Aunque la calma ha vuelto a la calle, Ecuador sigue en estado de shock, tras la jornada de caos causada el jueves por la rebelión policial, el secuestro del presidente Rafael Correa durante 11 horas y el violento asalto con el que las Fuerzas Armadas liberaron al mandatario y pusieron fin a la insubordinación de los policías.
Dos agentes de la policía murieron por disparos de las fuerzas armadas durante esta operación y hubo más de un centenar de heridos.
La crudeza de las imágenes de los tiroteos en plena calle de un barrio residencial de la capital dejó estremecida a la población ecuatoriana, que busca respuestas para explicar por qué la situación se fue de control.
Tras ser liberado del hospital donde estuvo retenido, Correa fue al encuentro de sus seguidores, que se habían reunido frente al Palacio de Carondelet, la sede del Gobierno y aseguró que 'no habrá perdón ni olvido' para quienes planificaron la revuelta.
'No se trató de una legítima reclamación salarial, sino de un claro ejemplo de conspiración', dijo Correa. 'Lo que pasó fue un intento de golpe de Estado (...) que le falló a los conspiradores', añadió.
Correa señaló como instigador de la revuelta al ex presidente Lucio Gutiérrez, quien gobernó el país entre 2003 y 2005 y que se vio obligado a abandonar el poder de forma abrupta a causa de las revueltas populares masivas que tuvieron lugar en el país.
'Este ha sido el día más triste de mi vida y el día más triste de este Gobierno, por la infamia de los conspiradores de siempre', dijo con tono firme.
Al amanecer, tras el operativo militar que acabó con la insubordinación, la policía volvió a sus actividades con bastante normalidad. Eso sí, con un nuevo comandante al mando: Florencio Ruiz, que respaldó la decisión de Correa de poner en marcha una investigación sobre los sublevados.
Ya había rodado la primera cabeza, la del comandante general de la policía, Freddy Martínez. Este renunció a su cargo en una rueda de prensa, sin intentar justificar la rebelión de ayer. Antes de anunciar su demisión, dejó en el aire sus sospechas sobre la posibilidad de que hubiera infiltrados en las protestas.
'Me temo que posiblemente hubo infiltración de gente interesada en desestabilizar a la policía. Ahí encontramos a pseudopolicías con la cara cubierta, escondiéndose en el anonimato como quienes están al margen de la ley, por lo que yo presumo que no eran policías', explicó el jefe policial, que admitió errores. 'Ayer fue un día lamentable, crítico, caótico', dijo. 'Hubo desorden por doquier, no se respetó al comandante general, al ministro del Interior y, por si fuera poco, al presidente de la República. Los policías, que estamos llamados a mantener el orden y la tranquilidad ciudadana, provocamos desorden'.
Martínez defendió el derecho de la policía a presentar sus reclamaciones, pero opinó que 'equivocaron el camino'. La policía, subrayó, cuenta con 40.000 agentes y los sublevados fueron una minoría de no más de 800 en Quito.
Líderes de la oposición como el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, férreo opositor al régimen de Correa, se sumaron a la condena de los hechos violentos del jueves, aunque muchos reprocharon al presidente su forma de actuar.
Pero el aludido ex presidente Lucio Gutiérrez y su partido Sociedad Patriótica responsabilizaron de la rebelión al presidente Correa. Su representante, desde Brasilia, aseguró que 'el intento de golpe de Estado sólo existe en la imaginación' del presidente Correa y de su movimiento, Alianza País. El comunicado insiste en que el ex presidente Gutiérrez 'no se hace responsable de ningún golpe de Estado' y ha acusado a Correa de 'prepotencia, arrogancia, intolerancia e indolencia'. Para Gutiérrez, Correa trató de magnificar la revuelta para 'esconder la corrupción de su Gobierno'.
En la misma línea se pronunciaron medios como El Universo, el diario más radical en contra de Correa. El periódico se negó a usar el termino golpe de Estado y en su editorial afirmó que 'quien siembra vientos cosechatempestades'.
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