Las manifestaciones sindicales de protesta que recorren una Europa víctima de la creciente especulación de los mercados financieros se hicieron sentir ayer en Portugal, afectando a todos los servicios clave del país: educación, justicia, transportes, comercio, turismo, bancos, servicios municipales y los aeropuertos de Lisboa, Oporto, Faro y el archipiélago de Azores. Como prueba de la repercusión, se cancelaron 43 vuelos de un total de 53 que estaban programados entre España y Portugal y Renfe suprimió la circulación de cinco trenes.
El balance de la jornada indica que tres de los cuatro millones de trabajadores que constituyen la población laboral lusa respondieron al llamamiento de las dos grandes centrales sindicales, hecho inédito desde 1988.
Han pasado 22 años desde que una huelga general contra el gobierno conservador (1985-1995) de Aníbal Cavaco Silva, actual presidente de la República, unió a las dos grandes centrales sindicales, divorciadas por orientaciones políticas irreconciliables. Esta vez, la Unión General de Trabajadores (UGT), de tendencia socialista y socialdemócrata, aceptó unirse a la Central General de Trabajadores de Portugal (CGTP), mayoritariamente comunista.
El Ejecutivo critica el coste que tendrá para la economía: hasta 500 millonesPortugal vivió ayer una paralización casi total. El ambiente en las calles fue el de un domingo, lo que indica que los trabajadores han acatado mayoritariamente la llamada de los sindicatos, que aseveran haber logrado la adhesión del 75% de la fuerza laboral.
El Gobierno del primer ministro socialista, José Sócrates, insistió en que la ausencia laboral no pasó del 20,1%. Sin embargo, los medios de comunicación lusos desmintieron este optimismo oficial, avalando los porcentajes de los sindicatos. Sólo han funcionado en parte los servicios mínimos estipulados por la ley, tales como urgencias médicas, energía y abastecimiento de combustibles y agua, bomberos, así como las profesiones a las que la legislación no permite hacer huelgas, como jueces, parlamentarios, militares y fuerzas de seguridad.
El Gobierno deploró el daño económico provocado por la paralización. En un día normal de actividad, Portugal genera un promedio de 651 millones de euros en términos de Producto Interior Bruto, por lo que dependiendo del nivel de adhesión, esta huelga podrá causar al país una pérdida de entre 300 y 500 millones de euros. El secretario general de la UGT, João Proença, pese a ser un destacado socialista, criticó al Ejecutivo porque “durante la cumbre da la OTAN el pasado viernes y sábado, Lisboa (donde reside el 25% de la población) se paralizó sin que nadie del Gobierno se preocupase en hacer los cálculos de la pérdida económica que esto significó para el país”.
El paro general se produce en momentos en que 610.000 trabajadores se encuentran sin empleo y el horizonte aparece tormentoso. Las previsiones de la OCDE indican que la economía lusa va camino de la recesión en 2011 (-0,2 %) y el paro pasará del actual 10,6% al 11,4%. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) colocó en abril a Portugal como el décimo integrante del club de los diez países de mayor riesgo mundial en términos de deuda pública.
La protesta ha surgido precisamente contra las medidas del Gobierno socialista destinadas a enfrentar la crisis a través del presupuesto del Estado para 2011, en línea con las políticas clásicas del FMI. Se reduce el salario de los empleados públicos de entre el 3,5% y el 10 %, se establecen nuevos cortes en las ayudas a familias indigentes, así como nuevas tasas tributarias sobre las jubilaciones. El déficit fiscal pasará del 9,4% en 2009 al 7,3% este año, y se proyecta en 4,6% en 2011. El Gobierno se propone limitarlo al 3% en 2012.
Otro hecho inédito es que esta ha sido la primera huelga general con especial hincapié en la defensa de los jóvenes que, según la CGTP y la UGT son las nuevas víctimas del sistema, con un desempleo que llega al doble del índice nacional. La nueva generación de portugueses, según el diputado independiente y académico Rui Tavares, “ya no es el trabajador clásico, sino una nueva mano de obra precarizada y poco aprovechada, víctima del neoliberalismo y de la crisis del neoliberalismo”.
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