Sobre todo, no os quedéis atrás', insiste el director de Turismo de la región de Gao, Amadou Alidji, preocupado por nuestra seguridad. Nos dirigimos en todoterreno hacia Tinokar, la puerta del Sáhara y de la región Kidal en el norte de Mali, escoltados por un discreto convoy militar. Vamos a toda velocidad esquivando baches de arena, observando el paisaje rectilíneo sólo roto por la silueta de un pastor con turbante negro y traje ancho de un color azul eléctrico. Su luz combina con el ocre perfecto del Sahel.
'A los vuestros, los españoles, los tienen escondidos por ahí arriba, en alguna parte de este inmenso desierto entre Argelia y Mali, en una franja llamada tierra de nadie donde no hay control ni gobierno', asegura Alidji, en referencia a los tres cooperantes de la ONG Acció Solidaria secuestrados hace dos meses en la vecina Mauritania. El político sabe que el camino que recorremos es extremadamente peligroso, repleto de bandidos dispuestos a robarnos el coche y el dinero o a capturar esa mercancía humana extranjera en la que nos hemos convertido, un valioso tesoro que vender a los responsables de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) que han hecho de estas tierras su nueva guarida.
'A los vuestros, los tienen escondidos por ahí arriba', asegura Alidji
'Es imposible saber dónde están exactamente', nos dice el consejero del gobernador de Gao, Georges Togo. 'Es un territorio inmenso, un desierto similar a la superficie de Francia. Tenemos tres gendarmerías en el norte, pero no los efectivos suficientes como para combatirlos', explica. 'Recibimos muchas presiones de los gobiernos de los rehenes, Francia, España, Italia. De vez en cuando nuestro Ejército combate a los yihadistas de AQMI, pero es muy difícil encontrarlos', se justifica, visiblemente molesto con el tema y aún más irritado cuando le preguntamos por la conocida mediación de los notables del norte en los secuestros. 'Yo no se nada', responde, tenso.
Durante el viaje, los responsables políticos nos agasajan, nos cuidan, nos miman. Necesitan dar imagen de normalidad y ponen en ello un empeño conmovedor. 'Por culpa de los secuestros se han suspendido muchos vuelos que venían del extranjero al norte y desde hace siete meses la cifra de turistas ha pasado de 1.500 al año a sólo 600, y ahora tienen que ir escoltados por carretera. Es un gran problema porque en Gao, con apenas 63.000 habitantes, el 80% de la población vive de los visitantes', dice con un semblante serio que se ilumina al ver dos filas de camellos blancos montados por apuestos jinetes Tuareg.
La cifra de turistas ha pasado de 1.500 a 600 al año por los secuestros
Están celebrando el festival de las tribus nómadas, una gran atracción turística donde no hay ni un sólo blanco. Tras el baile espasmódico de los guerreros y el ulular de las mujeres, el gobernador de Gao anuncia entre aplausos la liberación del patriarca de los Kounta, Baba Ould Sidi Almoctar Kounta, de 88 años, un conocido mediador en secuestros de AQMI. Un alto responsable militar nos explica que estaba secuestrado porque los Kounta retenían una gran cantidad de cocaína para exigir nuevos precios en el peaje del paso de la droga por su zona.
Los responsables de AQMI se han casado con mujeres de las tribus locales
'Hace poco encontraron un Boeing 727 en mitad del desierto. Transportaba 10 toneladas de cocaína, pero parece que con la arena no pudo despegar y los narcotraficantes lo abandonaron en mitad del desierto. ¡Air Cocaine!', bromea. Por su situación geográfica, las tribus del norte se ven involucradas en el tráfico de drogas, de personas o de armas, e incluso algunos de los responsables de AQMI se han casado con mujeres de las tribus nómadas del Sáhara para buscar el respeto de los locales. 'Son negociantes, lo eran antes de que llegaran los terroristas. ¿De qué otra cosa podrían vivir en el desierto?' se pregunta Alidji. Además los tuareg son tradicionalmente rivales del Gobierno central, de modo que los terroristas han hecho suyo lo de divide y vencerás.
El festival llega a su fin y en la clausura queman unas diez armas de fuego, un acto organizado por una ONG japonesa para fomentar la entrega voluntaria de armas ligeras. 'Hay que encontrar la paz. Los terroristas aquí no nos hacen ningún bien', concluye una mujer tuareg adornada y bella, a la luz de un atardecer de un fuego intenso en este extenso terreno hostil, la nueva guarida nómada de Al Qaeda.
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