Libia cambia de manos y las principales potencias mundiales se apresuran a ganarse el favor de los vencedores ofreciéndoles públicamente su apoyo y algunos, como Barack Obama, hasta su amistad. Sin embargo, una gran potencia no acaba de sentirse cómoda con la nueva Libia y teme no ser bien recibida por el nuevo Gobierno rebelde. Se trata de China, que apoyó a Muamar Gadafi durante meses y ahora ve peligrar su futuro en un país en el que ha invertido miles de millones de euros en infraestructuras y del que necesita petróleo para alimentar su inmensa maquinaria industrial.
Igual que ya pasó con las revueltas en el mundo árabe a inicios de año, Pekín se muestra hoy algo nervioso por los cambios políticos en el tablero de Oriente Medio y el Magreb, escenarios en los que tiene grandes intereses geoestratégicos y planes de inversión en los próximos años para abastecerse de materias primas. Unos planes que ha tenido que poner en cuarentena.
El país asiático ha invertido 13.500 millones de euros en proyectos en Libia
China sospecha que Occidente quiere apropiarse ahora de los recursos libios (gas y petróleo) y que el nuevo Gobierno rebelde podría premiar con explotaciones petrolíferas a los países que más han ayudado a tumbar a Gadafi. Por eso, el ministro de Exteriores chino, Yang Jiechi, pidió al secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, que sea su organismo el que 'gestione' la reconstrucción de Libia y no Estados Unidos y Europa.
Para algunos, China es nada menos que una de las razones de fondo de esta guerra. Paul Craig Roberts, exsubsecretario del Tesoro de EEUU, aseguró semanas atrás que Washington 'trata de sacar a China de Libia, ya que China posee grandes inversiones en energía' e intereses energéticos en la región. Roberts fue más allá y señaló que EEUU 'está muy nervioso por los informes del FMI que indican que China le superará como primera potencia mundial en cinco años'.
Conspiraciones aparte, lo cierto es que Pekín arranca con desventaja en la carrera por adjudicarse los contratos más jugosos en Libia. China, que junto a Rusia no apoya los movimientos sociales para derrocar regímenes (temiendo pulsiones parecidas en suelo propio) ha ido cambiando de postura lentamente.
Empezó por superar sus reticencias al dar luz verde, junto a Rusia, a la resolución de la ONU que permitía la misión aliada en Libia, cuyos ataques luego condenó. Más adelante, recibió a emisarios rebeldes y reforzó con el tiempo los contactos. Ahora, finalmente, ha terminado 'respetando la voluntad del pueblo libio' y diciendo: 'Siempre hemos concedido gran importancia al Consejo Nacional de Transición (CNT) en la resolución de los problemas de Libia'.
Pekín invirtió en los últimos años 13.500 millones de euros en el país africano, emprendió 50 proyectos de gran envergadura, estrechó tanto como pudo sus lazos con Gadafi y sus importaciones de crudo libio llegaron el año pasado al 3% de su consumo nacional, copando el 10% del total del petróleo de Libia.
El régimen comunista tembló días atrás cuando un miembro de la compañía petrolera rebelde AGOCO advirtió de que todos los acuerdos comerciales firmados por Gadafi serían 'revisados'. No obstante, la agencia estatal de noticias Xinhua indicó que el CNT se ha comprometido a 'respetar' los acuerdos que China firmó con el anterior Gobierno, si bien reconoció que la crisis le ha supuesto al gigante asiático pérdidas por valor de unos 2.100 millones de euros.
'Esperamos que el futuro nuevo Gobierno adopte medidas efectivas, una a las diferentes facciones y restablezca el orden social tan pronto como sea posible', indicó recientemente el portavoz de Exteriores chino.
A Pekín no le queda otra que aceptar la nueva situación en Libia, pero quiere evitar que ocurra lo mismo en Siria. Las autoridades chinas critican la presión de la UE y EEUU para que dimita el presidente Bashar al Asad, argumentando que la decisión 'debe surgir del pueblo'.
Para Pekín, perder también a Damasco supondría un duro revés. Tras la independencia de Sudán del Sur, la guerra de Libia, y los problemas que le están poniendo Vietnam y Filipinas para rastrear petróleo en el mar del Sur de China, Pekín no quiere más contratiempos.
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