Los haitianos se peleaban ayer para conseguir algo de la comida, cuyo reparto sigue siendo muy lento y deficiente. - AP
Estados Unidos comenzó ayer su despliegue en una ciudad que grita ayuda. 'We need help', clama un cartel camino del puerto. Una flecha dirige hasta la desolación: familias acampadas entre escombros, sin comida ni agua, y a pocos metros de la tumba de piedras que aplastó a sus seres queridos. Las llamadas de auxilio se repiten por toda la capital transcurridos siete días del terremoto que la devastó. También los brotes de violencia, esporádicos de momento pero que crecen al calor de la desesperación: saqueos, asaltos, disparos
El contingente de 5.000 marines que ya ha llegado a Puerto Príncipe será reforzado en los próximos días hasta completar los 10.000 prometidos por Barack Obama. De ellos, 3.300 lo han hecho a bordo del buque de la Armada de EEUU, fondeado en el puerto de la ciudad. El objetivo, marcado por los gobiernos de EEUU y Haití, es que los soldados se desplieguen para que la ayuda se reparta sin problemas y con velocidad. Varias patrullas ya pisan suelo haitiano.
Algunos incidentes aislados hacen temer un aumento de la tensión
Con el mismo objetivo, el Consejo de Seguridad de la ONU tiene previsto aprobar hoy, a petición del secretario General Ban Ki-moon, el envío a Haití de 3.500 fuerzas de seguridad 1.500 policías y 2.000 cascos azules, informa Isabel Piquer desde Nueva York. Aunque Naciones Unidas asegura que la situación en el país es de 'calma', algunos incidentes aislados hacen temer un posible recrudecimiento de la tensión, sobre todo si no mejora la coordinación de los esfuerzos internacionales sobre el terreno.
Ban Ki-moon pidió un mandato de seis meses para las nuevas tropas que irán a reforzar el actual contingente. En la actualidad, la misión de Naciones Unidas (MINUSTAH), que opera en Haití desde 2004, dispone de 8.965 cascos azules, entre militares y policías, al mando del general brasileño Floriano Peixoto Vieira Neto. Brasil ofreció ayer duplicar los 1.250 efectivos que forman parte de MINUSTAH, en la que participa España
La situación del despliegue de fuerzas del orden ha creado confusión entre los equipos de rescate. La Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (AECID) señaló ayer que a partir de hoy los equipos no iban a poder salir con escolta. Hasta ahora habían realizado las tareas de búsqueda de desaparecidos o de desplazamiento a hospitales para atender a heridos protegidos por cascos azules. 'Pero ahora no podemos salir porque los cascos azules tienen que dedicarse a otras labores con los americanos y ya no van a estar para escoltarnos a nosotros', protestó Pablo Yuste de la AECID. Y los miembros de salvamento no quieren salir a las calles sin escolta.
La AECID protesta por la falta de seguridad en sus tareas de rescate
Ayer, un grupo de españoles, junto con ingleses y mexicanos, salió para un supuesto rescate de siete monjas que luego terminó en unas tareas de reconocimiento de unos terrenos de la embajada francesa, donde no encontraron a ningún superviviente. El grupo, formado por bomberos y médicos, iba escoltado por cascos azules nigerianos. Todos avanzaron 500 metros por una calle, pero algunos de los miembros del equipo de rescate se sintieron intimidados y apremiaron al resto para regresar a la base en el aeropuerto.
Mientras se espera la llegada de refuerzos, la ayuda sigue repartiéndose a cuentagotas. Fuentes de la ONU reconocieron a Público que hasta el momento son capaces de alimentar a 50.000 personas diarias. Pero se cifra en tres millones las necesitadas. Un nuevo recorrido urgente por la ciudad demuestra que las acciones de reparto alimenticio son esfuerzos esporádicos que carecen de sistema y organización.
La Grand Rue, la antigua calle comercial, es hoy el escenario de lo que amenaza con convertirse en un polvorín. Decenas de edificios ofrecen lo que queda de sus mercancías para los saqueadores, que se enfrentan entre ellos y con la policía. El termómetro de la violencia se dispara en pocos segundos.
Aún así, John Holmes, subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios quiso dejar claro que aunque se habían producido algunos incidentes, 'la situación sobre el terreno es, en general, de calma'. Ban Ki-moon añadió que la máxima prioridad en este momento es 'coordinar' los esfuerzos de los países que han mandado equipos de rescate y 'dividir las tareas humanitarias y de seguridad'.
El Gobierno haitiano ha recibido de la ayuda internacional más alimentos de los que puede almacenar y distribuir, según dijo a Efe el coordinador nacional alimentario nombrado tras el terremoto, Michel Chancy. 'En principio tenemos suficiente comida, el problema es la recepción y almacenamiento', dijo Chancy, que también es secretario de Estado de Agricultura.
'El problema es la recepción y almacenamiento'
Un factor clave en mejorar la logística es el puerto, que fue gravemente dañado por el terremoto del martes pasado. Los responsables de EEUU esperan poder reabrirlo en los próximos dos días.
La ONU actualizó ayer su número de víctimas mortales a 46, cifra que aumentará rápidamente, ya que 'unas 500 personas' de la organización siguen desaparecidas. 'Esta es la mayor pérdida en la historia de Naciones Unidas', recordó Ban Ki-moon.
Lola Market reabrió ayer en Pétionville. Unas pocas tiendas más también van abriendo sus puertas. Incluso una casa de comidas en la calle Rebeca ofrecía ayer platos de arroz y bananas hervidas. Pero son pocos los que pueden acceder a estos establecimientos. Los mercadillos que surgen en muchas esquinas, y que venden fruta, vegetales, pollo, patatas, incluso cerdo, se llenan de gente con hambre obligada a pagar precios desproporcionados. Se compra por hambre y por miedo a que la escasez cause la desaparición de la comida en la calle. Los camiones traen de los pueblos cercanos la mercancía y la venden a quienes ponen los puestos en los mercadillos. Allí pueden adquirirlos tal vez la mitad de los damnificados. ¿Cómo se alimenta la otra mitad de los haitianos? “Comemos gracias a los familiares vivos, a los vecinos, a la gente. Ellos tienen poco, pero nos dan una parte de ese poco. Lo comparten con los que nada tenemos”, asegura José Yanyá, que se traga su orgullo y pide algo para comer al periodista.
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