Bahrein es un minúsculo reino del Golfo Pérsico, pero de grandísima importancia estratégica. El régimen de Hamad bin Isa al Jalifa acoge la V Flota de la Marina de Estados Unidos y es la cuna de la minoría chií de la vecina y potente Arabia Saudí. Por eso, Al Jalifa no podía fallar a sus dos grandes aliados y envió este jueves al Ejército para desalojar la plaza de la Perla, en el centro de Manama, que un millar de personas querían convertir, desde el pasado lunes, en su plaza Tahrir (Liberación), como en El Cairo. Al menos seis personas murieron por los disparos de los militares, según Al Yazira, y otras 300 resultaron heridas. El Gobierno decretó el estado de emergencia.
Manama estaba este jueves en estado de sitio, como si las autoridades se preparasen para una guerra inminente. Columnas de vehículos policiales y blindados del Ejército recorrían las principales arterias de la ciudad mientras helicópteros sobrevolaban la plaza de la Perla. Allí sólo quedaban restos de ropa y de las tiendas de campaña que los manifestantes habían instalado para exigir a las autoridades cambios políticos y económicos. La represión fue brutal: a las tres de la madrugada, sin previo aviso, decenas de blindados irrumpieron en la plaza. 'El objetivo de los que tomaron la decisión de atacar era matar. Es terrorismo', dijo Abdul Dyalil Jalil, diputado del partido Wifaq, principal fuerza de oposición al régimen y de confesión chií.
Al menos seis personas murieron por los disparos de los militares
Es precisamente la comunidad chií el 70% del medio millón de bahreiníes la que exigía desde la plaza de la Perla el fin de la discriminación impuesta por la monarquía suní de la familia Al Jalifa. 'Quizá estemos ante el principio de una nueva intifada en Bahrein', analiza Laurence Louer, especialista de los movimientos chiíes en el Golfo Pérsico. Porque no es la primera vez que los chiíes de Bahrein exigen cambios en un país marcado por grandes diferencias sociales y cuyas reservas de petróleo ya no son suficientes para comprar la paz social.
Las imágenes enviadas por las organizaciones de derechos humanos en Bahrein mostraban el violento ataque contra hombres, mujeres y niños. 'La gente llega con heridas en la cabeza, hay heridos por fuego real, estamos desbordados', explicaba un médico a Al Yazira. 'Utilizaron munición real, gas lacrimógeno, balas de caucho...', confirma un testigo que salió ileso.
'La represión no me sorprende para nada. Porque el poder siempre ha actuado así', recuerda Louer. Se refiere a lo que los bahreiníes llaman 'la gran intifada' de los años noventa, cuando, entre 1994 y 1998, la población chií salió a la calle para pedir mejoras de sus condiciones de vida. Fueron cuatro años de represión con actos de violencia y arrestos de opositores. Hasta la muerte del rey Isa bin Salman Al Jalifa, en 1999, y la llegada al trono de su hijo, considerado, respecto a sus vecinos conservadores del Golfo, como un hombre del cambio.
'El objetivo del ataque era matar. Es terrorismo', dice un opositor
El monarca promulgó una nueva Constitución y organizó elecciones legislativas. Bahrein se había convertido, según la Casa Blanca, en 'el modelo árabe de democracia en Oriente Medio'. Pero el problema, subraya Fatiha Dazi-Héni, autora de un ensayo sobre las monarquías de la Península Arábiga, era y sigue siendo laboral.
Antes de nacer como partido político de la oposición, el Wifaq basaba su discurso en el paro que afecta sobre todo a la comunidad chií. Los analistas aseguran que la tasa de paro alcanza el 15% y apuntan las importantes bajadas de sueldos y malas condiciones laborales del sector privado, donde trabajan el 60% de los bahreiníes.
Las principales víctimas de ese sistema son los chiíes. 'Los empresarios prefieren contratar siempre a un suní antes que a un chií', dice Laurence Louer. Además, las autoridades llevan varios años practicando una política de nacionalización de extranjeros suníes iraquíes, jordanos y sirios para cambiar el equilibrio demográfico.
De las autoridades llegaron dos reacciones en apariencia contradictorias: mientras el Ejército anunciaba en la televisión estatal que 'las Fuerzas de Seguridad tomarán todas las medidas estrictas y disuasorias necesarias para preservar la seguridad y el orden general', el Gobierno aseguraba que estaba 'dispuesto a conversar' con la oposición sobre posibles reformas políticas, aunque 'eso lleva tiempo'.
Una de las explicaciones de esta reacción se halla en el mismo nombre de Bahrein: cuando se adoptó la nueva Carta Magna, en 2002, el país cambió de nombre. 'El Estado bahreiní' se convirtió en 'el Reino constitucional de Bahrein'. Para la analista Louer, este matiz lingüístico muestra la férrea voluntad de la familia Al Jalifa de mantenerse en el poder.
Los manifestantes de la plaza de la Perla pedían reformas sociales, económicas y políticas, puesto que el monarca suní sigue siendo todopoderoso en el país, con un primer ministro nombrado por él. 'El rey no aceptará jamás ser una figura representativa', dice Louer.
Las autoridades de Bahrein no eligieron un día cualquiera para atacar. Este jueves, precisamente en Manama, los ministros de Exteriores del Consejo de Cooperación del Golfo se reunieron para hablar de los problemas económicos de la zona. Ninguno reaccionó oficialmente a la represión del rey Al Jalifa.
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