En busca de adjetivos que describan el movimiento de protesta iraní, el nombre de esta tela de suaves hilos ha sido usado tanto por los seguidores de Mahmud Ahmadineyad como por los analistas extranjeros, obviamente desde distintos enfoques. Los primeros lo usan como grave acusación, señalando que las llamadas 'revoluciones de terciopelo' de Georgia, Kirguistán y Ucrania fueron movimientos financiados por la americana Fundación Nacional para la Democracia para desmembrar el espacio soviético. De ese modo vinculan a los líderes del movimiento verde iraní a Washington y Tel Aviv, para no sólo desacreditarles sino llevarles ante los tribunales por traición a la patria.
Sin embargo, el iraní es un movimiento espontáneo de los ciudadanos que está siendo dirigido por Mir Hussein Musavi y Mohamad Jatami pero que no guarda ningún parecido con el del ucrano Víktor Yushchenko.
Para disipar cualquier duda, está la afirmación del propio Musavi, quien insiste en que no es de la oposición, sino que pertenece al sistema y es fiel a él.
La ilusión de una transición pacífica hacia un sistema diferente que respete los principios de los derechos de los ciudadanos se desvaneció durante el mandato de Jatamí (1997-2005) y su democracia religiosa se quedó en una simple ficción, por la falta de derechos de un presidente en esta república, y también por sus miedos a que se produjeran grietas en la teocracia reinante.
Ambos líderes han vuelto a jurar fidelidad a la República Islámica y no harán nada que perjudique, y aún menos desmorone, el sistema teocrático.
Al menos, ésta es la intención de quienes se han situado, por accidente, a la cabeza de esta marea, que plantea reivindicaciones que van mucho más allá de las estructuras que mantienen al régimen en pie.
Exigir el reconocimiento de sus votos significa querer participar en la gestión del país a través de sus representantes, mientras la República Islámica es el Líder religioso encarnado en Alí Jamenei no elegido pero que determina las líneas de la política exterior e interior, tiene derecho a vetar decisiones de los órganos electos, y dirige las fuerza armadas del país.
Es poco probable que las protestas actuales consigan una transición pacifica hacia un sistema flexible con sus reivindicaciones. La fragmentación social, generada por las políticas de favoritismo hacia un sector de la población en perjuicio de una gran mayoría, puede llevar al país al borde de un enfrentamiento civil. Inquietante panorama.
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