Cuando los guerrilleros liberaron París de la ocupación nazi en 1944, y el pacto gaullista-comunista empezó a depurar, a golpe de nacionalizaciones, a la gran patronal colaboracionista, muchos se extrañaron de que una firma se salvara por los pelos. Se llamaba L'Oréal y estaba dirigida por dos colaboracionistas notorios, Eugène Schueller y André Bettencourt, respectivamente padre y marido de Liliane Bettencourt. La firma que atravesó sin despeinarse la guillotina de la Resistencia tenía un as en la manga: un redactor jefe de la revista de la casa, Votre Beauté, llamado François Mitterrand.
Así de larga es la mano de la empresa que, pese a ser hoy una multinacional presente en los cinco continentes, sigue conservando su sede social en el centro de París. Liliane, heredera del trono familiar y decimoséptima fortuna femenina del mundo, está en el centro del pacto entre L'Oréal y la multinacional suiza Nestlé.
La maña de los colaboracionistas Schueller y Bettencourt fue magistral. Después de haberse ilustrado fundando y escribiendo en periódicos antisemitas, racistas y nazis, colaborando con la Propaganda Staffel, y financiando milicias para trabajos sucios delIII Reich, los dos individuos sintieron a tiempo que el viento estaba cambiando.
Los fundadores del líder de cosmética se salvaron gracias a Mitterrand
Hacia 1943, ya estaban en contacto con Mitterrand —cuyo pasado de funcionario filonazi no está libre de dudas— y entraban en un blandengue movimiento de supuesta resistencia, creado para ir viéndolas venir.
Hecho lo cual, aceptaron pasar a una muy discreta segunda fila de la dirección de L'Oréal, para que se olvidara su nombre. Pero eso sí: conservando la propiedad, es decir los dividendos.
Con su 31% de L'Oréal y su 3% de Nestlé, entre otros negocios, Liliane Bettencourt se sienta así sobre una fortuna que apesta. La niña nacida en el centro de París, cuando su padre, químico, ya estaba confortablemente instalado en un buen negocio de tintes para el pelo y de celuloides para el cine, creció huérfana de madre. Bajo la influencia de los dos colaboracionistas, pues.
De patrimonio hoy se sabe que dispone de 80 millones de euros ocultos en Suiza y de una isla privada en las Seychelles. Entre las propiedades conocidas por el fisco está una mansión playera en Bretaña. Y también un palacio en la acaudalada ciudad de Neuilly-sur-Seine, al oeste de París. Se trata del ghetto de multimillonarios que admiró en 1983 la gallardía de una joven promesa de la política a la que trataron con todos los honores: el recién elegido alcalde Nicolas Sarkozy, hoy presidente.
El hijo preferido. Jean Sarkozy, director sin estudios universitarios
El hijo del presidente francés, de 23 años y sin ninguna titulación universitaria (sigue oficialmente en segundo de Derecho), fue elegido en octubre de 2009 administrador del EPAD, el organismo público que gestiona la Défense, el barrio financiero de París, que reúne 2.500 empresas, el mayor de la Unión Europea.
El ministro racista. Las bromas pesadas de Brice Hortefeux
En septiembre de 2005, el ministro del Interior tuvo esas palabras sobre los árabes: 'Cuando hay uno va bien. Es cuando hay muchos que hay problemas'. Hortefeux fue condenado el pasado día 4 por 'injuria racista'.
Sueldos sin cargos. Christine Boutin cobra 18.000 euros al mes
La representante especial de Sarkozy para 'el impacto social de la globalización' acumula los cargos y también los sueldos: 9.500 euros por su actual situación, 6.000 por ser antigua diputada y 2.500 como salario de consejera comarcal. La polémica obligó a cinco miembros del Gobierno a reconocer que practicaban la acumulación de sueldos públicos.
Fumador de puros. Christian Blanc gastó 12.000 euros en habanos
El semanario ‘Le Canard Enchainé' reveló que el secretario de Estado Christian Blanc, hombre de confianza de Sarkozy, gastó 12.000 euros de fondos públicos en diez meses en puros habanos. Blanc firmó un cheque de reembolso por 3.500.
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