Esta semana Barack Obama será el rey de reyes de la diplomacia internacional. El martes participa en Nueva York en una cumbre de jefes de Estado sobre cambio climático, el miércoles pronuncia su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU, el jueves preside una sesión extraordinaria del Consejo de Seguridad dedicada al desarme nuclear, y esa misma tarde sale hacia Pittsburgh donde, al día siguiente, hará de anfitrión del G-20.
En cierta manera supondrá un respiro para el presidente estadounidense. El mundo está revuelto pero la semana pasada en Washington grupos extremistas conservadores, enfurecidos por el proyecto de reforma sanitaria, agitaban pancartas como 'Dios odia a Obama' y 'Hitler también hacía bonitos discursos'.
Cuatro días de lindezas diplomáticas no sólo le apartarán un rato de sus problemas caseros, también servirán para comprobar si, como lo ha venido diciendo desde que asumió el poder, Obama cuenta realmente con la comunidad internacional y en qué medida la ONU encaja en esta nueva estrategia.
'El momento es muy importante, se trata de la primera comparecencia de un nuevo presidente que ha hablado mucho de cooperar con otros países y de diplomacia multilateral', asegura Thomas Miller, presidente de la Asociación de EEUU a favor de la ONU. 'Todo el mundo va a seguir sus palabras muy de cerca, sobre todo en los dos temas principales, el desarme nuclear y no proliferación, y el cambio climático'.
Se concreten o no estas buenas intenciones, está claro que el Gobierno demócrata tiene mayor consideración hacia la ONU que sus predecesores. El neocon John Bolton, que el presidente George Bush nombró embajador en 2005, no tenía ningún reparo en despreciar abiertamente la institución. Llegó incluso a decir que si la sede neoyorquina perdiera diez de sus 38 pisos 'tampoco se notaría mucho la diferencia'. En los años republicanos, Washington rehusó apuntarse al Comité de Derechos Humanos (al que volvió el pasado mayo) y ratificar el tratado de la Corte Penal Internacional, que ahora apoya sin haber firmado.
'EEUU ha cambiado radicalmente de tono, sustancia y diplomacia en la ONU', subraya la nueva embajadora y próxima colaboradora de Obama, Susan Rice. 'En el siglo XXI nuestra seguridad y bienestar están inextricablemente ligados a la seguridad y bienestar de otros pueblos'. Al margen de sus encuentros bilaterales con Rusia y China, por mencionar los más importantes, Obama celebrará dos almuerzos multitudinarios: uno con varios líderes del África subsahariana para hablar de desarrollo económico y social; otro con los países que más tropas han aportado a los cascos azules, para abordar el futuro de las misiones de paz.
En su discurso ante la Asamblea, el mandatario pedirá que la comunidad internacional asuma sus responsabilidades, supere las antiguas rivalidades Norte-Sur y Este-Oeste y empiece a cooperar seriamente para afrontar los retos globales. En sustancia, lo mismo que también pide a los ejecutivos de Wall Street y a los que se oponen a su reforma sanitaria.
La única incógnita es si habrá o no encuentro a tres bandas con el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, y el presidente palestino, Mahmud Abás, a la vista del escaso progreso que ha logrado el mediador estadounidense, George Mitchell.
Otros temas explosivos han sido previamente desactivados: el anuncio de que EEUU renunciaba al escudo antimisiles europeo ideado por Bush ha sido bien acogido en Moscú, y el inicio de una ronda negociadora con Irán sobre su programa nuclear a primeros de octubre ha aplazado de momento las tensiones con Teherán.
Aún así la visita de Mahmud Ahmadineyad a Nueva York, su primer viaje al extranjero desde su polémica reelección, promete desatar muchas protestas en la ciudad. Cientos de manifestantes están listos a plantarse delante de su hotel.
Lo mismo pasará con Muamar Gadafi. Después de 40 años en el poder, ha decidido asistir por primera vez a la Asamblea General, que este año preside Libia. Su estancia lleva meses causando tremendas jaquecas diplomáticas. Al igual que lo hiciera en el Cairo, Roma y París, el líder libio tenía intención de instalar su jaima nada menos que en Central Park. La alcaldía de la cuidad le dijo amablemente que se olvidara. También fracasaron sus planes de montar la tienda en New Jersey, en Englewood, cerca de donde viven algunos de los familiares del atentado de Lockerbie. Al final se quedará, como todos, en un hotel con vistas a... Central Park.
Gadafi coincidirá al menos en dos ocasiones con Obama: al inicio de la Asamblea, cuando debe pronunciar su discurso justo después del presidente estadounidense, y al día siguiente en el Consejo de Seguridad extraordinario, al ser Libia uno de sus diez miembros no permanentes.
Tras la tensión que ha generado la llegada triunfal a Trípoli de Abdelbaset Alí Mohamed al Megrahi, condenado a cadena perpetua, por el atentado de Lockerbie y liberado el mes pasado por Escocia, por razones humanitarias, Susan Rice ha advertido que espera de Gadafi una intervención sobria, nada de las arengas a las que somete a sus súbditos. 'Sería muy inapropiado para un jefe de Estado hablar de otros temas que el de desarme' que centrará la reunión del Consejo, dijo la embajadora.
Este toque folclórico, la enormidad burocrática, el escaso peso de un secretario general, el coreano Ban Ki-moon, casi ausente, y el eterno debate sobre la necesidad de reformar una institución que ya no representa el mundo actual, siguen causando preocupación en Washington.
Rice y el propio Obama han subrayado en numerosas ocasiones que el multilateralismo de la ONU no puede funcionar sin una serie de cambios drásticos. La diferencia es que el Gobierno demócrata está dispuesto a impulsarlos desde dentro, en vez de imponerlos desde fuera.
'Obama es un abogado y como tal piensa que EEUU tiene interés en respetar la legalidad internacional', dice Michael Fullilove, analista de la Brookings Institution, uno de los centros de análisis más prestigiosos de Washington. 'Pero tampoco es totalmente fan de la ONU; es un realista, es un dirigente pragmático. La ONU no puede decepcionarle porque tampoco creo que tenga muchas expectativas'.
Quizá para imponer sanciones a Corea del Norte por su rearme nuclear, la ONU puede llegar a revelarse como un instrumento eficaz, después de muchas negociaciones entre bastidores. Pero en otros temas, el Consejo de Seguridad llega a ser indescriptiblemente apático.
'Los estadounidenses son muy voluntaristas. Piensan que si reúnen el equipo adecuado de gente, no hay problema que no puedan resolver', añade Fullilove. 'La burocracia de la ONU es todo lo contrario y vuelve pesimista a cualquiera'.
Pese a sus muchos defectos, las Naciones Unidas son difícilmente eludibles. Basan su inapelable legitimidad en su composición universal, algo que no tienen ni el G-20 ni el G-8, ni ningún otro foro internacional. 'Como decía el ex secretario general Dag Hammarskjold, la ONU no sirve para acercarnos al cielo, sino para salvarnos del infierno', recuerda Thomas Miller. 'Obama sabe que no puede resolver todos los problemas del mundo y necesita una diplomacia multilateral'.
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