Dos meses y medio de protestas pro democracia se han cobrado en Siria la vida de más de mil personas. Decenas de miles han sido heridas y detenidas, y cientos han sido torturados en las prisiones de la Policía y de las agencias de Mujabarat, la seguridadsecreta siria.
Uno de ellos es Ahmed, estudiante de 22 años de la Universidad de Damasco que oculta su nombre real por miedo a las represalias contra su familia. 'Nunca había ido a una manifestación, pero el 16 de marzo decidí participar en una frente al Ministerio de Interior para pedir la liberación de los presos políticos', narra desde la capital siria.
La protesta apenas duró unos minutos, porque fue rápidamente rodeada por decenas de agentes que cargaron contra los manifestantes y se llevaron a los que pudieron. Ahmed fue trasladado a un centro de detención, donde permaneció con los ojos tapados y las manos esposadas en la espalda durante seis días. Le daban agua una vez cada 48 horas y le llevaban al baño una vez al día.
'Nos tenían en un pasillo. No nos dejaban dormir. Me golpeaban cada noche: puñetazos, patadas, golpes con palos y con la culata del rifle. El día después de arrestarme me dieron descargas eléctricas en el pecho, el codo, la mano, las rodillas, los tobillos y la espalda. Me preguntaban los nombres de mis amigos, pero no podía dárselos porque no sabía si ellos estaban también detenidos o no', explica.
El séptimo día, Ahmed fue trasladado a una celda sucia de 1,65 metros por 2,35 que compartía con otro detenido. Sin ventanas. Ni camas. Sólo les dieron una manta a cada uno. Estuvieron allí tres semanas más, hasta completar un mes en el que no vieron jamás la luz del sol.
'No grité, porque todos saben que si chillas cuando te pegan, es peor'
'Cada dos días nos interrogaban. Nos obligaban a quitarnos toda la ropa, nos tenían de pie durante horas y nos pegaban. Me hicieron un edema enorme en la rodilla y pedí ir al médico. Cuando me llevaron a la enfermería el propio doctor me pegó patadas en las dos rodillas mientras me insultaba. Después de ocho días empecé a tener problemas en la vejiga, pero también se negaron a darme tratamiento', denuncia Ahmed. Otra de las técnicas que utilizaron, entre paliza y paliza, era la de tirarle cubos de agua helada y, cuando estaba temblando, echarle cubos de agua hirviendo.
Un día le tiraron en el suelo boca abajo y varios agentes de seguridad se turnaron para, literalmente, bailar sobre su columna vertebral. 'No grité, porque todo el mundo sabe que hay que callarse cuando te pegan. Si gritas es peor. Al menos diez bailaron y saltaron en mi espalda'. A su lado, los policías le hacían lo mismo a un chico de 14 años, que no podía evitar chillar de dolor.
Ahmed asegura que en todo el mes se alimentó básicamente de pan porque, aunque a veces les daban arroz y patatas hervidas, 'estaban casi crudos'.
'Me hicieron un edema en la rodilla y el propio médico me dio patadas allí'
Nunca tuvo acceso a un abogado ni tampoco pudo hablar con su familia, que no sabía dónde estaba.
Según Wisam Tarif, director de la ONG siria de derechos humanos INSAN, el caso de Ahmed no es de los peores. 'Hay detenidos a los que les arrancan las uñas, les orinan encima y les practican humillaciones anales y amenazas de arrancarles los genitales', explica este activista, que añade que la tortura es especialmente grave en las instalaciones de la Mujabarat de la Fuerza Aérea.
'No hemos oído a un solo detenido que nos diga que no le han pegado o insultado. No se salvan los adolescentes ni tampoco las mujeres', afirma Tarif.
Grupos de derechos humanos afirman que más de 15.000 sirios han sido detenidos por motivos políticos desde marzo. En las ciudades en que la represión de las protestas ha sido mayor, como la sureñaDerá y la costera Baniyas, las fuerzas de seguridad han convertido escuelas y estadios deportivos en centros de detención.
La dureza del régimen de Bashar al Asad, sin embargo, no ha logrado domar al movimiento opositor popular que, dos meses y medio después, mantiene vivas las manifestaciones en todo el territorio.
Para Ahmed, 'Siria ha llegado a un punto de no retorno. Tarde o temprano, Al Asad tendrá que ser juzgado por la sangre que corrió. Y los sirios podremos elegir nuestro propio destino'.
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