económicas?
El primer paso es combatir la corrupción que se había establecido durante la dictadura. La mitad de la riqueza del país estaba en manos de 118 familias relacionadas con Ben Alí y su clan, y esto disuadió a la gente honrada de invertir en el país. Algunas estadísticas indican que la corrupción redujo nuestro crecimiento en un 2% anual; en lugar del 4% que hemos estado teniendo, sin corrupción hubiéramos crecido entre el 6 y el 7%. Creemos que a este expolio se debe en gran parte el desempleo en el país.
¿Cómo ha vivido esta jornada electoral?
Tengo 70 años y es la primera vez que voto. Es un gran día, no sólo para Túnez, sino para todo el mundo árabe, pues estas son las primeras eleccio-nes libres y justas que vive la región. El 14 de enero, cuando Ben Alí huyó, nuestro pueblo destruyó la dictadura, pero destruir es fácil. Ahora debemos construir un Estado democrático que respete las libertades; hoy hemos dado el primer paso, pero el proceso será largo, difícil y duro.
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