A sus 80 años, con una larga carrera política a sus espaldas, Plínio de Arruda Sampaio se presentó como candidato a la presidencia del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una escisión del Partido de los Trabajadores (PT). Obtuvo menos de un millón de votos en la primera vuelta electoral, apenas el 0,9% de los sufragios, pero representó su papel como opción a la izquierda del PT de Lula y Dilma, y le puso la sal a los debates presidenciales, con sus ácidas críticas a los otros tres candidatos. De Arrudadefiende que tanto Dilma como Serra eran 'los candidatos apoyados por el capital'.
¿Qué le parece la victoriade Dilma?
Creo que ha sido más una victoria de Lula que de Dilma, fruto de una ilusión del pueblo brasileño. Los brasileños han votado a una persona que no conocen y no tengo ninguna perspectiva favorable. Creo que su Gobierno no va a satisfacer las expectativas y que va a establecer una coalición muy heterogénea, que profundizará los defectos de la política brasileña.
¿Qué diferencias cree que habrá entre su Gobierno y el de Lula?
'Con Lula, las multinacionales y los bancos han ganado más dinero'
No se sabe. Dilma es una incógnita: nadie la conoce.
Usted asegura que no hay diferencias reales entre Dilma y Serra. Desde la perspectiva de la izquierda, ¿era una elección entre lo malo y lo peor?
Desde nuestra visión socialista, es vital concienciar a la masa, que sepa quién la está explotando para organizarse y después pasar a la revolución. En ese sentido, sí, hay ciertas diferencias: la política de Serra hubiera sido más represiva con los movimientos sociales. Pero lo que ha hecho el PT ha sido dividir y corromper a esos movimientos, como ya ha sucedido con el Movimiento de los Sin Tierra. Así que, de hecho, la opción de Lula es peor, porque impide la formación de esa conciencia del pueblo. Por eso el mejor voto era el voto nulo, el único que expresa ese descontento.
'Un crecimiento del 10% del PIB no quiere decir que el pueblo viva mejor'
¿Cuál es su opinión de Lula?
Es el presidente de un país en desarrollo que los países desarrollados le pidieron a Dios. Está claro: se han defendido más que nunca los intereses de las grandes multinacionales y los bancos, que han ganado más dinero. El papel que ha cumplido Lula ha sido el de acabar con la izquierda en Brasil, en el sentido de imposibilitar el surgimiento de una izquierda que no se someta a los intereses del capitalismo, como se da en otros países latinoamericanos.
¿Quiénes fueronlos beneficiadospor el Gobierno de Lula?
El agronegocio: los productos primarios, la minería. Ha habido una política de reconversión neocolonial, de volver a un escenario anterior a 1930: caña de azúcar para etanol, soja, etc. Cada vez se compra más de fuera. Es una de las principales críticas a Lula.
Pero ¿no ha habido cosas positivas, por ejemplo, en la política exterior?
Lula ha contado con dos asesores técnicos muy buenos, como Celso Amorim y SamuelPinheiro Guimarães [cancillery ministro de Asuntos Estratégicos, respectivamente]. Aquí, en América Latina, el saldo ha sido positivo: se podía haber hecho más, pero lo que se ha hecho ha sido bueno, nos hemos aproximado a nuestros vecinos. Más cuestionable ha sido nuestro papel en el conflicto iraní: ¿para qué fuimos allí? Brasil hizo el ridículo.
Se ha criticado también a Brasil por fomentar el desarrollo en detrimento de la sostenibilidad ambiental.
Es un absurdo no defender la riqueza de la selva amazónica, esa diversidad inmensa que puede tener fantásticos efectos en la industria farmacéutica, por ejemplo. Sin embargo, se sacrifica ese patrimonio para beneficiar a la industria de la madera o al agronegocio, que ayudan a tener altas cifras de crecimiento. Pero una tasa del 10% del PIB no quiere decir que el pueblo viva mejor: eso es una falacia. Depende de cómo se redistribuya, de si acaba repercutiendo en la calidad de vida de los ciudadanos.
Esa crisis social se manifiesta en la violencia urbana, a la que no se ha puesto freno.
La violencia está enraizada en la inmensa desigualdad social; mientras esta no remita, será imposible acabar con la delincuencia. Sin embargo, se trata de un proceso largo, y la violencia está ahí: tiene que ser combatida ya. Pero no con las armas, porque la violencia sólo genera más violencia, sino reeducando a esas fuerzas de seguridad mal entrenadas por la dictadura militar, a esa policía que criminaliza la pobreza, y colocando esas estructuras bajo el control de comités locales que las fiscalicen.
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